Una novela incómoda

Es una novela incómoda, incómoda por el asunto que trata (la crisis como ente devorador de ilusiones, como agente generador de frustraciones, no solo por la carencia de trabajo sino también por cómo afecta a las relaciones con los demás) e incómoda porque resulta natural, cuando debería ser antinatural, sentir empatía por los protagonistas que aguantan la que ya tienen encima mientras el mundo marcha a su acostumbrada velocidad, solo que en unos tiempos donde los ricos son más ricos y las clases medias mucho más pobres.

No se trata, sin embargo Asamblea ordinaria (Libros del Asteroide, 2016) de una novela solo sobre la crisis sino de personajes a los que la crisis ha viciado para transformarlos en algo así como náufragos modernos, hombres y mujeres que flotan a la deriva mientras pasan los días y se reducen sus expectativas por encontrar un trabajo no ya digno sino indigno.

Segunda novela de Julio Fajardo Herrero (Tenerife, 1979), la primera fue Los principios activos, publicada en 2008, Asamblea ordinaria se preocupa por indagar en aguas muy turbias y abisales, ya que procura profundizar en el corazón herido de sus personajes. Personajes heridos por esa gripe letal que sufre un sistema que, hasta el día de ayer, parecía cualquier cosa menos sumidero de fracasos, algunas ellas acompañadas de espontáneas tentativas para ponerle fin.

Para contar este relato, amargo y difícil si se conoce lo que describe Fajardo Herrero, se recurre a tres historias organizadas en capítulos alternos que nunca se llegan a cruzar, que protagonizan tres parejas de personajes, y la aparición de otros que configuran el universo narrativo en el que se mueven y se relacionan todos ellos en un libro que está llamado a despertar conciencias de los que se han esforzado en dar nombre y apellidos a las víctimas de la crisis.

Se trata de gente corriente y por tanto que responde con las mismas parecidas reacciones a las nuestras, mortales comunes a los que parece que se les ha negado su derecho al trabajo. Por la novela desfilan así, y en arco generacional que procura ser amplio, una viuda mayor de edad, que tiene un sobrino que se ha instalado en su casa; una joven pareja en precaria situación económica y que tienen una hija pequeña, y un empleado y su jefe.

La novela se desarrolla en los paisajes urbanos de Zaragoza, Madrid y Barcelona y en cada uno de los casos, la tensión estalla, cuando la rutina se convierte en no hacer nada.

Julio Fajardo recurre a técnicas narrativas diversas para dar voz a sus personajes. Por un lado escoge la primera persona, en los monólogos o soliloquios que cada uno de sus protagonistas dicta al lector con su propia entonación, con su color particular, lo que permite identificarlos a medida que se avanza en un relato en el que pesa, y mucho, la frustrante sensación de ser un perdedor ante los demás, ante los tuyos y ante sí mismo.

Explotación laboral, hipotecas, decadencia, hipocresía son otros de los temas que se entrecruzan en un libro que se desarrolla con una lentitud que va ocupando el ánimo del lector. A veces, solo a veces, tuvimos la sensación que más que leer una novela estábamos observándonos en un espejo que refleja no una realidad deformada sino la real, esa a la que nos enfrentamos todos los días.

No, no es un libro cómodo Asamblea ordinaria. Ya lo dijimos al inicio y lo repetimos al final porque se trata de una novela incómoda y cuya lectura se desenfoca por las lágrimas que suscitará entre los lectores.

Saludos, se ha dicho, desde este lado del ordenador.

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