El talento de la señora Highsmith

Me interesa la moral, a condición de que no haya sermones

Apostar por cualquier novela de Patricia Highsmith es como apostar a un purasangre ganador.

Hace tiempo que descubrí a la escritora y desde entonces nuestra relación ha sido provechosa, basada en un no hay engaños que ha forjado y si quieren centuplicado mi interés por su trabajo.

Como muchos otros, llegué a Patricia Highsmith a través de Tom Ripley, y gracias a la versión cinematográfica que René Clement rodó de una de sus novelas con un turbador y ambiguo Alain Delon, quien interpreta al atractivo y amoral estafador y asesino.

Un día, uno de esos días luminosos en los que parece que todo conspira para hacerte feliz, alguien me dijo que Extraños en un tren, de Alfred Hitchcock, estaba basada también en una historia de Highsmith, una escritora que recomendaba –y creo que con sutil sentido del humor– que sus libros no estuvieran disponibles en la biblioteca de una cárcel.

Un hecho objetivo es que con Patricia Highsmith la novela criminal trasciende la frontera del género. Será por su honda penetración psicológica y por aquello tan manido del estudio humano que despliega en sus libros. Su empeño en mostrar la doble moral de sus protagonistas, personajes subversivos aunque aparentemente normales y corrientes.

Que en sus obras, digámoslo ya, el asesinato se convierta en algo así como una de las bellas artes. Tanto, tanto…

Los imbéciles encajan la desconcertante producción literaria de la señora Highsmith en ese grupo de mujeres escritoras que algún comercial denominó como damas del crimen, pero no es eso.

No, no es nada de eso.

Ya que si nadie habla de caballeros del crimen ¿por qué vale lo de dama del crimen? Esta catalogación entre damas y caballeros me recuerda más a la división de los aseos públicos en la que unos cartelitos indican a hombres y mujeres donde deben de refugiarse para evacuar sus miserias.

¿Escritora policiaca?

Podría estar de acuerdo en ubicarla en ese ataúd donde terminan casi todos los escritores que cultivan una literatura de género pero no es exacto en el caso de Highsmith. De hecho, creo que falsifica su figura en la república de las letras, república en la que ocupa un capítulo aparte porque fue más allá de la novela de suspense y de la novela negra, senderos que transitan por mismos territorios pero que tienen objetivos bien diferenciados.

Abandonemos así inútiles debates y enfrentémonos a la producción literaria de Highsmith como lo que es: un grandioso cuadro sobre las dobleces humanas. Un estudio apasionado y con vistosos colores naturalistas de ese pobre animal que presume de raciocinio.

Ha tenido suerte Patricia Highsmith en sus adaptaciones al cine, aunque es una lástima que un cineasta con tanto sentido para el suspense como Alfred Hitchcock solo llevara a la pantalla una de sus grandes novelas, Extraños en un tren. Un filme, Extraños en un tren, en cuyo guión trabajó Raymond Chandler, e historia que ha dado origen a otras adaptaciones como No beses a un extraño (Robert Sparr, 1969) e inspirado extravagancias como Tira a mamá del tren (Danny DeVito, 1987).

En cuanto a Tom Ripley, persona al que dio vida en cinco excelentes novelas, lo hemos podido ver con la forma de Alain Delon, a mi juicio el mejor de todos ellos, en A pleno sol (René Clement, 1960); Dennis Hooper en El amigo americano (Win Wenders, 1977); Matt Damon en El talento de Mr. Ripley (Anthony Minghella, 1999), John Malkovich en El juego de Ripley (Liliana Cavanni, 2002) y Barry Pepper en El retorno de Mr. Ripley (Roger Spottiswoode, 2004) que versiona la novela La máscara de Ripley y que no he podido ver…

Novelas de Highsmith que también han sido adaptadas al cine son El cuchillo (Claude Autant-Lara, 1963) y El grito de la lechuza (Claude Chabrol, 1987), entre otras.

Novelas y relatos de la escritora han terminado convirtiéndose también en discretos filmes para televisión y se rumorean versiones que, al momento del cierre de este post, todavía continúan en el limbo de proyectos…

Personalmente, lo mismo me da. Porque lo que interesa de una escritora del tonelaje de Patricia Highsmith es, precisamente, leer su obra. Una obra que está ahí pero con la que su autora no se mostraba demasiado satisfecha. Salvaba, en todo caso, El temblor de la falsificación, novela que mereció los elogios más entusiastas de Graham Greene, un escritor cuyo universo literario mantiene muchos puntos de contacto con el de Highsmith.

Dicen que odiaba a Ernest Hemingway y a la industria del cine de Hollywood, en especial porque esa industria nunca permitió que el asesino –que necesariamente no tiene que ser un malvado– se saliese con la suya.

Nacida en Tejas, Estados Unidos, Patricia Highsmith renunció a su país convirtiéndose en una señora sin patria ni bandera. Falleció en Locarno, Suiza, en 1995, y hasta el último minuto de su vida lo consumió fumando cigarrillos y rodeada de sus mejores y más leales amigos, sus gatos.

Encuentro la pasión por la justicia bastante aburrida y artificial, porque ni a la vida ni a la naturaleza les importa que se haga o no justicia”

Saludos, háganse un favor y lean a Patricia Highsmith, desde este lado del ordenador.

Escribe una respuesta