Auguste Dupin resuelve la incógnita

La colección Navona Negra está (re)descubriendo muchos títulos clásicos de misterio con excelente criterio. Si ayer comentábamos en este mismo su blog Suena el timbre, de Rex Stout y protagonizada por Nero Wolfe, cuenta ahora en su catálogo con Los casos de Auguste Dupin, de Edgar Allan Poe, una buena ocasión para revisar los tres únicos relatos que escribió el inventor de la novela detectivesca y cuyas claves fueron más tarde desarrolladas por confesos seguidores como Arthur Conan Doyle y Agatha Cristhie. Así lo defiende en la introducción el traductor de Los casos de Auguste Dupin, José Luis Piquero.

Casi todo el mundo conoce alguna que otra historia de Edgar Allan Poe aunque no sepa quién fue Edgar Allan Poe. Cuenta con numerosas y generalmente poco estimables adaptaciones cinematográficas aunque sí con notables reproducciones en el cómic.

Entre los que lo conocen se elogia sobre todo sus pesadillas, infierno terroríficamente psicológico entre los que destaca El gato negro, El Maelstrom o Enterrado vivo, por citar solo tres de los que más me agobiaron de una sobresaliente producción que invita al hundimiento; pero poco su primera y única novela, Las aventuras de Arthur Gordon Pym, y sus elucubraciones filosóficas y su papel como pionero en el relato policial.

Es verdad que otros elogian, mientras tanto, su producción poética. Radio Futura versionó traducida su Annabel Lee con resultados notables, y es probable que más de uno repita como un mantra el nunca más de El cuervo porque debe ser un poema que le despierta su sentido adormecido por la poesía.

No sé que pensaría Poe de todo esto, aunque la gracia es que su nombre ha terminado por convertirse en una marca fiable a la que no araña el paso y ni el peso del tiempo. Vive, y con una salud realmente envidiable.

Ignoro si es porque “previó la oscuridad de generaciones que estaban muy lejos que la suya”, como afirma Stpehen King en la contraportada de Los casos de Auguste Dupin, pero los tres cuentos que escribió de Auguste Dupin continúan resultando una lectura deliciosa aunque ya sepas el final.

Porque ¿a estas alturas hay alguien que no sepa quién es El asesino de la Rue Morge, cuál es El misterio de Marie Rogêt y el de La carta robada?

Si es así, si no sabes nada y ni siquiera que existió Poe, bienvenido a su lado más sarcástico y también matemático. Al inventor de la novela de detectives cuya complicada ecuación resuelve el enigma.

Encontrarme otra vez con los casos de Auguste Dupin me ha hecho viajar al pasado, y recordar cómo conseguí los dos tomos de cuentos de Poe que en su momento publicó Alianza Editorial con traducción de Julio Cortázar.

En las librerías que por aquel entonces pululaban en la capital de provincias en la que vivo, no vendían el libro a adolescentes lectores. Para eso estaban los Cinco o los Siete secretos

Obtener el libro se transformó en una especie de Grial y como aprendiz consumidor cultural, pensaba que merecía la pena ahorrar el dinero suficiente.

Tuve la buena suerte, porque es buena y no solo suerte, encontrarlo un día en una papelería próxima al instituto cuando caía la tarde.

Conservo aún esos dos volúmenes en la parte de la biblioteca donde se amontonan otros Poe, y vuelvo a pasar sus páginas y a releer a salto de mata el prólogo de Cortázar.

Recupero a uno de esos escritores que forman parte de mi ya larga lista de imprescindibles.

Hago lo mismo con Los casos de Auguste Dupin.

Y ayer con los del padre Brown de Chesterton, quien propone una nueva versión de La carta robada en uno de sus cuentos.

Me pregunto entonces si el mundo conspira para hacerme feliz.

Saludos, érase una vez…, desde este lado del ordenador.

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