Fallece el escritor vasco Fernando Marías

La primera vez que oí hablar de Fernando Marías fue sin que mencionaran a Fernando Marías (Bilbao, 1958) sino uno de los trabajos que había firmado para la televisión, se trataba de un falso documental que escribió junto a Juan Bas y que se exhibió en la noche de los tiempos en esa caja que no es pero sí que hacen tonta.

Recuerdo a mi madre comentándome una mañana de ¿domingo? Que había visto la noche anterior un programa en el que se afirmaba que el poeta granadino Federico García Lorca no murió fusilado aquel día maldito de 1936 sino que, amnésico y desfigurado logró sobrevivir al vil asesinato. El documental formaba parte de una interesante serie cuando la televisión pública presentaba programas de interés, Páginas ocultas de la historia y por esos meandros de la memoria lo recordé ayer, ya de madrugada, cuando leí en un chat de grupo el anuncio del fallecimiento del también escritor vasco.

El impacto fue tremendo, y no porque me uniera una gran amistad con Fernando Marías sino porque recordé la primera y última entrevista que le hice en la madre de todos los festivales del literatura de género que se celebran en el mundo: La Semana Negra de Gijón, donde estaba junto a Bas, a quien también entrevisté.

Con ambos, además de hablar de los libros que iban a presentar en la ciudad más rebelde de Asturias, charlamos de cine. El resultado de la conversación se puede buscar en hemerotecas si les interesa. Y tuvo que ser, si no el año en que España ganó el Mundial de Fútbol, el anterior o el siguiente.

El caso es que tras finalizar la entrevista comenzamos a hablar de cine apoyados en la barra de un bar mientras nos tomábamos unas cañas. Salieron muchos nombres de actrices y actores, también de cineastas y películas que de una manera u otra nos habían cambiado la vida. Una de esas charletas que entre cinéfilos del mundo, uníos, se dan con cierta frecuencia en la barra de los bares que no solo viven, las barras de los bares, de diálogos futboleros.

Fernando Marías me dijo en la conversación algo que me sorprendió como aficionado al cine, y es que detestaba con toda la cordialidad del mundo el musical, que es un género no por el que sienta devoción pero sí un singular interés quien ahora les escribe. Más tarde me dijo que su género favorito era la comedia. La comedia y después, con una distancia de apenas unos poquitos metros, el western.

Le respondí, como amante de las películas indios y vaqueros, que uno de mis western favoritos era El último atardecer. El filme de Robert Aldrich sigue siendo uno de mis predilectos pasado el tiempo, y no me canso de verlo en casa. Muchos sabrán que el largometraje está protagonizado por Kirk Douglas y Rock Hudson, también por Joseph Cotten, Doroty Malone y Carol Linney, que fue una actriz de la que estuve virtualmente enamorado durante muchos años. A Fernando Marías le gustaba bastante también esta película que más del oeste y una tragedia bíblica que son los mejores western, es un estudio psicológico de personajes que todavía resiste (y con la cabeza bien alta) el paso del tiempo.

También hablamos con la grabadora en pausa de otras películas y creo que me hubiera quedado toda la tarde escuchando sus preferencias cinematográficas si no llega Juan Bas para recordarme que le tocaba entrevistarlo. La entrevista con Bas giró por parámetros parecidos aunque también ocupó un buen pedazo la gastronomía aquella conversación con un aquel hombre barbado y con un extraordinario sentido del humor que lo llevó a organizar en Bilbao un festival de literatura de humor que todavía sigue dando guerra, pero no sé si con Bas al frente.

Me resulta dolorosa la muerte por lo que tiene de ausencia repentina. Llevo ya demasiadas lágrimas vertidas por los seres queridos que me dijeron adiós a lo largo de este tránsito que es la vida y soy consciente que un día de estos quien se irá a la nada será quien ahora les escribe. No me quita el sueño. Pero si algo me quita el sueño es conocer que la gente a la que quiero por cercana y a los que conocí solo una vez y de lejos como Fernando Marías desaparecerán algún día porque esta es la ley. La ley de la vida y de la muerte.

Quiero imaginar por eso que si existe un más allá o un más acá, Fernando Marías estará ahora mismo viendo por enésima vez en un amplio salón del paraíso El apartamento, que fue, me dijo, una de sus películas favoritas. Uno de esos títulos a los que volvía una y otra vez porque como tantos (y me incluyo) se sentía como el arribistas frustrado que encarna Jack Lemmon ante la fantástica señorita Kubelik que encarna Shirley MacLaine en el esplendor de su carrera cinematográfica.

Me pregunto si entre las nubes del edén, allí donde tocan el arpa ángeles con alas, aparecerá Billy Wilder para informarle a Marías que, efectivamente, él es Dios en esa película en la que ahora vivirá eternamente el escritor y guionista.

Los vivos, mientras tanto, permanecemos aquí abajo lamentando su muerte.

El espejo, una vez más, se ha roto.

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