El Carnaval no tiene quien le escriba

Apenas he encontrado un puñado de títulos que, de una  manera u otra, se ajustara a las pretensiones de este post.

Y mira que he consultado con amigos editores y escritores. Navegado por la red e investigado en mi caótica biblioteca pero son muy contadas las novelas y relatos que escritos desde esta apartada orilla han desarrollado sus historias en una fiesta que, como los carnavales, se han empeñado desde que tengo uso de razón en que forme parte de mi carácter como habitante que soy de estas islas sin rumbo.

Me resulta por ello curioso este vacío temático en la literatura que se elabora en estas costas. Más si tenemos en cuenta el juego que proporciona esta fiesta y el sentimiento con el que –no se cansan de repetir sus defensores– se vive el jolgorio: unos días de excesos presuntamente desmedidos.

Partiendo de la base que no soy un carnavalero de pro, y que detesto con toda la cordialidad del mundo a los que sí reivindican que son carnavaleros de pro, soy como un náufrago mientras busco novelas y cuentos donde el Carnaval es un elemento más de la historia.

Es más, pregunto, ¿si la fiesta está tan metida en el disco duro de nuestra memoria qué razones explican que nuestros escritores hayan renunciado a ubicar sus relatos en un festejo al que no le niego el colorido ni la imaginación del disfraz?

¿De la máscara para pasar desapercibido en una geografía donde todos nos conocemos?

¿De la supuesta sexualidad que por una vez se libera de nuestros reprimidos instintos provincianos?

Salvo la interesante La fiesta de los infiernos (El Toro de Barro), de Juan José Delgado, novela en la que el autor recurre al Carnaval para “reflexionar sobre el enmascaramiento que se da en una sociedad que se pone la careta oficial en unos carnavales cuyo tema es el Nazismo” (1), poca cosa he encontrado en la que la fiesta asuma natural protagonismo.

Lo que no deja de inquietarme como compulsivo lector. Y volver a replantearme las cuestiones anteriormente propuestas.

Agradecería, en este sentido, algún título, alguna referencia por parte de quien ahora pueda leer este post para ampliar el catálogo de obras y evitar lo que no es sino –mucho me temo– una reflexión en la que se multiplican las preguntas y se reducen a cero sus respuestas.

Es verdad que existe una copiosa bibliografía sobre el Carnaval en la que se trata con mejor o peor fortuna su historia. Hay un libro de referencia, 75 años dando la murga, de Ramón Guimerá Peña, en el que se estudia uno de los grupos más populares de la fiesta, pero en el terreno de la ficción, en el que deja espacio al reino de la imaginación reitero que son muy escasas las aportaciones.

El editor Ánghel Morales me avisa que hay un título, El gnomo bajó al Carnaval (Benchomo), de Felipe Rosa Santana, “del que se vendieron miles de ejemplares”, pero no he tenido la oportunidad de leerlo para que pueda emitir un juicio.

Otra fuente me recuerda que en El don de Vorace, de Félix Francisco Casanova, “aparece un baile de máscaras” y que una lectura ligera de Crimen de Agustín Espinosa, “te puede aportar desde un punto de vista mucho más evolucionado tanto en concepción como en escritura, un aire de máscara o carnaval”, lo que me hace pensar que debería de volver a leer la que quizá sea la mejor novela escrita en este archipiélago abandonado de la mano de los dioses.

Continuo buceando, recabando información, pero no encuentro nada salvo “un recuerdo que leí un cuento…” que no tuvo que dejar demasiada trascendencia si no se recuerda el título ni al autor.

Lo que hace que las preguntas anteriormente suscitadas sigan molestándome en la cabeza y que piense si es natural este divorcio entre la fiesta popular más promocionada de estas islas con sus narradores. Narradores que, imagino, alguna vez fueron cómplices del disfraz y de la máscara.

Lo escribo porque si yo fui cómplice del Carnaval a edad muy temprana, en aquellos tiempos donde solo quería disfrazarme de mosquetero o de cuatrero, también tuvieron que ser arrastrados por ese mismo impulso los escritores en su más tierna niñez y adolescencia.

