El abstemio, una novela de Ian McGuire

Ian McGuire es un escritor que no cuenta aún con demasiadas novelas aunque ocupa, desde que apareció en 2006 con un libro que no ha sido traducido aún al español, un puesto destacado entre los narradores que han escorado su centro en el género Histórico.

En este terreno, no cabe duda que McGuire se mueve como pez en el agua. Leo por algún lado que muestra especial predilección por la historia estadounidense pero, curiosamente, de los tres libros que lleva publicados, los dos últimos no se desarrollan en Norteamérica sino en otros escenarios. En Sangre helada es la cubierta y las tripas de un ballenero que navega al Círculo Polar Ártico. En El abstemio (Seix Barral, 2021), ambienta el relato en Manchester en la segunda mitad del siglo XIX.

Es verdad, y de ahí quizá esa “predilección por la historia de los Estados Unidos de Norteamérica” que entre los personajes que desliza en sus novelas se encuentra algún norteamericano. En El abstemio, un irlandés con experiencia militar en los campos de batalla de la Guerra de Secesión que pertenece a la hermandad feniana y que es enviado a Manchester para que cometa un acto terrorista que procuraremos no revelar a lo largo de este comentario. En esta ciudad inglesa se enfrentará a un policía también irlandés que cumple allí su trabajo.

¿Es El abstemio una novela de buenos y malos?

No. Y esta es una característica fundamental en la todavía raquítica literatura que firma este escritor porque sus personajes si tienen algún color es el gris. Y funcionan porque así es la vida.

El personaje central de El abstemio es el policía James O’Connor, quien tiene que averiguar a contrarreloj cuándo y dónde pero sobre todo quién cometerá el atentado. Afortunadamente, la novela no se detiene solo en la cacería que se inicia por los bajos fondos del Manchester de esa época con el objetivo de detener al terrorista, Stephen Doyle, un ex soldado endurecido por la Guerra pero con numerosas cicatrices tanto externas como internas. Frente a él un policía que no se siente seguro en ningún sitio y que tras llevar una temporada como alcohólico tras la muerte de su esposa, intenta limpiar su nombre sin probar una sola gota de alcohol. Es el abstemio del título de la novela. Para colmo de males, O’Connor no es bien recibido entre sus compañeros porque no se fían de que un irlandés, y encima católico, sea leal a la corona.

Los fenianos eran una organización nacionalista irlandesa clandestina. En 1850 comenzó su guerra contra el dominio británico sobre Irlanda. El abstemio parte así de un hecho real, la ejecución de tres de fenianos (conocidos más tarde como Los mártires de Manchester) en el penal de New Bailey, en Salford, en noviembre de 1867 acusados del asesinato del sargento de policía Charles Brett, sin embargo los hechos que narra la novela se suceden pocos días después de este ahorcamiento, muertes que marcarán a todos los protagonistas.

Ian McGuire ha venido para quedarse. Si se lee El abstemio como Sangre helada se comprueba que no es un escritor al que le guste adornar sus libros con frases que funcionen como sentencias ni con descripciones detalladas. No, su estilo es más bien conciso y directo. Y funciona. Tanto, que le bastan dos frases para poner en situación al lector. El cuadro que describe resulta vistoso, y añade a esa pintura impresionista que vierte sobre las páginas del libro aspectos que inciden no solo en cómo se ve el escenario sino también a lo que huele. El olor adquiere así en este libro una importancia significativa y logra una veracidad que no hubiera sido la misma si no señala qué es lo que se puede husmear no solo en la escena de los crímenes (y hay muchos en el libro) sino en los callejones que transitan tanto policías como fenianos.

El mayor atractivo de El abstemio se encuentra sin embargo en el enfrentamiento entre policía y terrorista. Un enfrentamiento que salvo en una ocasión, nunca será cara a cara. Para colmo de males, Ian McGuire “bendice” a su protagonista, el policía O’Connor con una maldición. Y no solo es la brutal forma en que perdió a su familia sino porque desde entonces al buen policía todo le sale mal. En cuanto a su contrario, Doyle, solo indicar que el horror que vio en los campos de batalla le ha servido para endurecerse por dentro y por fuera. La causa a la que sirve, la independencia de Irlanda, es solo una excusa para continuar con lo que mejor sabe hacer: matar. A Doyle le debe la Hermandad Republicana Irlandesa la ejecución de todos los soplones de Manchester, lo que deja a la policía sin ojos ni oídos en los bajos fondos aunque un sobrino de O’Connor logra infiltrarse en la organización terrorista.

La novela está estructurada en 33 capítulos que se distribuyen en las más de cuatrocientas páginas de un libro que se lee de manera voraz. Y se escribe voraz porque esta fue la manera en cómo lo disfrutamos.

Escrita en tercera persona y tiempo presente, El abstemio sitúa a quien se encuentre con ella en el lugar de la acción. Tiene además la facilidad de hacer creíble este viaje al pasado gracias al talento del escritor para dotar a los personajes de sustancia y por describir con realismo la geografía en la que se mueven (callejones, habitaciones miserables, cárceles que parecen diseñadas en el infierno, entre otros).

Respaldan a Ian McGuire con comentarios muy entusiastas por éste y otros libros escritores como Richard Ford y Roddy Doyle. Otros, creo que con más pasión que cabeza, lo reciben en la república de la letras por su estilo dickensiano aunque de Dickens, la verdad, si algo tiene es que ambienta –al menos los dos libros que se han publicado en España– en barrios miserables, esas geografías que recorre la indigencia más feroz y en los que parece que no existe la palabra solidaridad.

Saludos, sol, sol, sol, desde este lado del ordenador

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