El hombre vacío, una novela de Dan Simmons

Se ha escrito mucha ficción sobre la telepatía, tanto, que casi se ha convertido en un subgénero de la ciencia ficción con títulos tan notables como El hombre demolido y Mutante, de Alfred Bester y Henry Kuttner, respectivamente.

Lo interesante de El hombre vacío, una novela de Dan Simmons, es que intenta normalizar lo que se supone es una anomalía y al mismo tiempo presentar un don aparentemente extraordinario como una carga que enloquece y desgasta a quienes lo poseen. Y es que no debe ser cómodo que le asalte a uno todos los pensamientos por dispersos que fueran de las personas que se cruzan en la calle, un caos de ideas, reflexiones a los que no se puede bajar el volumen.

El protagonista de esta historia, Jeremy Bremen, es un telépata, también profesor de matemáticas que intenta dar un razonamiento a su facultad. Facultad que también tiene su esposa, víctima de un cáncer.

Dan Simmons, su autor, cuenta con una nutrida obra en sus espaldas. Ha incursionado en la novela de terror metafísico con notables resultados (Los vampiros de la mente), la de aventuras y expediciones polares con tintes tenebristas (El terror) y el policíaco (Fría revancha) con un estilo que es muy Simmons, un escritor que además de contar buenas historias es un hombre culto, leído, muchas de estas lecturas aparecen en bastantes de sus libros y en ocasiones incluso le ha servido para dedicarles bonitos homenajes como pasa con el autor de Oliver Twist en La soledad de Charles Dickens aunque si hay una serie por la que lo elogian sus seguidores, la literatura de género tiene estas cosas, seguir con lealtad el trabajo de un escritor favorito, es Hyperion, una especie de Los Cuentos de Canterbury construido como una space opera, e Ilión, en la que reinterpreta en clave de anticipación La Iliada.

El hombre vacío pertenece a una etapa intermedia de su carrera literaria, y es una novela sobresaliente porque en contra de algunos de los títulos anteriores, esta contiene las páginas suficientes (pocas, si se compara con el resto) para hacerse una idea de lo que quiere contar.

No habla solo El hombre vacío de la telepatía y de lo difícil que es tener un facultad como ésta, sino de las relaciones familiares, el amor, la ausencia, la soledad y el dolor. También de seguir adelante pese a todas las adversidades que se te pongan por delante.

Planteada como una novela de carretera, el protagonista es un hombre desubicado que en su huida por Norteamérica aprende a reconciliarse consigo mismo, narra también el proceso de concienciación que inicia para asumir sus fuerzas y debilidades con el fin de convertirse en un hombre nuevo, una persona capaz de llenar el vacío que lleva dentro.

El libro oscila con inteligente equilibrio entre lo policíaco y lo fantástico. El protagonista recorre medio país escapando de un asesino de la mafia que quiere liquidarlo porque ha sido testigo de uno de sus crímenes; en su recorrido trabaja a las órdenes de una mujer en una granja perdida en el campo. La situación que se produce en este bucólico rincón del mundo es tan tremendamente fantástico que no vale la pena revelarlo con la esperanza de que como lectores lo descubran de motu propio, pero hay más momentos cómo éste diseminados en un relato que captura y evade con trabajada imaginación.

No soy, lo admito, un aficionado a las novelas de Simmons, de hecho, había leído solo un libro suyo, Los vampiros de la mente, pero recuerdo que me había gustado más como novela corta publicada en una de aquellas antologías que invadieron el mercado en los años 80, que como novela larguísima que no termina de ubicarse.

Debo de reconocer, no obstante, que la lectura de El hombre vacío ha despertado mi interés por acercarme más a la literatura de un hombre que muchos amigos adoran con respetable fanatismo. Una novela de este calibre explica esa explosión de fe, sobre todo porque detrás de las páginas se nota que hay un escritor con alma. Uno de esos que escribe historias en función de sus personajes y nunca al contrario.

El hombre vacío es el conmovedor retrato de un hombre condenado a deambular solo pero también de un sueño que está dentro de otro sueño y de plantear con una sencilla reflexión matemática la posibilidad de que la telepatía sea real, el resultado de combinaciones de hologramas que como las olas del mar se acerca y se alejan a nosotros en función de las mareas.

Saludos, más sol, desde este lado del ordenador

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