Cinco mil años, una novela de Ernesto Delgado Baudet

“Al atardecer se dirigió hacia el puerto por el sórdido callejón de Emilio Calzadilla, una rampa de hosco y desigual empedrado insertado en un terraplén ascendente. En sus márgenes alabeadas, los muros de las casas adyacentes, que destacaban por su tintado en capas de carmesí de aliz impermeabilizante, se apuntalaban unas con otras, sus azoteas desbordando por encima de las fachadas leprosas, tanto más enfermas en apariencia gracias a la tenue iluminación del sol de la tardecita”.

(Cinco mil años, Ernesto Delgado Baudet. Nectarina Editorial, 2022)

Conocido más por su poesía que por su narrativa, Ernesto Delgado Baudet (Santa Cruz de Tenerife, 1961- 2010) tanteó los territorios de la novela con Cinco mil años una obra pequeña pero con mucha sustancia que no defraudará a los que, como quien ahora les escribe, les gusta navegar por las diversas literaturas que han transitado por la capital tinerfeña.

Y se dice bien transitar, ya que Cinco mil años se desarrolla en las avenidas, calles, ramblas y plazas de una capital de provincias en unos tiempos que podrían ser los 80 del pasado siglo XX, y de ello deja reflejo las páginas de un libro que me hace retroceder y reencontrarme con una ciudad que hoy apenas se reconoce así misma.

La política de recuperación de textos olvidados que está emprendiendo Nectarina Editorial es una labor más que encomiable en el paisaje y paisanaje de una isla, la de Tenerife, a la que le falta todavía mucho músculo para reflexionar sobre su pasado. Nectarina ya emprendió esta tarea reeditando Teneyda y otros cuentos de Alfonso García Ramos, y anuncia sin subrayados la publicación de una nouvelle de Eugenio Millet, Aves del paraíso y, si todo conspiran para que el proyecto de por fin luz verde, La ciudad tiene otra cara, de Luis Gálvez Monreal, una novela que no ha sido editada desde el año de su publicación, 1955, cuando obtuvo el primer premio de novela Premio Benito Pérez Armas, y obra que pide con carácter de urgencia su reedición porque por esos extraños sortilegios que dominan las literaturas de esta tierra, permanece en un injusto olvido. Acumulando el polvo de los que nadie se acuerda.

Parece que Nectarina Editorial cuenta entre otros objetivos con hacer justicia a todas esas obras sobre las que no se ha hecho justicia y presenta ahora Cinco mil años, una novela corta (no llega a las 140 páginas) que quizá contenga algún destello autobiográfico, reflejo que se aprecia en la descripción de calles y plazas de la capital tinerfeña de aquel entonces pero también es una férrea apuesta de estilo del escritor tinerfeño. Un autor con cierto apego barroco, que gusta de la descripción profusa y al que se debe leer con atención por su entusiasmo por los párrafos largos .

Resulta muy grato sumergirse en un libro que nada en aguas tan profundas, también descubrir el trabajo de un escritor que le dio tanta importancia a la palabra.

La novela cuenta también (algunas veces en cursiva) con expresiones que empleamos en Canarias, las islas y en concreto muchas voces que utilizan los habitantes de la capital tinerfeña, Santa Cruz.

Cinco mil años cuenta la historia de un joven inocente y por ello mismo libre que sin padre ni madre vive en un cuarto en una de las viviendas que pueblan un barrio santacrucero que bien podría ser el Toscal. Una suposición.
O no. También es la historia del primer y último amor que tiene su protagonista, Manolito, a quien apodan El Arroz, con Anita “la de Cueva Bermeja”, pero el relato no solo gira en torno a esta relación sino que cuenta otras cosas, algunas interesantes y que dan color a esta clásica historia de iniciación.

A Manolito no le gusta que lo conozcan como El Arroz y cuenta a modo de rasgo distintivo y como pasa en otras novelas escritas en este archipiélago (diríase casi que se trata de una obsesión) con un atributo masculino que envidiaría el actor John Holmes. Casi es lo único que se destaca del físico de un joven que va por detrás de los demás, que se enfrenta solo a las adversidades de una vida que ha sido poco o nada generosa con él.

A su alrededor, Ernesto Delgado Baudet despliega una serie de personajes secundarios, algunos realmente notables, que casi parecen que saltan de las páginas de un libro escrito con un estilo espeso pero también contundente.

La novela está dividida en dos partes, Como una extensión de agua, que se centra en las desventuras de Manolito El Arroz y Huesos en tierra baldía o esa salvaje oscuridad. Ambos textos se pueden leer de manera independiente aunque el segundo resulta algo desconcertante ya que camina por un delirio ciertamente críptico.

Los capítulos de la primera parte cuenta con un epígrafe, técnica de la que se prescinde en la segunda mitad.
La edición de Cinco mil años cuenta con una portada que firma Luis Delgado Baudet y un prólogo, Orfandad del amigo, en la que el también poeta Coriolano González Montañez recuerda una amistad que se rompió con la muerte de Ernesto Delgado Baudet. Cinco mil años tiene también una nota del autor, en la que explica que con este libro “no pretende más que un sueño amante del barrio de vieja ciudad: como las historias del gran Sertao de Güimaraes Rosa, como la pertinaz gloria del Buenos Aires de Mújica Láinez, como una alucinación sentimental y, en fin, como el lector quiere que sea”.

Saludos, leímos, leamos y leeremos, desde este lado del ordenador

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