Se quiera o no se quiera, se lo deteste o no se lo deteste, es prácticamente imposible aislarse del Carnaval si se habita en esta tierra endemoniada y desmemoriada.

Casi parece que de pronto, y por obligación, se invita a los vecinos a que asalten la calle no con ánimo reivindicativo sino bajo el confuso signo de lo lúdico porque así lo ordena la autoridad.

Ponte el disfraz, y si eres rematadamente tímido la mascarita. Descubre la complejidad de las letras que desafinan las murgas y erotízate con las carnes desnudas que muestran los integrantes de las comparsas… Adora, aunque sea por una semana, a su reina proclamada y sumérgete en las calles de una capital que durante esos días permite a la marabunta acostarse después de las diez de la noche y levantarse cuando rompe el amanecer.

Así que no sé a ustedes, pero a mi el Carnaval con todas sus chirriantes contradicciones me parece un excelente material literario para meterle el diente…

(1)   “La realidad del mundo es la que se prolonga con los sueños”, una entrevista con Juan José Delgado, El Perseguidor, nº 67, 15-X-2011.

(*) La imagen que acompaña estas líneas pertenece a El carnaval de las almas (Herk Harvey, 1962).

Saludos, intentando dar la nota, desde este lado del ordenador.

9 Responses to “El Carnaval no tiene quien le escriba”

  1. Maite Lacave Says:

    Lo único que recuerdo no es ficción, sino unos capítulos del libro “Memorias de un noventón” donde Domingo J.Navarro evoca los carnavales de principio del siglo XX.

  2. Jesús castellano Says:

    Si alguno entre nosotros es capaz de escribir un “Orfeo negro”, bienvenido y que se acuerde de dedicártelo, amigo Eduardo.

  3. pablo martín carbajal Says:

    Hace años escribí un relato corto sobre el carnaval, de cuatro o cinco folios, era en tiempos del taller de Benavides, así que hace diez años de ello, por ahí lo debo tener, debería leerlo ahora, a ver qué tal escritor era entoces…

  4. Nicolás Melini Says:

    Eduardo, leyéndote he recordado que hay una novela de Juan Carlos Méndez Guédez que transcurre en el carnaval de Tenerife. Retrato de Abel con isla volcánica al fondo. Salud

  5. Alfonso González Jerez Says:

    Administrador, en el primer libro de cuentos de Daniel Duque, “Los jardines de Ceilán”, está recogido un cuento estupendo, “El martes no se invade”, que transcurre precisamente el martes de carnaval. En resumen: se prepara una invasión alienígena a la Tierra, y los extrarrestres, bichos gordos, escamosos y apestosos, envían un agente de avanzadilla, con la mala suerte de que desembarca en Santa Cruz de Tenerife en la madrugada del martes de carnaval. En el cuento aparecen como personajes Luis Alemany y Aurelio Carnero, por cierto.
    Fuera del ámbito literario, hay una supuesta novela de José Manuel de Pablos, “Carnaval, te quiero”, que muestra en todo su esplendor la incapacidad de su responsable para escribir media página decentemente.

  6. JAVIER HERNÁNDEZ VELÁZQUEZ Says:

    ¿Y si el gallo pierde? Si el gallo pierde comeremos mierda.

  7. admin Says:

    Gracias a todos por tan valiosas aportaciones. Continuamos por la senda.

  8. admin Says:

    El aviso a los navegantes da sus frutos, aquí les pongo un enlace de un relato breve sobre la fiesta firmado por Dr R (Jramallo): http://www.laopinion.es/opinion/2009/03/04/firmas-mostaza-sangre-cocaina/203953.html#EnlaceComentarios.
    No es un artículo de opinión, es literatura.

  9. El escobillon » Blog Archive » El carnaval no tiene quien le escriba (2) Says:

    [...] Insistimos, el carnaval no tiene quién le escriba aunque se sume la última novela de Juan Ignacio Royo a los títulos que, desde Canarias, se han dedicado a una fiesta que en los títulos que mencionamos se desarrollan en la capital tinerfeña y palmera. A [...]

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