Pasen, pasen y vean…

Damas y caballeros pasen y vean a estas criaturas que pertenecen a otro mundo. Damas y caballeros observen de lo que es capaz la caprichosa naturaleza… Pasen, pasen y vean al hombre torso, pasen y vean a la mujer barbuda, pasen, pasen y vean a las hermanas siamesas, pasen, pasen y vean…

En el año de gracia de 1932 y basado en un estupendo relato del oscuro escritor Tod Robbins, un hombre también llamado Tod pero de apellido Browning –Tod Browing–  rodó la que para quien firma ahora estas líneas es una de las mejores películas de la historia del cine.

Una cinta que desarma e inquieta. Un filme que despierta mis emociones más tenebrosas. Una pieza redonda que si bien el paso de los años lacera aún conserva muy dentro su poder de fascinación.

La cinta se llama Freaks (La parada de los monstruos) y no es apta para todos los públicos.

Ambientada en un circo y en plena Depresión económica, Freaks muestra con inocente mirada la vida de un grupo de hombres y mujeres que son las atracciones del espectáculo no por su talento sino por sus retorcidas malformaciones físicas.

Seres deformes, monstruosos que, paradojas de esta película inclasificable y genial, resulten más humanos que los seres aparentemente normales con los que comparten espacio.

Se ha escrito mucho de Freaks y se continuará escribiendo mucho más de Freaks porque es una película milagro. Una cinta hoy imposible pero muy posible en unos tiempos donde la desesperación había tocado techo. Y si bien es cierto que falta poco para que esa misma frustración termine por devorar al Primer Mundo contrahecho, Freaks vive porque no pertenece a su momento ni al nuestro.

Freaks vive porque es sencillamente eterna. Irrepetible. Un filme cuajado de momentos que se quedan grabados al rojo vivo en tu memoria cinéfila. Que aún te hacen estremecer y que se confabulan para formar parte de tus más retorcidas pesadillas. Un largometraje único, que no se puede clasificar. Quizá ahí radique una de sus grandezas.

La primera vez que la vi fue en televisión, en una sesión de madrugada junto a otros dos amigos que no sienten demasiada pasión por el cine.

Bebíamos litronas y la cabeza la teníamos para toda clase de tonterías.

Entonces, porque la cabeza la teníamos apta para toda clase de tonterías, propuse ver aquella película pese a que uno de mis amigos exclamase: “¡pero si es una antigualla, y encima en blanco y negro!”

Y el otro, quiero recordar que bebiendo un poco más de cerveza, añadiese: “¡Y con subtítulos!”

Freaks comienza.

Y recuerdo que los tres dejamos de tomar cerveza.

También que nadie soltó la clásica broma desestabilizadora.

Cuando finalizó, el más borracho del grupo soltó la frase que a partir de ese día define para mi bastante bien Freaks: ¡qué mal rollo!

Porque Freaks provoca eso, muy mal rollo. Deja un regusto amargo en la boca. Sacude tu hipócrita conciencia.

Por un lado porque la razón te dicta que tienes que estar con los Monstruos, que son hombres y mujeres que intentan llevar una vida normal en un mundo normal que no los ve como normales sino como simples atracciones de feria.

Por otro, porque el corazón te traiciona al observar como ese grupo al que la bella trapecista humilla, se une para tomar venganza. ¿Por qué? Han descubierto que uno de los suyos está siendo envenenado por la bella.

Estalla entonces la tormenta y todos los deformes se aproximan al carromato donde la bella y el bruto, el hombre fuerte, celebran entre besos y abrazos la fortuna que muy pronto les caerá encima.

Un rayo ilumina la noche, el hombre torso se arrastra con un cuchillo en la boca…

Freaks, que obtuvo excelentes críticas en su momento, entre otras la de la chismosa Louella Parson que la describió como “una película diferente que el público querra ver” supuso sin embargo el final de la carrera de Browning.

 Tal y como escribe David J. Skal, en su estupendo libro Monster Show, “nunca volvió a gozar del respeto y la autonomía que le habían permitido realizar películas personales, extrañas y obsesivas dentro del sistema de estudios. Browning había tenido suerte, todas sus películas anteriores, incluso las torpes como Drácula, habían ganado dinero. Pero La parada de los monstruos había roto la única regla inviolable de Hollywood: había sido un desastre financiero que no recuperó los costes. En retrospectiva, uno debe preguntarse si La parada de los monstruos no hubiera tenido más éxito, tanto comercial como artístico, como la película muda que originalmente iba a ser.”

El caso es que Freaks sigue provocando muy mal rollo.

Y me pregunto ahora, mientras escribo estas líneas por qué.

Ayer mismo, mientras la volvía a ver en mi gastado deuvedé noté ese malestar morboso que me invadió la primera vez. Un malestar rabioso, incómodo, que me obligaba a mantener los ojos muy abiertos contemplando la pantalla.

En parte, entiendo el desprecio de la bella hacia los deformes… Y en parte entiendo la terrible venganza que los deformes hacen a la bella. Pero lo entiendo en parte. No en su totalidad…

Siento un escalofrío. Un escalofrío que no es de miedo, precisamente.

Freaks, ochenta años después, continúa siendo una obra maestra.

Y probablemente una de las mejores películas de la historia del cine.

Saludos, escalofríos en la noche, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Pasen, pasen y vean…”

  1. El enano Says:

    Loado sean los dioses… ¡Freaks vive!
    Los enanos se lo agardecemos…

  2. admin Says:

    Deje usted a los enanos en paz. Un abrazo.

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