Emilio Aragón, alias Miliki

Se llamaba Emilio Aragón aunque todo el mundo lo conocía como Miliki, el número Dos de Los Payasos de la tele. Escribo lo de de número Dos porque el Uno fue Fofó y el Tres, Gaby, que era el que iba de serio porque no llevaba narizota. Ya saben, el secundario que va de listo y que está ahí para dar entrada al payaso tonto que es el que hace reír a los niños precisamente porque es tonto. 

Como cualquier hijo de vecino gran parte del entretenimiento televisivo de mi infancia se la debo a Gaby, Fofó y Miliki… Más tarde también a Fofito. No recuerdo, sin  embargo, haber soltado una carcajada espectacular con el trío protagonista pero sí pasar las horas muertas contemplándolos en la tele mientras gritaban aquello de ¡¡¡cómo están ustedes!!!, que, a modo saludo, se convirtió en una de sus cartas de presentación. En una de sus referencias…

…Como en referencias se convirtieron sus canciones, canciones algunas de cuyas letras tienen una lectura políticamente incorrecta si se las escucha con las refinadas orejas de la madrastra de Blancanieves.

Pero hablaba de las canciones de los payasos de la tele, parte de cuyas letras permanecen sorprendentemente imborrables en mi memoria y que con el paso de los años fui troceando convencido que en el fondo no en la forma guardaban mensajes ocultos. 

Años más tarde su hijo Emilio Aragón Álvarez, jugaría con esta misma fórmula con la escatológica Me huelen los pies, todo un éxito en aquella Expaña que se acostumbró a derrochar y a consumir basurilla sin alcanzar la inmundicia a la que hemos llegado hoy…

Pero más allá del presunto componente subversivo de las canciones de Los payasos de la tele, payasos que nunca se embadurnaron las caras con maquillaje sino que recurrieron solo a un apéndice nasal colorado para subrayar que eran payasos, poca gente conoce que en Emilio Aragón, ya no Miliki, se escondía el alma de un escritor.

Un escritor comprometido que no se ganó el favor de las izquierdas con su primera novela, La providencia, título en el que narraba la historia de un guerrillero cubano decepcionado por la orientación comunista que adoptó la revolución castristas a partir de los años sesenta; y Mientras duermen los murciélagos, cuya acción se desarrolla en un circo ambulante en pleno y virulento nazismo. 

Respecto al papel que prestó en la televisión junto a sus hermanos en este país de pesadilla cabe apuntar que con su muerte se nos va un buen pedazo de nuestra infancia sentados frente al televisor.

A su manera, Los payasos de la tele canalizaron con aquel ¡¡¡cómo están ustedes, más alto, más alto porque no se oye!!!, la inagotable energía que guarda uno cuando tiene esa edad. 

Y ellos fueron cómplices para que la desahogáramos mientras practicaban un humor tontorrón, blanco, inocente. De guardería. 

Por eso no sé si los payasos de la tele contribuyeron a que fuera más feliz, pero sí tan idiotizado como el resto de mi generación.

(*) En la segunda imagen, y de izquierda a derecha, Fofito, Miliki, Fofó y Gaby.

Saludos, que la función debe continuar, desde este lado del ordenador.

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