Markus Hediger: “Los libros no cambian el mundo pero sí pueden cambiar una vida”

Markus Hediger (Zúrich, 1959) presentó el pasado 16 de abril en el Desván Blanco Espacio Cultural, en Santa Cruz de Tenerife, Dar la vuelta a la piedra. Antología personal, 1981-2021 (Animal Sospechoso, 2021), un libro que cuenta con traducciones de José Aníbal Campos, Sara Cohen, Juan Goldín, Rodolfo Häsler y José Luis Reina Palazón. La edición en español incluye también un prólogo que firma el poeta argentino Edgardo Dobry.

El poeta suizo, que prepara en estos momento un nuevo libro, En el cenicero del tiempo, habla cuatro idiomas y es en uno de ellos, el francés, en los que escribe una poesía que él mismo define como “narrativa”.

- Pandemia, confinamiento, nueva guerra en Europa… ¿De qué sirve la poesía en estos tiempos que vivimos?

“La poesía siempre es necesaria porque puede ayudarnos a superar cosas tan graves como las que menciona. Tal vez no la guerra, porque la guerra es un asunto en el que desaparecen todos los valores pero en los países en los que no hay guerra en general la lectura cambia la vida porque los libros no cambian el mundo pero hay libros que pueden cambiar una vida. Ese fue mi caso, no soy la misma persona después de leer a ciertos autores”.

– ¿Qué autores?

“Gustave Flaubert y la poeta Alfonsina Storni que para mi es una de las grandes de la poesía del siglo XX. Es una autora moderna, urbana, feminista y tiene humor, humor negro en ocasiones”.

- Me cita a un autor francés y a una autora argentina pero no a ningún escritor suizo.

“Fui muy amigo de una poeta que este año hubiera celebrado el centenario de su nacimiento, Erika Burkart, que falleció en 2010, y que tuvo mucha influencia en mi vida. Otros autores suizos me han impactado pero no los considero como mis maestros”.

- En sus biografía destaca que escribe en francés y no en alemán, que es su lengua materna, ¿por qué?

“Porque cuando era muy joven, con 17 o 18 años, me di cuenta que mi madre leía mis manuscritos, entonces escribía teatro, y cuando quise escribir una obra en la que uno de los personajes estaba inspirado en mi madre pensé ‘¿que hago ahora?’ y recurrí al francés porque ella no lo entendía muy bien. Descubrí además que mientras escribía en francés todas las palabras me resultaban nuevas, frescas, sin pasado ya que no tenían relación con mi lengua materna, fue un proceso de conquista que duró varios años, tantos, que todavía dura”.

- ¿Ha escrito poemas en alemán?

“No”.

- ¿Recuerda a que edad escribió su primer poema?

“El primer poema lo escribí con 19 años y fue en francés. Tuve un profesor de esa lengua que me dijo que así no, y fue él quien me inculcó la versificación clásica. De hecho, todavía escribo en versos totalmente clásicos aunque no lo parecen porque no hay rima pero creo que el lector capta que tienen un ritmo”.

- Un trabajo difícil.

“Sí que lo es porque me pongo muchos obstáculos, pero esos obstáculos me obligan a que los supere. La libertad del verso libre se confronta con la primera idea que te viene a la cabeza pero si aparecen obstáculos te planteas cómo tienes que expresar esa idea y eso a mi me inspira. Es decir, que los obstáculos me inspiran”.

- ¿Ha escrito poesía en otro idioma que no sea el francés?

“No, solo escribo poesía en francés, que es un idioma que conozco y que traduzco al alemán y a veces al italiano y al español pero con estos últimos idiomas nunca en un libro entero. He traducido poemas de algunos amigos y dos de Federico García Lorca que se publicaron en Alemania. El estilo de Lorca me parece de verso moderno aunque no lo sea porque todo en él es clásico y bien contado”.

- Ha traducido entonces más poesía que narrativa.

“Sí, pero en una antología tú escoges los poemas que te parecen traducibles y dejas los que consideras intraducibles porque me resultan muy frustrante en estos últimos casos que pierdan mucho de su espesor original. Por eso escojo los poemas que puedo traducir, conozco mis límites”.

- Y como traductor, ¿es más fácil traducir un ensayo o un poema?

“Depende. Una de las grandes figuras de la literatura suiza, Alicia Rivaz, tiene frases que ocupan de tres a cinco líneas en su última novela por lo que me resultó extremadamente difícil traducirla por su estilo pero hay también otros autores igual de excelentes que no sé traducirlos sobre todo cuando emplean juegos de palabras. No obstante, conozco traductores que lo hacen muy bien pero yo soy incapaz de hacerlo, a lo más que llegó es a traducir cierta ironías pero nunca el virtuosismo verbal”.

- Ha dicho que descubrió Argentina a través de la obra de Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni y Manuel Puig. ¿Se puede descubrir un país a través de sus escritores?

“En mi casos fue un poco así con Argentina aunque a Borges ya lo había leído antes de viajar a ese país, sobre todo su poesía. Después comencé a leer a Storni, que me encantó. Llegué a conocer de memoria catorce de sus poemas y sentí cierta ligazón con ella y con su obra porque nació en Suiza (Sala Capriaca) hasta que marchó con su familia a la Argentina, estableciéndose primero en San Juan. La estancia resultó un fracaso y la familia regresó al completo a Suiza, donde permanecieron unos cuatro o cinco años para trasladarse otra vez y de manera definitiva a Argentina, país en el que tuvo que aprender español porque solo sabía hablaba italiano”.

- ¿Y qué impresiones le quedaron de Argentina?

