Gringo viejo (un autor de cabecera)

Si algún escritor merece el engañoso título de culto es Ambrose Gwinett Bierce (Ohio, Estados Unidos, 24 de junio de 1842 – después de diciembre de 1913) ya que se trata de un autor cuya vida se funde con la leyenda al desaparecer misteriosamente en México en plena Revolución.

La leyenda cuenta que antes de iniciar su último viaje, Bierce regresó a los campos batalla de la Guerra de Secesión donde combatió, quien sabe si buscando su destino.

Me imagino al gringo viejo (inspiró al personaje de la novela del mismo título de Carlos Fuentes) contemplando los escenarios de aquella masacre mientras las preguntas dejaban de ser preguntas para convertirse en trágicas respuestas.

Periodista y escritor, Bierce es uno de esos narradores a los que el paso del tiempo no hace mella. Su visión de la vida resulta todavía hoy de una sinceridad aplastante.

Esa mirada la disfraza en ocasiones con feroz sátira o explotando las claves de géneros tan “prescindibles” para todos esos papanatas que aseguran leen solo obras de “caza mayor”, como es el fantástico. Un fantástico que en manos de Bierce  adquiere atmósfera y en ocasiones resulta extremadamente cruel por inevitable.

Pluma crítica, a Bierce se le conocía en los ambientes periodísticos de su tiempo como Bitter Bierce (El amargo Bierce) por una serie de arrolladores artículos donde no dejaba títeres con cabeza. Su visión de la humanidad no resulta así cómoda. Parece como si no creyera en ella, pero este sería un análisis superfluo en torno a la producción literaria de este formidable escritor. Porque si por algo respiran sus relatos es, precisamente, por una búsqueda diría que obsesiva por bucear en el alma humana.

Bierce nació en el seno de una familia puritana que le llenó la cabeza a pronta edad de prejuicios. El resto de su vida fue desmontándolos uno a uno con precisión quirúrgica. Ello explica, opinan algunos expertos de su obra, su profundo individualismo. Su carácter cáustico como defensa contra el mundo.

Típico aventurero, la vida de Bierce está salpicada de aventuras al modo del corazón de las tinieblas. Experiencias que eclosionarían en plena Guerra Civil Estadounidense, donde sirvió en el 9º Regimiento de Voluntarios de Infantería de Indiana, unidad que en 1864 se incorporó al Ejército de Sherman en la campaña de Atlanta.

Es probable que muchos lectores sepan lo que significó la toma de Atlanta si les recuerdo que es la ciudad que los nordistas al mando de Sherman incendiaron y que sirvió para uno de los capítulos más intensos (y también una de las escenas más intensas en su adaptación cinematográfica) de Lo que el viento se llevó.

Combatió también en la batalla de Shiloh, que le sirvió como material de algunos de sus cuentos más desgarradores sobre la guerra y que están compilados en el imprescindible volumen Cuentos de civiles y soldados que recoge, entre otros, una pieza maestra: Un suceso en el puente sobre el río Owl.

Terminada la guerra como comandante-mayor, Bierce participa en una expedición a los territorios indios que también dará lugar a algunos de sus relatos más interesantes.  Licenciado del ejército, inicia una carrera como periodista en San Francisco, donde colaboró en The Argonaut, The Overland Monthly y New Letters, del que fue nombrado director en 1868.

En esa época se hace buen amigo de Mark Twain, escritor que deja una notable influencia en el estilo cáustico y humorístico de Bierce.

En su vertiente como escritor de ficción macabra destacan, entre otros, sus espléndidos Aceite de perro, La muerte de Halpin Frayser, La cosa maldita, Un habitante de Carcosa, Un terror sagrado y La ventana tapiada, historias que le llevó a escribir a H. P. Lovecraft en su ensayo El horror sobrenatural en la literatura, que “en todos los relatos de Bierce hay una maleficencia sombría innegable y algunos siguen siendo verdaderas cumbres de la literatura fantástica estadounidense.”

Otro de sus libros, lejos ya de los territorios macabros, es su divertido y vitriólico Diccionario del diablo, un compendio de definiciones que, efectivamente, parecen estar escritas por el mismo Satanás.

He aquí algunas:

Cínico, s. Miserable cuya defectuosa vista le hace ver las cosas como son y no como debieran ser. Los escitas acostumbran arrancar los ojos a los cínicos para mejorarles la visión.

Historia, s. Relato casi siempre falso de hechos casi siempre nimios producidos por gobernantes casi siempre pillos o por militares casi siempre necios.

Ignorante, s. Persona desprovista de ciertos conocimientos que usted posee, y sabedora de otras cosas que usted ignora.

Pandemonium, s. Literalmente, Lugar de Todos los Demonios. La mayoría de ellos han ido a refugiarse en la política y las finanzas, y el lugar se usa ahora como salón de conferencias del Reformador Vocinglero. Cuando son perturbados por su voz, los antiguos ecos clamorean apropiadas respuestas que halagan mucho su orgullo.

Ambrose Bierce, un escritor para leer en vacaciones. Que ustedes lo disfruten.

Saludos, ¡indignaos!, desde este lado del ordenador.

4 Responses to “Gringo viejo (un autor de cabecera)”

  1. Bruno Says:

    Enhorabuena por el retrato, Eduardo. No hay pareja más deseable para afilar el cuchillo que la de Twain y Bierce: el escéptico de Samosata tuvo grandes herederos en el cambio de siglo americano. Un abrazo

  2. Anelio Rodríguez Says:

    Amigo Eduardo, en efecto Bierce se merece un verano entero, y el otoño y el invierno.
    Hay una novela maravillosa de Doctorow sobre la larga marcha de Sherman y su devastadora táctica incendiaria. Te la recomiendo.

  3. admin Says:

    Estimado Anelio sí que he leído la novela de Doctorow. Tengo debilidad por ese periodo de la historia de los Estados Unidos y lo que ha generado como material literario y cinematográfico.

  4. admin Says:

    Gracias por tus generosas palabras, Bruno. Un fuerte abrazo.

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