Dos reyes

No sé si hubo sol, el cielo estaba nublado o llovía escandalosamente pero tal día como hoy vinieron al mundo, abrieron los ojos para recibir la primera nalgada en el trasero para ponerse a berrear, dos reyes.

Dos reyes sin corona que solo coincidieron en una película que, como Mogambo (1953), para quien ahora les escribe no es que sea la mejor de las mejores películas que Hollywood ha localizado en África (y que me perdone John Huston y su La reina de África o Howard Hawks y su Hatari; incluso la pareja Compton Bennett y Andrew Marton de la fabulosa Las minas del rey Salomón y la angustiosa La presa desnuda de Cornel Wilde, entre otros y otros largometrajes) sino que es también uno de los mejores trabajos en las respectivas y honorables carreras de John Ford (1 de febrero de 1894-31 de agosto de 1973) que hace lo que parecía imposible: un western safari con intenso triángulo amoroso al fondo y William Clark Gable (Cádiz, Ohio; 1 de febrero de 1901-Los Ángeles, California; 16 de noviembre de 1960), que interpreta el papel que lo convirtió en estrella en el cine: el de un Hombre con H claramente mayúscula.

En la imagen pueden ver a los dos gigantes durante una pausa del rodaje de Mogambo. Por algún lado, porque no aparecen, deben de andar Ava Gardner y Grace Kelly. El resultado, ya se dijo, es una película donde la tensión sexual se puede cortar con un cuchillo. Una maravilla, por decirlo de una vez.

El antes y el después de este encuentro lo saben los cinéfilos y cinéfilas de cada casa. Jack Ford se convertiría en uno de los grandes maestros del cine norteamericano de todos los tiempos y Clark Gable sería proclamado rey en la república cinematográfica de Hollywood.

Sí, hermanos y hermanos, tal día como hoy la vida nos enseña que todavía es posible creer en milagros. O casualidades, que lo mismo da.

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