Bram Stoker, porque la sangre es vida

Habré leído unas tres o cuatro veces el Drácula de Bram Stoker y cada nueva lectura significa un nuevo comienzo con este libro que, para Oscar Wilde, paisano de Stoker, fue la mejor novela de literatura fantástica “de todos los tiempos”. Palabra del autor de El retrato de Dorian Gray y palabra del hombre al que Stoker le robó en Dublín, Irlanda, la novia en una de sus escapadas a Londres.

El caso es que su Drácula sentó cátedra y a partir de ese momento los vampiros comenzaron a ser mirados de otra forma. Ahora eran altos, espigados, con un espeso bigote bajo la nariz y poca afición a mirarse en los espejos y a las ristras de ajo. También, cómo no, a la cruz pero sobre todo si algo insufló al personaje el genio de Bram Stoker fue dar nombre a un no muerto y otorgarle una elevada posición social: la aristocracia. Es decir que por las venas de Drácula corrió, ya no porque esta no muerto, sangre azul.

Irse al otro mundo y no conocer de cerca una novela que está muy por encima de las notables adaptaciones cinematográficas de las que ha sido víctima, y entre las últimas la tramposa de Francis Ford Coppola, es dejar de lado una iniciación al género de lo increíble/creíble que dura para siempre. Por muchos divorcios que a lo largo de su vida tenga en sus apetencias lectoras.

Pero Stoker no escribió solo Drácula, aunque Drácula sigue siendo su novela más celebrada porque simple y llanamente lo es.

He ido procurándome con el paso de los años con todo lo que escribió este escritor que fue bastante –aunque no suficientemente demasiado– para satisfacer mi ansia devoradora porque la sangre es vida. Tengo en casa otras novelas traducidas del escritor como la sobresaliente La guarida del gusano blanco y la algo tediosa La dama del sudario. También La joya de las siete estrellas, que de alguna manera pudo haber inspirado La momia (Karl Freund, 1932), con un siempre destacable Boris Karloff asumiendo el papel de sacerdote y de momia que regresa al mundo de los vivos con la misión de cumplir la maldición.

Otro libro que considero imprescindible del escritor es Famosos impostores, una obra de no ficción donde repasa la vida y la obra de un puñado de golfos que se enriquecieron engañando a sus semejantes. Este libro, una rareza para quien considerara a Stoker un autor solo de novela fantástica, será todo un descubrimiento. Melusina lo publicó en España en 2009 con traducción de Albert Fuentes pero si el nombre de Bram Stoker suena en el mundo de la literatura además de su Drácula es por algunos de los cuentos que dejó escritos a lo largo de su existencia. Una existencia azarosa, sobre todo cuando cayó en las garras del actor victoriano Henry Irving, su conde Drácula particular.

Entre los cuentos que dejó escritos destacaría El entierro de las ratas y La casa del juez, que siguen siendo extraordinarios relatos macabros. También el puñado de historias que escribió, dicen que para niños, y que Valdemar recopiló en España en un volumen al que le puso el título de El país del ocaso.

Como suele suceder con otros grandes escritores, desgraciadamente Bram Stoker falleció con numerosos agujeros en los bolsillos, devorado por una sífilis que le pasaba factura tras tantas y tantas noches callejeando por los barrios más infames de Londres. Tras su muerte y como suele suceder con otros grandes escritores, su obra comenzó a revalorizarse aunque no fue hasta que el teatro y el cine adaptó Drácula (aunque solo conservan de la novela original el nombre de los personajes) cuando Stoker fue poco a poco ocupando el espacio que ocupa en la actualidad dentro del género. Dentro y me gustaría pensar que también fuera del género.

Quede así constancia que continuo releyendo su Drácula. Y sus cuentos, y alguna que otra novela. Mi relación con la literatura de Bram Stoker durará me parece a mi que todo lo que me queda ya de existencia. Incluso tengo la biografía que David Skall le dedicó al maestro, Algo en la sangre, pero no me convence las conclusiones a las que llega porque no resultan demasiado sólidas.

En fin, que aquí estoy escribiendo estas líneas en honor de un escritor que sigue estando ahí, relativamente vivo, en la mente de su legión de lectores ya que si Drácula vive su creador, Bram Stoker también.

Saludos, la existencia del vampiro se debe a que nadie cree en su existencia, desde este lado del ordenador

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