Encuentros en la tercera fase

Estrenamos tercera fase para adentrarnos en la leeenta “nueva normalidad” que dicen y paseo por las ramblas de mi pequeña capital de provincias bajo un sol de justicia y un cielo azul que solo se ve por aquí que alegra el alma de cualquier mortal que se precie.

El rito es más o menos el de siempre. Mañana de paseo con Kala. Parada en el kiosco para comprar el pan y aprovechar unos segundos para mirar los titulares de las portadas de los periódicos. Rumbo al Viera y Clavijo, cada día más abandonado de la mano de los dioses para que la perra busque lagartos (ni se imaginan cómo se le iluminan los ojos cuando le digo que vamos a buscar lagartos) y luego de que rebusque entre las rocas sin demasiado éxito porque las lisas y las lagartijas se le escabuyen por entre las endiduras de las paredes, paseo al parque La Granja que, entre las obras que dificultan su acceso, aún cuenta con un pequeño reducto donde tumbarte en el césped a la sombra de un árbol y leer un poco de El conde Belisario, algún día rendiré homenaje a Robert Graves, escritor que sabe quitarme el aburrimiento mientras me da una lección de Historia, y vuelta a casa por otro camino que no es el de las ramblas sino el que baja por la avenida Islas Canarias hasta la calle de Salamanca, que atravieso con un nudo en el estómago cuando cruzo los multicines Price, la pastelería Soto, con una cola no demasiado extensa para comprar pasteles y más allá las carnicerías, la tienda de arreglo de ropa, la ferretería, los supermercados chinos para llegar a la calle del capitán Gómez Landero y contemplar la fachada de la vivienda donde residieron hace mucho tiempo mis abuelos. La casa ya no es la misma sino un moderno edificio de viviendas y la verdad es que de muy poco me acuerdo de cómo era entonces porque aún llevaba pantalones cortos y, probablemente, chupa.

Sí que recuerdo, no obstante, haber perdido un muñeco de Ursus (¿o era Goliat), el compañero de El Jabato o El capitán Trueno en el jardín y no descubrir jamás donde fue a parar aquella figurita que me llevaba a todos lados. Lo curioso del caso es que siempre he tenido la certeza de que algún día lo descubriría, que volvería a mi o mejor que volvería a él pero de momento es otro de esos sueños imposibles que uno lleva en la cabeza y que no quieren marcharse aunque te vayas haciendo más viejo.

Las ciudad recibe con entusiasmo la tercera fase porque veo más gente, la mayoría con mascarillas, y tráfico en las calles. Llego hasta el kiosco de La Paz y una vocecilla ronca de fumador me llama. Doy la vuelta con Kala tirando de la correa y me encuentro al mismo tipo que me encuentro casi siempre en la rambla con el que he establecido una amistad que consiste en saludarnos… Aunque el hombre, que cojea y que por eso lleva bastòn, me confunde siempre con otro.

- Señor juez.- me dice.- señor juez, buenos días.

- Buenos dìas.

A veces estoy tentado en decirle que no soy juez ni que estoy jubilado, que es otra palabra que utiliza cuando me saluda, pero qué más da, me alegra encontrármelo y decirnos estas cosas que como decía aquel se perderán como lágrimas en la lluvia pero que a mi, particularmente, me da sensación de que soy habitante de esta ciudad donde comienza a ser habitual ver ratas merodeando por los cubos de basura, gatos callejeros que comen los que le deja una anciana que solo compra arroz cuando me la encuentro en la cola del supermercado, y alguna que otra cucaracha despistada que sale de la boca de las alcantarillas. Y sí, no está la ciudad lo que se dice muy limpia. Si vivieran aquí les invitaría a que pasearan por algunos de sus barrancos. Uno de ellos, que la atraviesa como un cuchillo casi a la mitad, es territorio comanche repleto de basuras. El otro día recorrí un tramo con un amigo y mientras caminábamos observando las cuevas donde vive gente, los troglodietas de la Santa Cruz, miraba hacia arriba, con la perspectiva que da el contrapicado, otra realidad de esta reitero pequeña capital de provincias

Continuamos el paseo Kala y yo, estamos de regreso asi que son como la una de la tarde más o menos.

- Señor juez, señor juez…

Y vuelta a empezar.

¿Dónde voy?

A caaasa.

Encuentros en la tercera fase.

Saludos, íntimo, sincero, desde este lado del ordenador.

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