Con la marca de Cain

Si le preguntan a cualquier aficionado a la novela negra sobre James M. Cain les responderá, probablemente, citando  dos o tres títulos de sus novelas más famosas: El cartero siempre llama dos veces, Mildred Pierce y Pacto de sangre (Doble Indemnización), la primera llevada al cine en varias ocasiones –aunque destaque sobre todas ellas la que dirigió Tay Garnett en 1946 con Lana Turner y John Garfield como protagonistas–; la segunda  una excelente película de Michael Curtiz (1945) y una interesante teleserie con la firma de Todd Haynes (2011), y la tercera por ese policiaco aún perturbador que filmó Billy Wilder, un pequeño y rechoncho judío vienés que además de moverse muy bien en los territorios de la comedia también lo hizo en los del drama.

James M. Cain es autor, sin embargo, de otras tantas novelas, muchas de las cuales han sido traducidas al español aunque aún no se le reivindica con el valor que se merece entre los iniciados y neófitos de la literatura negro criminal probablemente porque a su autor, quien comenzó a fabular historias a la edad de cuarenta años, le interesaba más el sexo y las relaciones que suscita, que las tramas policíacas con la que visitó a sus todavía potentes relatos.

Con motivo del 120 aniversario de su nacimiento, que tendrá lugar el próximo 1 de julio, reivindicamos desde El Escobillón el trabajo de un escritor al que se le ha colocado bastante a la ligera la etiqueta de noir, con la esperanza de que algún día un editor con ganas de riesgo se anime a recuperar su obra menos conocida y, sobre todo, la que aún no ha sido traducida a nuestro idioma con el objetivo de rendirle justicia. Pasado el tiempo, Cain es un  autor inclasificable, que abrió su propio camino dentro del género.

Escritor que utilizaba sus relatos para exprimir sus obsesiones sexuales, muchas de sus historias leídas en la actualidad pueden interpretarse como escandalosas y de un erotismos casi rayano en la pornografía, donde sus protagonistas femeninas son, por norma general, mujeres de carácter, fuertes, que en ocasiones responden al tipo de la femme fatale que tanto explotó la novela negra en los años 40, y que no es otra cosa que una especie de sublimación masculina de la mujer como elemento dominante y dominador. O, en otros casos, de una Eva inocente que conduce a su pareja, Adán, a devorar la manzana del árbol de las ciencias.

El caso es que en las novelas de M. Cain si hay personajes interesantes, perturbadores y con una capacidad de manipulación que las convierte en figuras que están más allá del bien y del mal estas son sus protagonistas femeninas. Protagonistas que en otras novelas del mismo escritor, representan exactamente lo contrario pero nunca sin perder su alto octanaje sexual. Esta circunstancia es lo que ha hecho que muchas de sus novelas todavía sigan respirando una insólita actualidad porque James M Cain como excelente escritor clásico que es, tuvo la capacidad de que el paso de los años apenas arrugara la mayoría de sus trabajos literarios.

No obstante, y a mi juicio, la obra maestra de este sin embargo irregular escritor y guionista es Más allá del deshonor, una novela ambientada en el estado de Virginia durante los días de la Guerra de Secesión y en plena edad de oro de los grandes burdeles.

Más allá del deshonor cuenta la historia de un joven que se enamora locamente de una prostituta que trabaja en uno de ellos, y de cómo asesina por amor a un multimillonario que desea casarse con la mujer de su vida dando como resultado que la pareja termine por huir ante la venganza que reclaman los amigos y secuaces de la víctima a través de un país sacudido por la guerra.

Se trata Más allá del deshonor de una novela repleta de giros cainianos, y en la que a su autor, al margen del momento histórico en el que transcurre su acción, le importa más la evolución de ese hombre y mujer locamente enamorados que son capaces de todo –incluso llegar al asesinato– por continuar estando juntos.

Pero que nadie se llame a error. James M. Cain no es un escritor romántico. De hecho, las parejas que viven hasta el último segundo su romance que nace del fuego de un sexo libre y salvaje, suelen terminar irremediablemente mal. Como si su transgresión al final fuera severamente castigada por una sociedad hipócrita pero fuertemente atada a los convencionalismos que imponen las jeraquías.

En este aspecto, el autor fue un poco más lejos en la todavía polémica La mariposa, una historia que se desarrolla en ambientes mineros donde un padre se enamora perdidamente de su hija, con la que llega incluso a mantener una relación carnal, y en las extravagantes Una serenata y Carrera en Re Mayor, que se desarrolla en el mundo de la música y en la que quizás se encuentren los personajes masculinos más débiles que salieron de la imaginación de su autor.

Una serenata cuenta con una atractiva versión cinematográfica dirigida por Anthony Mann en 1956 e interpretada por Mario Lanza, Joan Fontaine, Sarita Montiel y Vincent Price.   

En cuanto a estilo, James M. Cain se caracteriza por sus frases cortas y diálogos ágiles, lo que hizo que algunos lo encuadrarán dentro de la categoría de escritor hard boiled, denominación con la que nunca estuvo muy de acuerdo. Sus historias, además, van más allá de la cruda violencia boiled, ya que Cain más que un escritor de género negro es un escritor de novelas que trasciende el género.

Albert Camus no se cansó de elogiarlo, lo que significativamente le hacía bastante gracia al escritor norteamericano que como todo gran escritor cuenta también con títulos tan olvidables como Al final del arco iris y Galatea, aunque recupera su espíritu bronco y transgresor, siempre marcadamente sexual, en la estupenda Ligeramente escarlata, que quizá sea su novela más negro criminal junto El estafador, El cartero siempre llama dos veces y Pacto de sangre (Perdición/Doble Indemnización).

Regresó a los agitados años de la Guerra de Secesión en Mignon, pero es un título que no terminó de convencerme en su momento lo que hace que no descarte una segunda lectura para comprobar si se trata de un Cain con todas sus letras o de una más de las novelas alimenticias que escribió a lo largo de su vida.

Saludos, hoy recuperando a los clásicos, desde este lado del ordenador.

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