El que avisa no es traidor, malditos bastardos: ¡No ensuciéis el buen nombre de John Steinbeck!

Así aprendió Arturo la lección que todos los caudillos aprenden con perplejidad: que la paz, y no la guerra, es la que destruye a los hombres; la tranquilidad, y no el peligro, la madre de la cobardía; la opulencia, y no la necesidad, la que acarrea aprensiones e inquietud.”

(Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros. John Steinbeck)

Entre los escritores a los que se agrupa en eso que se conoce como generación perdida tuve debilidad confesa por Ernest Hemingway, el delicado y quebradizo Francis Scott Key Fitzgerald y John Steinbeck, un escritor a quien siempre recurro cuando la torre de marfil en la que me encuentro parece agrietarse por los embates de la realidad.

Sin embargo, hubo un libro de Steinbeck de obligada lectura en mis años de aprendizaje, La perla, que no fue uno de esos títulos que me marcaron del escritor, como tampoco lo fue El viejo y el mar de Hemingway pero sí El gran Gastby de Fitzgerald.

Cosas de la vida.

Cosa de entendederas…

Si hay un libro de Steinbeck que supuso para mi algo así como un disparo de nieve, una luz cegadora fue Los descontentos (The Winter of our Discontent) que fue la última de las novelas escritas por el celebrado autor de Las uvas de la ira.

En este libro, como en otros de Steinbeck, no se cuenta nada especial aparentemente, aunque en este libro, como en otros de Steinbeck, lo que importa es observar el paso de las cuatro estaciones por sus protagonistas.

Observar, ya saben, cómo van creciendo, y empequeñeciendo también, los personajes a medida que la historia avanza hacia su inevitable final.

Steinbeck tiene mucho más títulos, la mayoría de los cuales se desarrollan en el valle de Salinas, California, que podría constituir para los maniáticos una especie de territorio literario real, no ficticio, no mágico, que espero conocer alguna vez si la buena suerte me acompaña…

Escritor de extraña actualidad por los tiempos que nos ha tocado vivir, Steinbeck fue, de alguna forma, el gran cronista de los duros años de la depresión.

Cito de memoria su extraordinaria De Ratones y hombres y Las uvas de la ira, un novelón de más de mil páginas que fue llevado al cine con sensible emoción por otro gigante, John Ford.

Destacaría también Tortilla Flat, El autobús perdido, Al este del Edén, La luna se ha puesto y los libros donde recoge sus experiencias como periodista durante la II Guerra Mundial, Hubo una vez una guerra, o su sentimental itinerario existencial, dietario de viaje que es, precisamente, Viaje con Charlie en busca de América.

Steinbeck me acercó también al mundo de los piratas con La taza de oro, una ficción histórica basada en la vida de Henry Morgan y a la legendaria Camelot en su imprescindible Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, donde recuerda en su hermosa introducción: “Hay muchas persona que olvidan, cuando crecen, lo mucho que les costó aprender a leer. Quizá se trate del mayor esfuerzo emprendido por un ser humano, y debe afrontarlo cuando niño. Un adulto rara vez sale triunfante de esa empresa, la de reducir la experiencia a un orbe de símbolos. Los seres humanos han existido durante mil millares de años, y solo han aprendido esta artimaña –ese prodigio– en los diez últimos millares de los mil millares.”

Por ello, y expuesto mi profundo cariño, mi profundo aprecio con el señor Steinbeck me sorprende, y me desagrada también,  leer esta misma mañana de Reyes Magos de Oriente un artículo en el que se afirma que John Steinbeck, que obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1962 “por sus obras realistas e imaginativas”, lo recibió porque “no hubo nada mejor.”

¿Nada mejor?

En la terna de ese año se encontraban, entre otros escritores ¿menores?, Robert Graves, Karen Blixen y Lawrence Durrell

En fin.

Nunca he confiado en los premios Nobel de Literatura. En mi biblioteca, de hecho, destacan por su ausencia.

O mejor, me grita Señor Ojo borracho perdido y apestando a ginebra barata, “en tu biblioteca son pocos los escritores que han sido distinguidos con el famoso premio que lleva el apellido del inventor de la dinamita.”

John Steinbeck, en su discurso de agradecimiento tras recibir el goloso galardón, afirmó: “En mi corazón puede que haya duda de si merezco el Premio Nobel en vez de los otros hombres letrados por quienes siento respeto y reverencia”.

Y pienso, mientras Señor Ojo asiente engullendo otro vaso de ginebra, que lo dijo el autor de Las uvas de la ira, Los descontentos, De ratones y hombres, Tortilla Flat.

Sacudo la cabeza en un año que apenas ha consumido sus primeros latidos de vida.

Y soy consciente que no es cabreo sino indignación lo que me motiva a escribir estas líneas apresuradas en un día en el que se debe repartir regalos.

Señor Ojo, generoso, me alegró hace apenas una hora la tarde con una botella de ginebra barata que ahora mismo está liquidando mientras suelta eructos, se rasca la barriga y da tumbos por el salón de la cueva.

- ¡Cuide ese estómago!- Le grito a Señor Ojo, que hace como que no me oye mientras perfuma el salón con sus ventosidades.

Aguanto entonces la respiración y las desordenadas ideas se aclaran.

- ¡Ya sé a quien entregar el carbón con el que me desperté esta mañana!- exclamo mientras respiro el aire enrarecido de la habitación.

- ¿Eh?.- pregunta Señor Ojo.

- ¡¡¡No ensuciéis el buen nombre de John Steinbeck!!!

- ¡¡¡Veinte Premios Nobel!!!-Responde Señor Ojo tirando al suelo, donde se rompe en pedazos, la botella de ginebra barata.  

(*) Una fotografía con mucha miga. En la imagen el presidente Lyndon B. Johnson saluda al hijo de John Steinbeck. Steinbeck es el hombre con barba luciferina que observa ¿inquieto? a L.B.J.

Saludos, suena de fondo Lucky Thompson, desde este lado del ordenador.

One Response to “El que avisa no es traidor, malditos bastardos: ¡No ensuciéis el buen nombre de John Steinbeck!”

  1. ale Says:

    amen a todo amigo…. amo a steinbeck y ando midiendo la tierra con mi pies buscando y buscando una novela igual o mejor ke la uvas de la ira….dios mio ke novela!!! lei a varios laureados y ninguno logra cosa tan perfecta en fondo y forma y personajes y dialogos… es de esos pocos autores ke te motivan a leer todas sus obras…
    salinas!!!!!!!!!!!!!! el ke leyo sus libros sueña con alguna ves pisar esa tierra dura de polvillo, y colinas.

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