España es ¿diferente?

Están proliferando los libros de Historia de España escritos por historiadores y especialistas españoles que intentan contar otro relato que el que aprendimos de la construcción de este país. La leyenda negra y que los españoles solo servimos para bailar flamenco, beber vino y dormir la siesta tiene con estos libros el objetivo de rebatir esa idea con hechos y personajes que hasta hace muy poco eran poco o nada conocidos.

Tampoco el protagonismo que jugó España en la lucha por la independencia de Norteamérica del yugo británico, entre otros momentos estelares de la Historia, en principio gracias a la labor por divulgarla con atractivo pulso periodístico historiadores como Fernando García de Cortázar, que falleció hace unas semanas; escritores como Juan Eslava Galán y en los últimos tiempos historiadoras como María Elvira Roca Barea, quien plantea una revisión del protagonismo de España en la Historia a veces con resultados un tanto extremos.

El caso es que el asunto está calando, tanto, que incluso ha generado una corriente de novela histórica con la que se mira al pasado sin miedo ni desconfianza, aunque de tanto en tanto se cuele algún exaltado que, como Pío Moa, sobre todo en torno a nuestra Guerra Civil, plantee trabajos revisionistas que huelen a podrido. El mismo olor, por otra parte, que emana de las obras que el británico Paul Preston ha dedicado a contarnos su versión de la II República, la Guerra Civil y la Postguerra.

Que esta nueva mirada sobre el pasado de España sigue disfrutando en la actualidad de un cierto reconocimiento es la aparición cada cierto tiempo de nuevos libros donde se proponen interrogantes y soluciones a esas mismas preguntas sobre el pasado de un país que no fue tan catastrófico como han querido pintarnos. Tampoco, aunque la mayoría de estas obras no lo reconocen, tan notable como ahora quieren hacernos creer… El debate ha suscitado así voces a favor como en contra, también libros cuya base es este mismo planteamiento solo que, como el caso de la obra que vamos a comentar, tratan de explicar como otros, los otros, se han empeñado no solo en la literatura sino también el cine de propagar la formidable campaña propagandística que desde hace tiempo irradian países como Gran Bretaña y Norteamérica, donde lo español sigue siendo sinónimo de vago y bruto y seguidor de la malvada inquisición, por mencionar solo unos pocos topicazos con los que se sigue alimentando al monstruo de lo Spanish is different, como si les costara asumir las pocas o muchas virtudes del legado español.

Hollywood contra España (Espasa, 2022) es un libro de Esteban Vicente Boisseau que cuenta como subtítulo Cien años perpetuando la Leyenda Negra y en el que relata cómo suele ser representado lo español en largometrajes y series británicas como norteamericanas.

Cuesta y mucho hacerles entender que lo que nos han transmitido a través de estos productos culturales es una mentira, defiende Boisseau en este libro que estructura en torno a doce capítulos donde estudia los métodos que se utilizaron y se utilizan para continuar con esta presunta falacia.

El libro sin embargo no termina de casar bien con las tesis que saca a colación y a veces parece que la Historia devora a lo cinematográfico a medida que se va avanzando en su lectura.

Gracias, no obstante, a Hollywood contra España me entero que oficialmente el cine bélico surgió en 1898 con aquella guerra que “Estados Unidos provocó contra España” y que supuso el fin de lo que antaño fue el imperio donde nunca se puso el sol. No hacía falta, medio mundo conocido lo regía entonces reyes de estirpe extranjera que gobernaban desde España esos vastísimos territorios.

Entre los capítulos más interesantes del libro están aquellos en los que su autor reflexiona sobre la relación del cine norteamericano con la guerra de Cuba, en el que además de suministrar información sobre aquel conflicto, detalla como los norteamericanos no contentos con acabar con una España que ya estaba en las últimas, despreció también a los independentistas cubanos cuando se metieron en la guerra tras la sospechosa voladura del buque de guerra estadounidense Maine en el puerto de La Habana.

La bola se ha hecho tan grande que resulta en este sentido muy enojoso ver en una miniserie de televisión sobre los Rough Riders (los jinetes rudos) al mando de Teddy Roosevelt conquistar, tras sufrir numerosas bajas, la colina de San Juan, defendida por un pequeño grupo de soldados españoles casi hasta el fin. En la serie, su guionista y director, John Milius, reproduce la mirada que el cine norteamericano tiene sobre lo español y lo hispanoamericano, mostrando a aquellos héroes desharrapados y sin munición como un pelotón de vagos y maleantes, gente, estos españoles, poco de fiar por su insólito fanatismo.

Pero Milius no es el único que reproduce estos estereotipos, advierte el autor del libro, ya que con otras películas deshilvana lo que fue un sueño para unos como pesadilla para otros aunque poco a poco vayan apareciendo propuestas que quieren dar la vuelta a esa leyenda negra presentando al español como un héroe de capa y espada (El Zorro) o un valiente que como don Quijote aprende a luchar contra gigantes. Recuerda Esteban Vicente Boisseau los “españoles” que aparecen en Los inmortales y La princesa prometida, papeles que interpretaron en la primera Sean Connery y en la segunda Mandin Patinkin.

En conjunto, creo que el libro agradará relativamente más a los aficionados a la Historia que al Cine. La mayor parte de las películas que menciona no se destripan sino que se citan, y resultan pocas las que desmenuza para respaldar las tesis que sostiene todo el andamiaje de esta obra y que no es otro que entender este rechazo a lo español y latino como resultado de una leyenda, la Leyenda Negra, que se “inventó” para propagar por Europa a finales del siglo XVI y principios del XVII que España, definitivamente, era diferente.

Saludos, el hombre grita por las calles, desde este lado del ordenador

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