En pie, famélica legión

Tengo la sensación que para ver el catálogo de Canarias en corto 2021 y 2022 uno debe poseer el carnet de familiar o de amigo de alguien que pertenezca a esa extraña secta en la que se ha convertido “el cine canario” y que alimenta pantagruélicamente con subvenciones la Viceconsejería de Cultura y el Instituto Canario del (Sub)Desarrollo Cultural.

Al paso que va, encerrado en su casita terrera y con los ojos, los oídos y la boca tapados a cal y canto, el actual viceconsejero, Juan Márquez Fandiño, ha dejado de ser el que una vez soñamos podría ser la gran esperanza de la Cultura en Canarias. Tras tantos y tantos años lidiando con viceconsejeros “nacionalistas” (entrecomillado obligado, por favor) creí que con Márquez Fandiño vendría una gestión pensada para todos, hondamente progresista, con miras al presente y al futuro pero me equivoqué. Juan Márquez salió rana al preferir escuchar las adulaciones de la gente que le rodea (prácticamente los mismos que trabajaron con el anterior viceconsejero, el ¿nacionalista? Aurelio González, cuya labor inexistente no hay que olvidar) antes que los consejos y sobre todo las críticas que algunos independientes osan plantearle a un personaje que se ha acostumbrado a lanzar balones fuera, entender que cualquier cuestionamiento a su labor es un ataque y movilizar a su comisariado político para callar a los que tienen boca y por eso mismo deben gritar.

Entiendo que Márquez Fandiño no puede estar en todo, que su área es grande, pero lo que no me entra en la cabeza es que además de generar reinos de taifas, mire hacia otro lado ante situaciones que, como las que se produjo esta semana, reclaman además de una explicación a la ciudadanía (que es para la que trabaja) una acción contundente que demuestre no solo al político sino también al artista que, me consta, lleva dentro.

El lunes y el miércoles pasado no se avisó a los que no son familiares ni amigos para ver los trabajos del catálogo Canarias en corto 2022. Pasó lo mismo el año pasado cuando se estrenó de tapadillo los filmes seleccionados en el catálogo 2021. Entonces, unos cuantos levantaron la voz pero hubo la callada por respuesta.

Esta semana sucedió lo mismo, es decir, que se exhibió solo para familiares y amigos los cortometrajes seleccionados de este año sin apenas promoción y, lo más grave, evitando que un espectador independiente pudiese ver el resultado que, a juicio del jurado que escoge el Gobierno canario, representa lo mejor del cine que se hace a este lado del Atlántico.

El último catálogo que me dejaron ver fue el de 2020 y ya escribí entonces la desagradable sensación que me atravesó cuando examiné aquellas propuestas, todas muy profesionales pero muy alejadas de la tierra que las promociona ya que cinco estaban rodados fuera de estas islas abandonadas de la mano de los dioses y solo dos sí que podían considerarse made in Canary Islands.

Denunciar el desprecio que se hizo a los cineastas que se parten el pecho por rodar y estrenar sus películas sin contar con el apoyo de la Viceconsejería y de los lobbys que amamanta desencadenó una campañita de reproches oficiales que me harían reír si no es por la gravedad que entrañan.

El caso es que no se valieron de argumentos para rebatir nuestras consideraciones, recurrieron, como ya es norma, a echar balones fuera y llamar a los díscolos “provincianos”, lo que pone de manifiesto el nivel intelectual de muchos de los que trabajan en la Viceconsejería (no se extrañen si algún día la ven escrita con B de Burro) y que hasta les resulte “normal” que solo se invite a los familiares y amigos a ver el catálogo Canarias en corto ‘21 y ‘22.

Lo que no es de recibo, almas de cántaro, es que la plebe, los Sans-culottes, los parias de la tierra, la ciudadanía que no forma parte de tan elitista club no pueda ver las películas de una iniciativa que existe gracias, precisamente, a los desheredados de la tierra que somos todos esos a los que no nos han invitado no al paraíso sino a ver las películas que se incluyen en los catálogos del 2021 y del 2022.

La cuestión no es baladí ya que sienta un precedente que, tal y como se las viene gastando los responsables de la cultural oficial, podría repetirse otra vez. La pregunta es ¿hasta cuándo vamos a seguir aguantando los de abajo, los parias de la tierra, los que no somos socios del club?

Otra sospecha que me asoma, pero intento pensar “no es esto, no es esto”, es que solo se invite a la familia y los amigos (utilizando por cierto espacio públicos que sostenemos todos con los impuestos, como el Guiniguada y La Granja) por miedo a la reacción de unos espectadores con instinto crítico, gente que se preocupa por ver con mirada independiente lo que va a representar cinematográficamente a Canarias este año que recién empieza.

Pero tienen que cambiar muchos las cosas ahí dentro, en la Viceconsejería que hoy ocupa un hombre, creo que de izquierdas, que delega acciones en personas a las que le importa muy poco la ciudadanía.

De momento, esperamos el éxito de un catálogo que no hemos visto por esos festivales de Dios. Y esperamos, sinceramente, a su éxito aunque visto los resultados del catálogo del 2021, serán pocos. Es lo que tiene apostar por cintas que consisten en un plano fijo de la terminal de un aeropuerto o un rebaño de cabras atravesando un carretera comarcal.

Cine experimental, no narrativo, afirman sus defensores.

Un truño, algo que no se parece a cine, piensa la mayoría. Incluso los familiares y amigos de los miembros de tan selecto como impresentable club.

Saludos, basta ya, desde este lado del ordenador

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