Buen viaje, Isaac de Vega

Los años fueron tallando en el rostro de Isaac de Vega (Granadilla de Abona, 1920-Santa Cruz de Tenerife, 2014) los rasgos de un anciano venerable. Quiero recordarlo así, cuando me lo tropezaba en la avenida de La Salle, más que como el último de los mosqueteros fetasianos como un hombre al que la vida supo esculpirle las huellas de un carácter austero y muy digno.

Entre todos los retratos y entre todas las voces que alguna vez opinaron sobre su literatura –insólita cuando irrumpió en una España que cultivaba el realismo más duro, y geografía en la que Isaac de Vega se acomodó como una isla en la que volcar sus sueños en una constante búsqueda por la experimentación– tomamos fragmentos de un artículo en el que su hija, la también escritora María Teresa de Vega rindió tributo en vida al padre y al escritor, y del que solo entresacamos una pequeña muestra a modo de despedida.

FETASIANO

“Y aunque mi padre produjo y tuvo un sueldo, fue también “fetasiano”, esto es, lo que creó, lo que produjo en sus escritos fue, rizando el rizo, la alegorización de las fuerzas que oprimen, limitan, aniquilan la capacidad-necesidad del hombre de crear, de hacer, y que sumen en la oscuridad y angustia, en la conciencia amarga de la imposibilidad.

Nos enfrentamos, pues, tanto en Fetasa como en otras obras suyas, con este rasgo fundamental, que está presente –también en su vida– al fondo, como un bajo continuo, y que es, repito con otras palabras, su insatisfacción radical con esta vida. Es algo que va más allá de las ideas políticas, de las circunstancias, podríamos decir que es, desde temprano, la internalización de que lo que espera es la derrota, una derrota, sí, personal, pero también metafísica: Ya no seremos, y nunca seremos más de lo que somos, y lo que somos es esa imposibilidad”.

AUSTERIDAD

“Austeridad de su vivir y de su decir, que resulta, hasta a sus propias hijas, inevitablemente enredadas en el consumir esto y lo otro, chocante. Es una austeridad de hombre primitivo, aquel que, tan lejos de nosotros, vivía con lo preciso. Cuando se iba a Ijuana, un valle casi inaccesible de Anaga donde tenía una cueva, más tarde, además, una habitación con bloque visto, y unas huertitas donde cultivaba papas o cebollas, se sentía feliz, como si fuera un juego de chicos al que se entregan durante un rato.”

AFICIONES

“Bueno, tendría que hablar de su afición a los aparatos y, cuando salía con Rafael Arozarena y otros amigos, o cuando se reunían en casa de este, tertulias que habrían de durar cerca de veinte años largos, todos los jueves, día coincidente con la aparición de la “Gaceta semanal de las artes”, a las sorpresitas gastronómicas. Al vino de su gusto. Repugnancia al derroche, cualquiera que sea, adicción a lo sencillo, véase si no su “galana” estampa, y si no tenía que ir a algún acto, con sus sempiternas sandalias de goma cangrejeras, su vaquero y su polo, que, eso sí, tenía que tener un bolsillo en el lado del corazón para guardar sus cigarrillos mientras fumó, o sus pequeñeces, alguna cosa ínfima pero interesante, que se encontraba en sus paseos “.

DIGNIDAD

Otro rasgo singular que caracteriza a Isaac de Vega es la dignidad con que vistió su ambición. Como todo el que escribe, y después publica, tiene ambiciones literarias, como todos quiere que le lean muchos, llegar lo más lejos posible, quiere el triunfo. Pero esa aspiración legítima es compatible en él con una actitud “inocente” (es decir, no culpable) en un mundo en el que lo que funciona es el amiguismo, el sectarismo, el ostracismo para quien te pueda hacer sombra con sus méritos y competencia”.

NATURALEZA

“Siempre disfrutó en medio de la naturaleza, aunque nunca le dedicó un verso. Y siempre le interesaron las plantas, como a su amigo Rafael, y llegó a tener un herbario. También una colección de piedras, de las que iba recogiendo por los caminos que paseó de las islas. Nunca le dedicó un verso a la naturaleza, digo, y, que yo sepa, nunca escribió un verso. Y entraría dentro de esta austeridad el poco amor que sentía por la poesía. (Queda al margen la poesía de Rafael y otros poetas amigos) Nunca la practicó, y le costaba dedicar tiempo a su lectura”.

