Ignacio Dean: “Soy la prueba física que el ser humano merece la pena”

Ignacio Dean Mouliaa continúa siendo el primer español, de una lista que incluye solo a cinco personas, en dar la vuelta al mundo caminando. Es, además, la primera que ha unido los cinco continentes a nado por lo que más que Ignacio o Nacho habría que llamarlo Heracles o Hércules. Así, dice, se lo pidió a su madre tras ver siendo muy joven una película con el héroe de la mitología griega y romana de protagonista.

Amante de la montaña y de los desiertos así como de los siete mares, Ignacio Dean cumplió hace unos años el sueño de dar la vuelta al mundo caminando.

Tras recorrer 33.000 kilómetros y cuatro continentes, la aventura le costó tres años de su vida y algunos sustos aunque mayores fueron las alegrías.

Su experiencia la reflejó en un libro Libre y salvaje (Editorial Zenith, Planeta, 2017), que ya va por su sexta edición y que el año pasado presentó en el Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras Periplo.

- ¿Cómo se prepara un viaje de estas características?

“La idea apareció cuando estaba realizando la transpirenaica. Fue el contacto con la naturaleza y estar alejado de las prisas de la ciudad cuando pasó por mi cabeza dar la vuelta al mundo caminando pero claro, una cosa es tener ideas y otra la de tomar decisiones. Dediqué nueve meses, meses que invertí en contactar con embajadas, ponerme vacunas y buscar patrocinadores. También de decidir qué material debía transportar y elaborar la web… Una vez sobre la marcha se produjeron cambios porque, inevitablemente, un viaje de estas características implica cambios, cambios que hay que hacer sobre la marcha”.

- ¿Qué tipo de cambios?

“Los que haces cuando conversas con la gente local para que te indique cuáles son las mejores rutas, países que cuando te fuiste de España vivían en paz y cuando llegas están en guerra aunque el mayor cambio fue no pasar por África”.

- ¿Por alguna razón?

“Por dos razones. América la iba a recorrer de norte a sur pero finalmente lo hice de sur a norte porque tenía que atravesar el desierto de Atacama. Cuando finalicé Australia, en junio de 2014, pensé que sería una buena idea cruzar un desierto en invierno pero luego me di cuenta que da igual el mes en el que atravieses un desierto. La segunda razón es que había vivido hasta entonces bastantes situaciones dramáticas como intentos de asaltos y que un viaje así lo haces cuando sientes la llamada de la aventura, algo inevitable que tienes que hacer y del mismo modo que empiezas terminas cuando sientes que ya es hora de poner punto y final”.

- ¿En qué país se sintió más cómodo durante su periplo?

“En muchos países aunque tuve muy buena acogida en Costa Rica, que es número uno en felicidad mundial. Se trata de un país que no tiene ejército, pura vida, que dicen allí. Recorrí Costa Rica acompañado siempre de gente. Buena acogida tuve también en Méjico, donde apuré los seis meses que me permitía el visado porque quería conocer su historia, cultura, música, gastronomía… En Eslovenia la gente fue muy hospitalaria y en otra expedición que realicé, Jordania”.

- ¿Y los peores?

“No me gusta hablar mal de ningún país pero los más complicados de cruzar caminando fueron India, por las dificultades ambientales y El Salvador por una razón de seguridad y eso que es el país más pequeño de América Central, el Pulgarcito lo llaman. En los seis días que tardé en atravesarlo me intentaron asaltar tres veces con un cuchillo”.

- Después de la aventura, ¿animaría a la gente a que hiciera lo mismo?

“Hay que tener muy claro que lo que quieres hacer es dar la vuelta al mundo y que la quieres dar caminando. Tienes que luchar por tus sueños y ser valiente o por lo menos intentar ser valiente con lo que sea. Y me refiero no solo a viajar sino a tener una familia, a montar un negocio… Un viaje de estas características te permite conocer más de cerca las políticas, las culturas y las religiones de los países que pasas porque vas caminando y aprendes y desaprendes por dentro muchas cosas. ¿Lo recomendaría? Sí, pero no me quiero hacer responsable si el viaje les sale mal”.

- Habla de aprender y desaprender por el camino.

“Van de la mano pero está claro que cuanto más sales de lo que se llama ahora zona de confort y vives situaciones como no tener comida, un lugar donde dormir, calarte hasta los huesos por la lluvia lo vives tanto fuera como por dentro y adquieres una visión global del planeta, de las culturas, de cómo funciona el mundo. Adquieres un gran bagaje personal y te vuelves una persona muy consciente de quién eres y qué quieres. Cuando vives situaciones tan extremas sueles volverte bastante tranquilo. Una de las cosas que más me costó al regresar a España después del viaje fue la de relajarme, relajar el estado de alerta en el que estaba sumido durante el viaje. Te vuelves también muy agradecido porque a mi, particularmente, me brindaron su ayuda en todos los países que pasé y gracias a esa ayuda el viaje fue posible”.

- Después de su experiencia ¿el hombre es bueno o es un lobo para el hombre?

“En la especie humana caben la bondad y la maldad. Viajar a pie es el medio de transporte más lento y expuesto que hay por lo que si la humanidad fuera mala no habría llegado ni a Francia. Soy la prueba física y demostrable que el ser humano merece la pena, la humanidad en general es bondadosa. Lo que ocurre es que no es noticia porque las noticias malas son la que suenan más y nos hacen parecer que somos así. Y no, no es cierto porque algunas personas que conocí me invitaron a su mesa como si fuera un miembro más de la familia aunque eso no quita que haya un porcentaje reducido de gente despiadada y sin escrúpulos para los que la vida no vale nada”.

