Los olvidados cines de Tenerife, un libro de Julián Hernández

Tenerife disfrutó en el pasado de numerosas salas de cine. Eran otros tiempos, así que todas ellas, salvo el Víctor en la capital tinerfeña, han cerrado sus puertas para transformarse en otro tipo de negocios sin renunciar en muchos de los casos a ser envejecidos testigos de lo que una vez fueron.

El historiador Álvaro Ruiz Rodríguez hizo de notario de todas aquellas salas en el volumen El templo oscuro. La arquitectura del cine, Tenerife 1807-1992, libro en el que repasaba con tono académico la geografía de aquellos espacios que fueron sustituidos primero por los multicines y, más tarde, el vídeo y hoy las descargas –legales e ilegales– por ordenador.

De este capítulo, el de los antiguos cines que aparecen diseminados también en obras de carácter general dedicadas al cine en Canarias, se hizo eco primero en facebook y ahora en libro, Julián Hernández.

La página de facebook, que es conocida como Los olvidados cines de Tenerife, se caracteriza sobre todo por el material gráfico que ofrece, parte de ese material se recoge en el libro que, recientemente, presentó con este mismo título su autor, un volumen que ha sido editado por Ediciones Idea y en el que cuenta con tono desenfadado la historia de algunas de las salas de exhibición cinematográfica en Santa Cruz de Tenerife y La Laguna.

Como documento, el libro tiene su interés aunque no fusiona el recuerdo emocional con el estudio descriptivo de las salas, un trabajo que ya realizó en su momento Álvaro Ruiz y trabajo del que se nutre Julián Hernández para informar con datos sobre algunos de los cines que repasa en la obra.

Por desgracia, el autor no ha sabido encontrar tampoco su camino cuando barajó la posibilidad de publicar sus comentarios en la popular red social en formato libro. En este aspecto, es probable que le hubiera ido mejor si hubiera apostado por la nostalgia y las sensaciones que aún conserva de los cines que conoció cuando era un adolescente que por el estudio de muchas de ellas, aunque se aprecian las líneas que le dedica al ya desaparecido cine Fraga, ya que además de rendir tributo a un personaje singular en la historia de la exhibición cinematográfica en Canarias como es Eladio Fraga, se lee como un homenaje a los cines de barrio que se prodigaron en la capital tinerfeña hasta bien entrado los años setenta, y salas en las que se reponían películas para mayores de 18 años en las que, normalmente, dejaban entrar a los que no habían cumplido esa edad.

Si para el autor de la obra, Julián Hernández, el cine Fraga es objeto de devoción, para quien ahora escribe estas líneas lo fueron el Delta, en el barrio de la Salud y el Somosierra, ya que aún conserva grabados al rojo vivo en su memoria el visionado de largometrajes prohibidos entonces a menores como El exorcista o Matar o no matar, este es el problema, entre otras.

Se resiente la lectura de Los olvidados cines de Tenerife de no haber apostado, precisamente, por la nostalgia. Un libro de estas características necesitaba de un enfoque guasón y cinéfilo que fuera más allá de lo que ya nos ofreció Álvaro Ruiz en su académico El templo oscuro. Con todo, el libro de Julián Hernández cuenta con algunos momentos en los que parece que sale del armario, y que son aquellos en los que narra con irregular pulso narrativo sus recorridos recientes por muchas de esas salas que ya no son lo que fueron. Cines reconvertidos ahora en gimnasios o boleras, tiendas de todo a 1 euro o locales abandonados, testigos mudos de un tiempo cuyos días el viento, precisamente el viento, se llevó.

Saludos, ¿vamos al cine?, desde este lado del ordenador

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