Nathaniel West: ‘Miss Lonelyhearts’, ‘El día de la langosta’, ‘Nada menos que un millón’ y algo más

Forma parte de lo que se conoce como Generación Perdida, ese grupo de escritores norteamericanos que escribió, y muy bien, sobre los que son hermosos y los que son malditos.

No es, sin embargo, de sus autores reivindicados aunque cuente con un puñado de títulos de los que guardo grata e inquietante memoria. Sirvan por lo tanto estas líneas para celebrar que el 17 de octubre se cumple el 110 aniversario de su nacimiento.

Más de un siglo. Y continúa hablando como si fuera hoy…

Me gusta pensar que Nathaniel West se corrió juergas, algunas de ellas junto a Francis Scott Fitzgerald con quien, entre lingotazo y lingotazo de ginebra de contrabando, hablarían de cosas tan poco alimenticias como literatura. De todas formas suena de fondo algo de jazz y se escuchan las risitas de los que continúan la fiesta.

Nathaniel West fue testigo de un tiempo que es el mismo que vivimos.

Formó parte de la juerga loca de los años veinte hasta que se despertó bruscamente del sueño un otoño de 1929.

Conocí a Nathaniel West un día de buena suerte, hace ya bastantes años.

El libro, publicado por Alianza Editorial, me dijo que se llamaba Miss Lonelyhearts. Le ofrecí el brazo y salimos de la librería. Fue entonces cuando me contó su historia.

La de un novato periodista al que le asignan en el periódico que se encargue del consultorio sentimental firmando Miss Lonelyhearts.

Aunque faltaba menos de un cuarto de hora para el cierre, todavía seguía trabajando en su artículo. Había llegado hasta: “La vida vale la pena, porque está llena de sueños y de paz, de gentileza y éxtasis, y de fe que arde como una pura llama blanca en un sombrío y oscuro altar.” Pero no podía seguir adelante. Las cartas ya no eran divertidas. No podía seguir encontrando gracioso el mismo chiste treinta veces al día durante meses y meses. Y la mayor parte de los días recibía más de treinta cartas, todas iguales, extraídas de la pasta del sufrimiento por medio de un cuchillo de cocina en forma de corazón.”

Lo fuerte del caso, es que a mi su historia todavía me hace reír y llorar. Y como todas las revelaciones, presté a un amigo Miss Lonelyhearts. Al amigo volví a verlo aunque pensé que nunca más a Miss Lonelyhearts.

Ya me había olvidado de él hasta que un día tropecé otra vez con Nathaniel West.

Me llamó desde una tonga de libros a punto de entrar al crematorio.

- ¡Viejo!- exclamé.

Me lo llevé a casa. El libro recogía su Narrativa completa, e incluía Miss Lonelyhearts así como La vida fantástica de Balso Snell, Nada menos que un millón y El día de langosta, su amarga crónica sobre Hollywood.

Qué fuga más perfecta era el retorno al útero. Mucho mejor que la religión, el arte o las islas de los Mares del Sur. Se estaba tan cómodo y caliente, y la alimentación era automática. Todo era perfecto en ese hotel. No resultaba sorprendente que el recuerdo de ese alojamiento persistiera en la sangre y los nervios de todo el mundo. Sí, estaba oscuro, pero era una oscuridad cálida y rica. No tenía nada que ver con la tumba. No era de extrañar que se luchara tan desesperadamente para no ser expulsado al terminar el contrato de nueves meses.”

Nathaniel West murió junto a Eileen McKenney, su mujer,  el 22 de diciembre de 1940.

West conducía un automóvil que, dicen, se saltó una señal de Stop.

El día antes había fallecido Francis Scott Fitzgerald.

(*) Las citas de Miss Lonelyhearts y El día de la langosta están recogidas de Narrativa completa, Nathaniel West, colección Narradores de hoy, Bruguera, 1982. Traducción de Javier Alfaya y Barbara McShane)

La ilustración es de Charles Binger.

Saludos, la nave va, desde este lado del ordenador.

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