¿El otro?

Dejo a una de esas personas que te hacen sentir persona y cuando paseo en piloto automático rumbo a casa me encuentro a un tipo dándole patadas a un contenedor de basura. Una carpeta de tapas rojas cae ante mis pies.

El tipo que da patadas mira a la fachada de un edificio y grita:

- ¡Yo te conoooozco!

Me alejo mientras llevo bajo el brazo la carpeta.

La abro en casa, al amparo de la bombilla de un flexo. Y tras ojear fotografías que cuelgan en facebook, facturas, un bono al que le sobran no sé cuantos céntimos del tranvía y hojas sueltas con tachaduras, un diario.

La primera página está llena de signos de interrogación y exclamación. También puntos suspensivos.

La segunda y tercera están en blanco.

La cuarta estas absurdas anotaciones que reproduzco a continuación.

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LUNES 30 DE SEPTIEMBRE

Un tipo me comenta en el callejón donde ya no hay milagros que le encanta leer libros de bolsillo pero con la letra muy pequeña, de esa en la que casi tienes que utilizar lupa. No creo que el tipo se las quiera dar de interesante, sobre todo cuando añade que le encantaba leer novelas en una colección, Reno, por la que yo también alimento nostalgia. Qué grande y caótica fue Reno. Allí podías encontrar de todo, desde El planeta de los simios de Pierre Boulle a El villorrio de William Faulkner.

MARTES, 1 DE OCTUBRE

Otra me cuenta que solo lee a escritores españoles e hispanoamericanos. No lee bien en otras lenguas, se explica mientras bebe un té con leche. La tipa viste una camiseta blanca y pantalones vaqueros repleto de roturas falsas y, cuando cruza las piernas, pienso en todos los traductores, buenos y malos, que he conocido a lo largo de mi vida.

MIÉRCOLES, 2 DE OCTUBRE

Ha leído dieciséis veces El señor de los anillos. Yo solo una, y cuando llegué al tomo tercero me detuve a punto de que me faltaran cien páginas porque lo que quería saber era si tiraban el puto anillo. Así, hobbits,  que cuando lo descubrí ante de las cien páginas finales, cerré el libro. Más tarde, fue mucho más tarde…

JUEVES, 3 DE OCTUBRE

Paso ante el Cine Víctor que continúa cerrado aunque dos pantallas de televisión exhiben tráiler en el hall. Avances de películas que casi nadie se detiene a mirar por entre el enrejado. Descubro además abochornado que la sección de librería de El Corte Inglés la han pasado al sótano. Los deuvedés y los bluerays, que cada vez le quitan más espacio, se encuentran ahora en la séptima planta. Lo que es abajo es arriba. Y viceversa.

VIERNES, 4 DE OCTUBRE

Me entero que RBA publica en español un trabajo inédito de James M. Cain, La camarera. Inevitablemente se me encienden las alarmas. Cain se me reveló al final de la adolescencia y primera juventud con la forma de El cartero siempre llama dos veces, Más allá del deshonor, Mignon, La mariposa, Alma en suplicio (Mildred Pierce)… Solo sé que no sé nada pero solo sé que deseo conocer a La camarera.

SÁBADO, 5 DE OCTUBRE

Releo a Gaston Leroux, un burgués con solera e ingenio. Fue un bravo periodista y un escritor de folletines, lectura de entretenimiento, con aliento singularmente trágico. Lo conocerán por El fantasma de la ópera.

DOMINGO, 6 DE OCTUBRE

Vuelta por el rastro de la capitá de provincias. No encuentro nada destacable. Una señora que está detrás mío suelta a quien debe ser su marido que tiene jaqueca. Hacía tiempo que no escuchaba esta palabra, y mucho menos fuera de un libro o de una película. Jaqueca.

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Tras leer estas anotaciones, vuelvo a reunir los papeles dispersos en la carpeta de tapas rojas y la arrojo en la bañera. Riego su superficie con alcohol y prendo una cerilla. Me quedo mirando como se elevan las llamas en una inquietante pero reconfortante soledad.

Saludos, ¿eso fue todo?, desde este lado del ordenador.

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