Fernando García de Cortázar, en busca de la España ¿posible?

Fernando García de Cortázar (Bilbao, 4 de septiembre de 1942-Madrid, 3 de julio de 2022) se encontraba en Tenerife para presentar su Breve Historia de España y tuve la ocasión de entrevistarlo a propósito de ese libro, un libro de historia de España que se había convertido en todo un éxito de ventas.

La Breve Historia de España narraba con espíritu divulgador el relato de un país con el que no estábamos muy identificados. No por nada, pero España, la península como decíamos y decimos, estaba muy lejos. De hecho, creo que siempre ha estado demasiado lejos. Por fortuna o sin ella.

Aquel libro intentaba al menos contar la historia de este país sin demasiados prejuicios, y la hacía enormemente atractiva. Explicaba, además, otro montón de cosas que al menos a mi me descubrieron las grandezas y miserias de eso que los exaltados llaman patria.

No sabía que Fernando García de Cortázar fue jesuíta, lo descubro ahora, pero sí recuerdo la tirantez primera que hubo cuando nos sentamos para conversar. El diálogo fluyó sin embargo didácticamente, y el historiador se fue abriendo un poco. Sí que tenía un aire de suficiencia (pasa con todos los historiadores españoles que se han hecho conocidos) que creo era más una pose que otra cosa.

Los años fueron pasando y aparecieron nuevos libros sobre la historia de España escritos con rigor pero sin el pesado estilo académico que marca la Universidad, como la Historia de España contada para escépticos, de Juan Eslava Galán, cuyo referente, y probablemente también el de García de Cortázar, me recuerda a La otra Historia de España de Fernando Díaz-Plaja.

Entrevisté en otra ocasión a Fernando García de Cortázar. El motivo la publicación de otro libro que no recuerdo cuál era. El problema es que el historiador intentó revalidar el éxito de su Breve Historia de España con una serie de obras que no tuvieron el eco del primero. Quizá porque él que recelaba de los nacionalismos al final fue un nacionalista más. Un nacionalista más, solo que español. Y de su España insistió erre que erre. Más o menos algo parecido, pero menos radical, a lo que hace ahora María Elvira Roca Barea, salvando las lógicas distancias entre uno y otro.

Pero al margen de salir del armario y expresar su me duele España, García de Cortázar fue uno de los primeros historiadores españoles en escribir sobre este país con debida distancia y el ánimo de que comenzáramos a sospechar de los libros sobre la historia de este país escritos por historiadores y periodistas anglosajones y alguno francés.

El historiador era consciente que la historia es una ciencia blanda y como tal, le fastidiaba que se hablara de nuestra historia sin tener pajolera idea. De hecho, afirmaba que escribía para que los lectores no leyeran sino sintieran la historia de España. Un proyecto al que dedicó gran parte de su vida y que creo que no llegó a comprender nunca.

Me entero ahora que uno de sus maestros en la ciencia de contar, o reinterperetar según las fuentes, el pasado, era Miguel Artola, a quien tuvo también la ocasión de entrevistar, pero no encuentro nada en común que los ligara salvo su empeño en contar la historia de este país que se nos perdió hace años con distancia más que objetividad.

En estos tiempos extraños que nos ha tocado vivir, de traiciones bobas, mentiras graves y con un retrato del futuro nada atractivo, la desaparición de Fernando García de Cortázar puede entenderse también como simbólica. Con él desaparece uno de los promotores por estudiar este país de cafres con una nueva mirada. Una mirada que abordaba lo mejor y lo peor de nuestro relato como nación sin escorarse demasiado ni a un lado ni al otro. Muchos, ya dije, aprendimos a reconciliarnos con esta nación tan indomable gracias a historiadores que como él se empeñaron en demostrarnos que España es diferente, sí, pero que como país ha estado toda su existencia vinculado al proyecto europeo.

Dicen que se encontraba bastante pachucho en los últimos meses pero quiero imaginar que, pese a la batalla que se estaba librando dentro de su propio cuerpo, no perdió el entusiasmo por seguir contando nuevas por viejas historias de una España en la que hoy cuesta tanto reconocerse.

Saludos, bien viaje, desde este lado del ordenador

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