“Me gusta mucho el sentido del humor de los argentinos, me parece muy parecido al europeo. No es el caso de, por ejemplo, los colombianos, que tienen otro sentido del humor. Es interesante como pasan las cosas”.

- Creo que escribe también ensayos.

“Escribo ensayos, como un texto dedicado al centenario del nacimiento de Erika Burkart y otros en los que reflexiono sobre autores a los que conocí pero lo mío es la poesía, una poesía narrativa en la que intervienen personajes y que cuenta con un lado dramático en el que los protagonistas hablan y desarrollan escenas que recogen mis experiencias como dramaturgo en mi juventud ya que conservan a los personajes de los que hablé cuando tenía 20 años y que fui recuperando a través de la poesía”.

- Ya no escribe prosa.
“No, ya no. Mi vida está un poco apuntando al final así que si escribo otros libros serán uno o dos más de recuerdos, lo que me parece suficiente”.

- ¿Tuvo maestros, personas que lo ayudaron a que se formara como poeta?

“Tuve dos maestros: Erika Burkart y George Schehadé, un poeta nacido en Alejandría, Egipto, a quien conocí en París cuando tenía veinte años y que fue amigo de los surrealistas. Su escritura me parecía muy rara y cómo no la entendía fui a verlo y se lo dije. Me respondió entonces “hay jardines que no tienen país que están solos con el agua”, y volví a insistir en que no lo entendía y me respondió que iba de lo más pequeño a lo más grande y ahí sí comprendí. Comprendí que había que entender con el corazón, sentir, sentir algo. George Schehadé significó para mi una escuela, una escuela genial. Cuando le presenté mis primeros poemas me dijo que lo que escribía era demasiado bueno, que era como el oro, solo que el oro es blando y tenía que ponerle cobre para que aquellos poemas adquirieran solidez. Y esa imagen, la del oro y el cobre me pareció de una fuerza arrolladora. Otro consejo que me dio fue que la fuerza del verso no está en los adjetivos sino en los sustantivos y el verbo. Y me recomendó usar adjetivos muy de vez en cuando y a ser posible que estos resultaran banales como viejo, bello, grande, pequeño. Son consejos que todavía sigo”.

- Cree entonces que es necesario contar con uno o varios maestros para escribir poesía.

“En mi caso sí pero pertenezco a otra generación. Tengo la impresión que los jóvenes de hoy se creen que son genios y que no necesitan conocer la técnica. Por ejemplo, mi abuelo fue carpintero y alguien le enseñó esa profesión. Lo mismo ocurre con un poeta o con un pintor. A veces me pregunto si actualmente un compositor sabe escribir una sinfonía a lo Mozart. Lo que quiero decir es que el aprendizaje de una profesión es esencial pero hoy es otra cosa”.

- ¿A que otra cosa se refiere?

“Hay generaciones que tienen sentido de las formas, que para mi son muy importantes. Es como si hubiera una voluntad formal que a veces es circular y que, personalmente, en mi caso es muy importante”.

- Antes dijo que su poesía es narrativa, que cuenta con personajes.

“Son pequeñas escenas. Por ejemplo, ya no aparecen mujeres en la ventana que están tejiendo y que vi siendo niño. Los jóvenes de hoy, quizá hayan visto esa escena en una película pero no cómo yo la vi. Uso palabras que mis alumnos ya no entienden porque han ido desapareciendo. El mundo cambia tan rápido que en los últimos treinta años hay todo un pasado no tan lejano que la gente no entiende y nos les conmueve porque no lo conocen, ya no existe. A veces me da la impresión que los jóvenes no tienen sentido de la historia, que no quieren saber de donde vienen, tienen la percepción de que el mundo nació con ellos, que antes no hubo nada”.

- ¿Qué elementos considera que son recurrentes en su poesía?

“Algunos personajes, como mi abuela, mi tía bisabuela, mi madre o esa persona que tejía asomada a la ventana y que aparece en mi primer libro, en el segundo y ahora en el tercero. Me ha acompañado más de cuarenta años, en 1982, 1998 y el 2021. Hay personajes que a veces me acompañan”.

- Y esas personas, ¿son siempre las mismas?

“Respecto a esa persona se puede conocer un detalle en mi primer libro, personaje que luego se apodera del segundo y pasa a ser otra historia en el tercero”.

- ¿Y por qué recurre a ellos?

“Son impresiones tan fuertes de mi vida que casi me quemaron por dentro.

- ¿Qué tono tienen sus poemas?

“Tengo mucho de elegíaco pero que no hace llorar aunque se traten de momentos muy emocionales. Otro tema es el olvido que quiero recuperar. Por eso me encanta estar en el Desván Blanco porque en mi país es lo que está debajo del techo y en el que se colocan las cosas viejas que no se quieren tirar. El desván es un lugar mágico, una especie de entre mundos en el que poder recuperar cosas para la vida. Es el lugar por excelencia de mi inspiración. En el desván de mis abuelos estaban guardados los recuerdos de mi tía bisabuela, ingresada en un hospital psiquiátrico. De niños solíamos jugar en el desván con los vestidos y los muebles que estaban allí guardados,y colgábamos una cortina en unos hilos para guardar la ropa y hacíamos teatro vistiéndonos con los abrigos negros mi tía bisabuela”.

- ¿Han sido traducidos su libros de poesía al alemán?

“Sí, pero no por mi. Tengo traductores y trabajamos juntos”.

- ¿Se vería capaz de traducir su poesía al español?

“Sí”.

- Pero prefiere un traductor.

“Sí, alguien que me corrija”.

Saludos, danke, desde este lado del ordenador

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