- ¿Recuerda lo que sintió cuando inicia y finaliza el viaje?

“Cuando comienzo siento mucha ilusión y euforia porque estoy materializando y dando los primeros pasos de un sueño en el que llevo trabajando mucho tiempo. Fueron nueve meses, prácticamente el tiempo en el que se alumbra una vida; nueve meses con una idea fija, una obsesión en todo lo que hago, pienso e investigo y que parece ir encauzado a este objetivo. Cuando doy esos primeros pasos fueron de mucha felicidad. De hecho, en las primeras jornadas caminaba etapas de 50 o 60 kilómetros hasta que me avisaron las rodillas, lo que hizo que ralentizara la marcha y que las etapas fueran más cortas, de 30 kilómetros. Al terminar el viaje tuve una mezcla de sentimientos encontrados. Por un lado estaba feliz y satisfecho de haber dado la vuelta al mundo caminando y de haber cumplido mi sueño pero, por otro, estaba un poco descolocado, sabía que iba a costar adaptarme”.

- ¿Cómo financió esta aventura?

“Lo financié con ahorros personales porque entonces era un desconocido y me costó trabajo conseguir un poco de ayuda económica y sobre todo material como las zapatillas de deporte, el carro que transportaba. Ninguna marca quería asociar su imagen a un proyecto que pensaba estaba condenado al fracaso ya que eran escasas las probabilidades de éxito y sí bastantes de que el aventurero falleciera durante la marcha o se diera la vuelta, que tirara la toalla. No conseguí apoyos pero hay un proverbio que dice que cuando quieres algo encuentras un medio y cuando no quieres una excusa. Y yo estaba convencido de que esto era lo que quería hacer. Dediqué esta aventura a la defensa del medio ambiente porque caminar es el medio de transporte más silencioso y ecológico que existe y era una manera de transmitir y concienciar con este mensaje. Recibí además algunas donaciones e inicié una campaña de crowdfunding aunque fundamentalmente fue la gente la que me tendió una mano a lo largo del camino”.

- ¿Es más de montaña o de desierto?

“Es difícil aunque era más de montaña, de escalada, senderismo, acampada. Me gusta la nieve aunque últimamente me tira el mar. El desierto tiene otro magnetismo”.

- ¿Próxima expedición?

Estoy en ello y me gustaría contar en esta ocasión con un equipo de investigación científica. Un biólogo marino, meteorólogo y cámaras de televisión para filmar lo que hacemos porque estudio la idea de dar el salto al audiovisual”.

CONTAR EL VIAJE

Tras su experiencia recorriendo el mundo caminando, Ignacio Dean cuenta que se refugió en un hórreo en Asturias para escribir su aventura. Se tuvo que enfrentar así con los cuadernos que fue escribiendo a lo largo del camino y revivir las experiencias de ese periplo que, explica, lo ha hecho mejor persona.

“Me fui con 33 años, una edad en la que seguía siendo muy ingenuo y regresé tres años después más viejo y con un bagaje formidable”.

Todo volvió a su memoria nada más abrir el primer cuaderno, “el repiqueteo de la lluvia contra la lona de la tienda, la tinta de los bolígrafos que utilicé para escribir los cuadernos… Lo más difícil fue el proceso de filtrado, de qué cuento y no cuento. De destilar lo que pasó en esa vuelta al mundo”.

PRÓXIMA EXPEDICIÓN

Tras da la vuelta al mundo, Ignacio Dean se embarcó en una nueva expedición con mensaje, en esta ocasión la de unir los continentes cruzando a nado la costa que los separa.

La expedición Nemo se hizo con paréntesis entre junio del 2018 a marzo del año pasado, y le costó un año prepararla.

A nado cruzó el estrecho de Gibraltar para unir simbólicamente Europa con África; Grecia y Turquía para enlazar Europa con Asia así como el estrecho de Bering para unir Asia con América. Practicó además una travesía de 22 kilómetros en el mar de Bismarck, al norte de la isla de Nueva Guinea y en marzo de 2019 el golfo de Akaba, en el mar Rojo, donde nadó desde Egipto hasta Jordania con el fin de unir África con Asia. Este último trayecto fue muy delicado, explica, ya que esa parte del mar Rojo hace costa con cuatro países: Egipto, Israel, Jordania y Arabia Saudita que están situados en una zona en continuo estado de alerta.

Ignacio Dean se encuentra ahora organizando las imágenes que rodaron durante la expedición para un documental que cuente la historia de esos días, el esfuerzo que significó cumplir otro sueño. Alterna este trabajo con la preparación, aún embrionaria de otra aventura. “Tal vez en el mar, pero no lo sé todavía”.

Saludos, se hace camino al andar, desde este lado del ordenador

2 Responses to “Ignacio Dean: “Soy la prueba física que el ser humano merece la pena””

  1. Javier Says:

    Hola, me gustaría poder contactar con Ignacio Dean. Le quiero hacer una serie de preguntas, y mejor que el nadie me las puede responder. Gracias

    Un Abrazo de Alma!!

  2. admin Says:

    Buenos días, te invitamos a que te pongas en contacto con Nacho escribiéndole a su blog personal: https://nachodean.com/

    Saludos

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