Mientras espero al soldado Schlump

Resulta llamativo escuchar a Enrique Redel, director editorial de Impedimenta, decir que el libro debe ser colonizado. Cuando dice colonizado se refiere a que el libro debe ser usado, doblado, amoldado a tus manos… Que conserve las huellas de que ha sido leído… anotaciones en los márgenes, preguntas y entusiasmos que encierras en signos de interrogación o exclamaciones; frases y párrafos subrayados.

Y resulta llamativo porque si hay una editorial que cuida con generoso mimo sus libros es, precisamente, Impedimenta… Pero estoy de acuerdo con Redel. En mi desordenada biblioteca es fácil detectar los libros imprescindibles de los prescindibles por las cicatrices que llevan encima. Cuanto más castigado, es que fue mejor e invita a su relectura. Si el volumen aún conserva juventud es que no funcionó. Y permanece ahí como hibernado, a la espera de la invasión o la colonización como sugiere Redel.

No sé si esto debe plantear una reflexión sobre la vida, pero creo que la experiencia se adquiere cuando todo lo que te rodea no es sino derrota y aún con esas te levantas por las mañanas para continuar escribiendo el libro de tu existencia… Cada día más arrugado y probablemente más sabio y cansado.

La editorial que dirige Redel presentará coincidiendo con la Feria del Libro de Madrid una novela que ya intuyo que se convertirá en uno de esos libros por los que me preocupo en imprimirles la huella del tiempo.

El relato que rodea a esta obra amplifica si cabe el entusiasmo que me embarga por leerla… Se trata de Historias y desventuras del desconocido soldado Schlump, escrito por Hans Herbert Grimm, y de la que se pensaba que no quedaba ningún ejemplar tras ser condenado a la hoguera por los nazis en 1933.

Al menos a Joseph Goebbels no le tembló el dedo cuando la recomendó para que se convirtiera en ceniza.

Que no quedara de ella rastro alguno.

Historias y desventuras del desconocido soldado Schlump le resultaba demasiado antigermánico.

Quiso el destino que Grimm no firmara la novela. Lo que explica que su autor no terminara en un campo de concentración y sí que permaneciera en silencio mientras daba clases de español, francés e italiano durante la postguerra en la República Democrática Alemana, un país sometido a un sistema que también hubiera condenado a la hoguera sus Historias y desventuras del desconocido soldado Schlump.

Según cuenta Redel, hace poco se encontró escondido en una pared el único ejemplar que hasta ese momento se conservaba de la novela. Fue un descubrimiento casual, con resonancias arqueológicas… Me pregunto que tuvo que pensar el obrero que derrumbó la pared y se encontró con un libro cuyo estado debía de ser el de una momia.

Y pienso que aunque no resultara así, aunque no existiera pared ni obrero, y que toda esta historia fuera un fabuloso cuento publicitario, rescatar del olvido un libro del que hasta la fecha no se tenía noticia y cuya publicación se produce ahora en Alemania coincidiendo con el centenario del inicio de la I Guerra Mundial, merece la pena.

Más en unos tiempos prebélicos donde es necesario recuperar historias que, como Las aventuras del soldado Švejk, del escritor checo Jaroslav Hašek, observaron la guerra desde una dolorosa pero también apreciada perspectiva satírica. Con acento negro y un sentido del humor que hace que nos tomemos en serio la siniestra realidad.

Enrique Redel avanza otras novedades para la Feria del Libro.

Entre otros títulos anuncia El Unicornio de Iris Murdoch… También la novela gráfica de Las aventuras de Tristam Shandy, de Laurence Sterne, ilustrada por Martin Rowson.

Y pienso, cuando regreso a casa, que ahora es el momento de acercarme a esta gigantesca novela a través de su traducción al lenguaje secuencial… Y es que últimamente confío más en las versiones en cómic de grandes títulos de la literatura universal que en las cinematográficas…

Mastico eso de que el libro debe ser colonizado.

Y sí, tenemos que afilar los lápices.

A mi me gustan los de colores.

Saludos, un destello momentáneo, desde este lado del ordenador.

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