AMIGOS

“El más antiguo es Arozarena, mucho más antiguo que mi propia infancia. En esa mi infancia a veces salíamos de excursión las dos familias, por montes y valles, buscando esto y lo otro del mundo natural. Rafael, entonces, era el parlanchín, el ingenioso, el gracioso, en ocasiones destacaba su vena de pintor, que te señalaba: “en esas hojas que lucen verdes hay, sin embargo, una pequeña cantidad de azul”. Para mí ese fue un descubrimiento asombroso. Parte del carácter y la juventud de ambos, está en la magnífica novela Cerveza de grano rojo, en mi opinión, más grande, más hermosa que la celebrada Mararía, que sí, que es una referencia de las letras canarias, pero que, tal vez, dejó en la oscuridad a la anterior. Pasado el tiempo, aunque seguían siendo nominalmente amigos, sus caminos se fueron separando: Rafael, empujado por sus éxitos, ingresó en una órbita mundana, mientras mi padre seguía siendo ese hombre más bien solitario, tímido que siempre fue, cada vez más aislado a causa de su progresiva sordera.

El otro gran amigo fue José Antonio Padrón, más afín a su experiencia en el último tramo de su vida. Pero sobre todo, es el autor de otra estupenda novela también velada por el tiempo, ese tiempo que se tumba mortecino sobre lo que la indolencia y la indiferencia señalan, la titulada Tubalcaín setenta veces siete. Escribe mi padre que se alarga su gestación por el ansia de perfeccionismo de su amigo, novela donde descarga todo lo que lo había oprimido. Imagina a su autor caminando solitario, aislado de lo que lo rodea, hundido en sí mismo y en los recovecos de su cerebro que tantas cosas almacena, pisando senderos peligrosamente inciertos. Sí, lo incierto, eso que rodea literaria y vitalmente a este grupo: y es que Padrón, también, es un fetasiano.

Hubo otros dos amigos que murieron pronto, pero que yo le oía nombrar en casa, y sus nombres eran pronunciados con pena, con lástima por sus vidas truncadas y, en parte, infelices. El poeta Julio Tovar, que muere a los cuarenta y pocos años, de quien son los versos Lo que importa no es la muerte (…) y el narrador Antonio Bermejo, que muere en 1987, con 61 años. A este último lo conoce en 1943, escribe mi padre, cuando comenzaban ambos sus estudios de Químicas en la universidad, carrera que ninguno de los dos terminó. (…)  En cuanto a su literatura, sabemos que Bermejo fue, como lo llama mi padre, un caso anómalo: deja de pronto, y cuando estaba en su más elevada posición después de recibir el premio Benito Pérez Armas, de escribir”.

TASSILI

En Tassili (Tassili, al sur de Argelia, en el desierto del Sahara, es conocida por sus pinturas rupestres, de 10 a 15 mil años de antigüedad y que entonces era una zona fértil) va más allá de lo metaforizado en narraciones anteriores. Su protagonista ya no experimenta como el de Fetasa, “la voluntad de poder” a ratos. Se ha puesto a un lado. Desde el principio ha dejado de querer poder. Las fuerzas opositoras han consumado su labor. Lo han reducido a ese infeliz hombrecillo que está contento de ser, instalado en un morir poco a poco, que alguna vez, no obstante, lamenta. La acción quedó atrás, su profesión, su libro sobre Tassili. Paralización, impotencia absoluta. Y ensoñación. Pero la ensoñación final es desoladora y trágica. En ella, las manos atadas a la espalda, arrodillado, muere de un golpe de espada de las amazonas invasoras. Y de esa ensoñación, que le ha colocado en un tiempo anterior y mítico, no puede despertar. Es la perfecta víctima, inmolada en el altar del Antagonista como culminación de una sacrificial andadura. Otra metáfora de la condición humana, humillada, impotente, y con el asombro en la cara ante el absurdo de la propia muerte”.

EL CAFETÍN

“En su novela El cafetín, con la que se cierra su obra, se sigue con ese mundo alucinatorio subrayado, y digo subrayado porque ¿qué es el mundo sino una alucinación, una creación de cada ser humano a su imagen, de acuerdo con sus necesidades y estado de ánimo? En esta novela, el antihéroe que es al principio el protagonista, se crea un “Purgatorio” con el fin de regenerarse, de que de sí mismo salga un ser más puro o benigno, para que a partir de ese sufrimiento de la larga noche, a partir de la imagen que le devuelve el espejo, tome conciencia de lo que es. Y que, entonces, vaya camino de ser el héroe en que todo el que lucha por descubrirse se convierte. Camino de convertirse en el que quiere ser, al que le empuja una fuerza en estado germinal, confusa, pero con el claro fin de la renovación”.

* Isaac de Vega. Vida y Obra, María Teresa de Vega, artículo publicado en El Perseguidor, Diario de Avisos. 16-XI- 2013

FOTO: Diario de Avisos

One Response to “Buen viaje, Isaac de Vega”

  1. Isaac de Vega muere a los 93 años > Poemas del Alma Says:

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