Fallece Alfonso Delgado, escritor, pintor, perfomance, escultor y agitador cultural canario

La semana comienza con una noticia muy triste para la república del arte en Canarias. Ha muerto el polifacético artista Alfonso Delgado (Santa Cruz de Tenerife, 1955), pintor, perfomance, agitador cultural, poeta y escritor de una sobresaliente novela, Queda la broza, publicada el año pasado en la editorial de Canarias3puntocero.

Alfonso Delgado comenzó su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, realizando su primera exposición individual en el Ateneo de La Laguna en 1976. Tras licenciarse de sus estudios universitarios, dirigió el programa Alternativa para la sala de arte Los Lavaderos y diseñó y dirigió para el Ayuntamiento de la capital tinerfeña un ciclo de innovaciones artísticas, Nuevas Formas.

Como artista plástico realizó numerosas exposiciones no solo en las islas sino también en Francia, Alemania y Méjico. Su última individual, hace dos años, se exhibió en la sala MAC de la Casa Elder en Santa Cruz de Tenerife, colección que llevó por título Puerto Olvido.

Alfonso Delgado participó también con sus obras en varias colectivas, practicó con éxito el arte urbano, transformó ropas y zapatos en “objetos mágicos”, realizó esculturas e intervino en perfomance como Nepenthes y Tú eres azul cobalto junto a Pablo Martín Carbajal.

Dirigió Inter-Lab, el Laboratorio Intercultural de Creación y Comunicación de Ideas, una iniciativa que contó con el respaldo de la Universidad de La Laguna y en la que participaron también Paloma López-Reillo y Eduardo Negrín. En 2017 fue premiado por el programa de la Unión Europea Intercultural Cities, que reconoció su trabajo como innovador y de interés social.

Formó parte del grupo Los Novísimos y fue autor de los poemarios Calle del aire, Oceana, Laberintia y El guerrero de Riace, entre otros y de la novela Queda la broza, una hermosa historia de amor que se desarrolla a caballo entre Santa Cruz de Tenerife y París a principios de siglo XX y que ahora queda como testamento de un artista que amó la ciudad en la que nació y en la que recorrió sus calles. En los años setenta junto a su buen amigo el también poeta Félix Francisco Casanova.

Estoy seguro, si existe un más allá, que se habrá reencontrado con el autor de El don de Vorace para perderse en el laberinto del firmamento con la idea de tomar un café, ir al cine y trabajar luego, después, en un arte que desde ayer ha perdido en Canarias a uno de sus más señeros referentes.

Saludos, hoy muy tristes, desde este lado del ordenador

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