LaLaZ, una novela de Guillermo Alemán

“El Josema ya está despierto. Tiene los ojos como chernes y vaga por la casa diciendo aquello de “más nunca”, que siempre repite cuando la resaca le arranca el estómago. Se alonga a la ventana y vomita una bilis verdusca que pronto se confunde con la lluvia ácida que cae a mares”

(LaLaZ, Guillermo Alemán, Fatiga Books, 2018)

Escrita en tiempo presente y ambientada en el año 2077 en La Laguna y episódicamente en Santa Cruz de Tenerife, dos ciudades de provincias condenadas a entenderse, LaLaZ de Guillermo Alemán fue una de las grandes sorpresas literarias del 2018. Un libro absolutamente imprescindible para conocer y saber por donde transita la literatura que se concibe aquí, en el archipiélago canario, una república de las letras cada vez más segura de sí misma y psicotrónicamente libertaria y sin ataduras con una tradición a la que, sin embargo, respeta.

Resulta difícil despiezar una novela repleta de cápsulas de nitroglicerina pura, sin artificios, directas a reventar el estómago del lector a base de espontánea carcajada porque todo cuanto se dice, se dice en clave de ácido humor y por lo tanto, parafraseando al músico y escritor Boris Vian, suficiente para tomarse las cosas en serio. Dispuesto así el tablero, no están los tiempos para perder el tiempo con basura diversa, llámela tele realidad y novelas rosas pero sí a que te cuenten las miserias que definen el día a día con una mirada irónica, no exenta de cinismo sobre tu vida diaria aunque el escritor ambiente la acción en un futuro que, ya ven, no resulta tan lejano.

LaLaZ afronta varios géneros pero sobre todo los géneros que cruza destaca uno, el de la sátira, una sátira feroz y en ocasiones descarnada que muestra las vergüenzas de una isla y de sus habitantes. Que explora a veces rozando el ánimo paródico el ser y el cómo ser del canario de a pie visto a través de los ojos de uno de los supervivientes de aquellos ya lejanos pero por eso legendarios años 80 que ahora, precisamente ahora, pasan factura.

Novela urbana, que transcurre en un escenario que se encuentra “frente a las costas de África, en una isla nauseabunda que flota a la deriva de un océano radiactivo”, y que no es otra que Tenerife, poblada por los pocos supervivientes de una masacre mundial que despiojó al plantea de más de la mitad de la humanidad, la escritura de LaLaZ es tan afilada como la de un naife, narración en cuyo estilo proliferan los canarismos de todo tipo y color así como ese argot urbanita, de barriada que se resiste a perecer y que marcó tanto a una generación que se hizo mayor en unos tiempos, los ochenta, donde todo aún parecía posible.

Aunque Guillermo Alemán lo niegue, la historia está plagada de personajes reconocibles de nuestra realidad insular aunque lo aconsejable es leer la novela a su aire, evitando buscar paralelismos con lo que nos rodea porque la intención del autor es otra.

Entre las muchas cualidades que contiene esta explosiva fábula que bien podría haber empezado con el clásico érase una vez en La Laguna, la LaLa del título (nos ahorramos de explicar la Z), la novela no deja tomar descanso al lector, es como si lo invitara a viajar en una montaña rusa que sube y sube para bajar y bajar mientras el corazón casi parece salir por la boca ante las acometidas de una carcajada que parece que no quiere terminar nunca. Y créanme, no es nada fácil hacer reír, y mucho menos si se cuenta con palabras que ubican al lector en un mundo futuro donde ha subido el nivel del mar, casi todo es mutante y el poder lo manejan, como siempre, los mismos poderosos de siempre rodeados de una guardia pretoriana que se distingue por las escasas luces de sus miembros.

El responsable de todo este desaguisado, de esta novela aparentemente dispersa pero bien pertrechada para provocar centenares de detonaciones por minuto es un escritor que cultiva y conoce su territorio, además de ser autor de otras dos historias largas que con los títulos de El fantasma del viejo arlequín y Paté de foie ponen de manifiesto que estamos ante un escritor consolidado aunque viva al margen del circo literario canario. Lo que uno, desde esta modesta atalaya, agradece sobre todo porque así su literatura no está contaminada aún por los otros, los que pueblan ese zoológico en el que se encuentran y desencuentran tantos escritores y escritoras que no terminan de convencerse que más que estrellas son estrellados protagonistas de la dura pero tan circense realidad literaria canaria.

La voz de Guillermo Alemán suena por eso tan fresca y novedosa en este mundo, y por ser tan auténticamente canaria, universal. Es decir, apta para otras tribus lectoras que no necesariamente tienen que haber nacido en estas islas tan abandonada de la mano de los dioses.

Saludos, noche cerrada, desde este lado del ordenador

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