Guarapo, el cine que pudo ser y no fue

Título: La gran aventura de Guarapo / Directores: Guillermo Ríos Bordón, Pedro Felipe Fernández | 2020 | España / Producción: River Flow Pictures / Duración: 73 minutos / Guion: Pedro Felipe, Guillermo Ríos / Fotografía: Alejandro Darias / Música: Juan José Falcón Sanabria, Orquesta Sinfónica de Tenerife, Jacky Ríos / Montaje: Pedro Felipe / Reparto: Teodoro y Santiago Ríos Marrero, Eduardo Campoy, Roberto Ríos Marrero, Patricia Adriani, Juan Carlos Fresnadillo, Jerónimo Saavedra, Juan Manuel Cervino, entre otros.

Guarapo es una de esas películas que se te quedan grabadas en la memoria cinéfila cuando la ves por primera vez porque siempre hay una primera vez, que es la que marca una mirada inocente, sin intoxicaciones externas. La mirada curiosa, la que descubre. Si el espectador es nacido o residente en las islas Guarapo sigue siendo el largometraje que hizo posible el sueño que, por mucho que insistan, todavía se está construyendo de eso que podríamos llamar “cine canario”. Un cine que carece todavía de identidad. Claro que la identidad es algo que se la trae muy floja a la mayoría de los cineastas que hacen cine actualmente en estas tierras. Están más preocupados por narrar cinematográficamente historias crípticas que por contarnos cosas con una mirada de artista (otra vez la mirada) acerca de la realidad que nos rodea.

Hace una semanas se estrenó La gran aventura de Guarapo (Pedro Felipe Fernández y Guillermo Ríos, 2020) que tras dos largos años llega por fin a las pantallas. ¿El resultado?, si no sorprendente sí que emotivo, el filme y los que lo hicieron posible, Teodoro y Santiago Ríos, merecían un reconocimiento de este calibre por ser los “padres fundadores” de un cine rodado en las islas con acento de las islas.

La película se trata de un documental sobre el rodaje de Guarapo y habla sobre esta experiencia y también del impacto que supuso verla en pantalla grande para los actores y técnicos que colaboraron en ella así como para los especialistas y cineastas que sin tener nada que ver en su realización, sí que fueron testigos de su estreno, estreno que terminó por convertir a la película en un fenómeno a escala regional y en un filme que, vuelto a ver, mantiene intacto su espíritu y lo que quizá sea más importante su mensaje.

Dan sus lecturas sobre Guarapo y lo que significó para el aún entonces embrionario “cine canario”, espectadores que vivieron aquel fenómeno de cerca. Algunos de ellos insiste de hecho que se trató de un largometraje que revolucionó el estado de las cosas ya que asentó la idea de construir en el imaginario un cine que pudo ser posible. Y cercano para los canarios en su conjunto. Abrió la puerta e hizo posible poder contar historias de y sobre el archipiélago.

Historias “nuestras” pero universales que es lo que hizo Guarapo y más tarde Mambi y El vuelo del guirre, relatos cinematográficos firmados también por los Ríos y en los que se insiste en un mismo asunto: la emigración. En el caso de Guarapo y Mambí, siempre forzada por las circunstancias a Venezuela y Cuba, respectivamente, y en El vuelo del guirre, la más intimista de las tres, el regreso de un emigrante a su tierra de origen, en este caso Tenerife.

Uno de los aciertos de Guarapo fue la elección de los actores, comenzando por el llorado Luis Suárez que interpreta al protagonista, y en aquel entonces actor de moda por la serie Cañas y barro, según la novela de Vicente Blasco Ibáñez y que se emitió en Televisión Española. Junto a Suárez aparecen los peninsulares Patricia Adriani y Juan Luis Galiardo, y otros canarios asentados en Madrid como José Manuel Cervino, el también llorado José Conde y como extras con frases el recordado periodista Chela, entre otros.

La gran aventura de Guarapo me hace recuperar la memoria de aquel entusiasmo alegre y juvenil que nos envolvió a todos cuando la vimos. No fuimos sin embargo conscientes (y gran parte del documental trata de eso) del enorme esfuerzo que supuso levantar aquella producción prácticamente de la nada. Tampoco que despertara en los que entonces éramos adolescentes la idea de que quizá un día los canarios podrían hacer películas en Canarias. Viene a decir más o menos esto mismo Juan Carlos Fresnadillo, director de Intruders y 28 semanas después, entre otras.

Ha llovido mucho desde aquel estreno que supuso un terremoto en el apacible y mundanal ecosistema canario. La situación ha mejorado visiblemente aunque las producciones canarias apenas se estrenen no ya a nivel nacional sino insular, y que catálogos promocionales como el denominado Canarias en corto de 2021 y 2022 no hayan podido ser vistos por el público mientras se está a la espera que la Viceconsejería de Cultura explique la razón de este frustrado doble estreno.

A la espera de una respuesta que no debe ser tan complicada, La gran aventura de Guarapo se merece una mayor singladura que los tres días que se exhibió en TEA Tenerife Espacio de las Artes porque ayudará a que los más jóvenes y ambiciosos aprendices de cineastas de las islas se den cuenta de una vez que esto del cine tiene pasado en Canarias. Un pasado que, por fortuna o sin ella, no ha sabido generar la tradición que se merece.

Guarapo nos hizo creer que pudo ser posible el sueño, dejó en nuestra memoria frases memorables como “Vete a echarte, merdellón”, y vista hoy, con todo el delirio del siglo XXI, tiene un sabor más de desventura que de aventura, de sueño que no termina por ser. Con todo, ya se ha convertido en un clásico sobre ese “cine canario” que pudo (y aún puede) ser posible.

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