La Guerra Civil contada desde las trincheras

“El teniente José Unamuno es hombre de pocas palabras. Su batería habla por él a todas horas con un lenguaje rotundo y eficaz que no ofrece dudas. Pero sin querer, fraternalmente metidos en el hoyo que nos protege del viento, comenzamos a recordar al padre, allá en Salamanca, en otro mundo….

José extrae de su tabardo una carta arrugada que siempre lleva encima y que conservará siempre. Esta fechada en Salamanca y en ella se cuenta las últimas tribulaciones del viejo profesor que, semanas después de la sublevación militar, decía bien alto en su Universidad a cuantos querían oírle:

- Estos botarates descuartizarán a España y luego habrá que volver a empezar…”

(Artículo publicado en Estampa, febrero de 1937, e incluido en el volumen La guerra que yo viví. Crónicas de los frentes españoles (1936-1937), Jesús Izcaray, Cuadernos para el diálogo, 1978)


Encuentro en el Rastro de la capital tinerfeña, ese oasis en el que cada domingo descubro un libro que llevarme a casa a un precio que todavía tolera mi agujerado bolsillo, La guerra que yo viví, volumen que reúne algunas de las mejores crónicas periodísticas que firmó Jesús Izcaray durante la Guerra Civil española de 1936 a 1939 y que fueron publicadas en su día en periódicos y revistas como Mundo Obrero, Estampa, Ahora

Se tratan de testimonios escritos en directo, en primera línea del frente por un hombre que advierte en la introducción del volumen que son artículos que narran “únicamente lo que vieron mis ojos y lo que escucharon mis oídos. Y no todo lo que escucharon…”

Momentos narrados con un lenguaje sencillo y tremendamente conciso en los que en apenas dos o tres trazos Izcaray da cuerpo a los protagonistas de un conflicto que sacó lo peor pero también lo mejor –país de insólitas paradojas– de lo que debe ser el carácter español.

Me pregunto mientras brotan estas líneas, como el nombre de Izcaray no ha sido reivindicado como se merece en la profesión que cultivo. No me explico como sus historias, piezas ejemplares de cómo se debe de escribir para un periódico, de cómo se hace también literatura cuando se escribe en un periódico, han pasado desapercibidas no ya en entre los que desempeñan este oficio sino incluso entre los apasionados a tema tan nuestro como es esa guerra que enciende pasiones y degenera en frustrados diálogo solo aptos para sordos.

Al señor Izcaray ya le dedicamos un post en El Escobillón.com en febrero de 2011 tras leer sus novelas autobiográficas Un muchacho en la Puerta del Sol y Cuando estallaron los volcanes, títulos publicados en su día en Akal y que encontré por casualidad en la biblioteca de mi padre.

Por eso, recuperar al escritor y al periodista en el Rastro de esta capital de provincias que, reitero, se ha convertido en un agradecido oasis en el que dejo que pase el tiempo mientras busco y rebusco entre pilas de volúmenes usados, me sabe a dichoso milagro. Y leerlo, a reconciliarme con un oficio que hoy ha perdido sus señas de identidad.

La guerra que yo viví es un gran clásico sobre unos tiempos nefastos visto por el ojo de un periodista con todas sus letras. Un título a la misma altura de El México insurgente o Diez días que conmovieron al mundo del periodista norteamericano John Reed. Crónicas, escribe Izcaray que “no son deliberadamente parciales. Con la verdad, me basta para defender nuestra causa”.

Una causa que el periodista y escritor muestra con descarnado realismo.

Un escritor con todas sus letras.

Un periodista y escritor que no renuncia a contar las cosas como las ve, un periodista y escritor que sabe imprimir a sus textos con honda ternura y un periodista y escritor que consigue que el lector viva, se emocione con su palabra

Escribe Jesús Izcaray que este libro compila crónicas que ya son historia, pero también lección.

“Terrible lección que, a cuantos nacimos en este país y a los que nazcan mañana, nos señala el único camino practicable de vida en común: el de la reconciliación, el de la libertad para todos, el de dirimir los inevitables conflictos de intereses e ideas civil y democráticamente, sin tiros y sin llamas”.

Miembro del comité central del Partido Comunista Español (PCE), es hora ya de reivindicar la grandeza de un escritor y de un periodista que con sus crónicas hizo arte con el oficio de informar.

Sus textos resultan equilibrados y escritos con una sencillez que desarma.

Apenas cae el autor en el maniqueísmo de unos años siniestros.

No, las crónicas bélicas de Izcaray se preocupan por los hombres y las mujeres, los niños y niñas, los ancianos y ancianas que se vieron envueltos por una vorágine que todavía no ha terminado de cicatrizar en las conciencias de sus nietos y biznietos.

Concluyo citando al mismo Izcaray, tomo este fragmento de un artículo titulado Tres batallas en un cerro (Mundo Obrero, febrero de 1937):

“Cuando el sol de la paz alumbre definitivamente lo campos de España y los hombres se miren con una sonrisa recién nacida, alguien, un español desconocido, que se acordará de nosotros, vendrá aquí, al Pingarrón, y reconocerá estos lugares con su mirada nueva. Nuestro hermano será feliz, pero yo creo que comprenderá los esfuerzos y la sangre que no costó su alegría.

Recostado en los montes de viento, mirará las tierras fértiles de nuestra patria. ¡Aquí fue! Entonces se habrán unidos los ángulos de España y sus pueblos se habrán hermanado. La vida se habrá poblado de himnos y todos recordarán a los que murieron… (Sí; tiene que ser así, ¡tiene que ser así!… Solo imaginándose así el futuro es posible soportar esto, esta tragedia desbocada, esta angustia diaria, esta muerte que, España adelante, siega plantas y piedras, árboles y hombres…)”

Saludos, pierden el tiempo si aún no lo han leído, desde este lado del ordenador.

4 Responses to “La Guerra Civil contada desde las trincheras”

  1. iván Says:

    Hombre, el fragmento que citas tiene un vuelo lírico de falsete y cursilón; pero habrá que leerlo con calma.

  2. admin Says:

    Lea, lea usted…

  3. iván Says:

    Sí, este merece la pena por lo que parece.

  4. admin Says:

    Hágame caso, comunista.

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