Sueños rotos en la baja verde, una novela de Ana García-Ramos del Castillo

Sueños rotos en la baja verde, de Ana García-Ramos del Castillo, forma con Tanto para nada y La vida en silencio una trilogía creo que involuntaria en la que la Historia, con H mayúscula, y la tragedia se dan la mano. Si Tanto para nada como La vida en silencio se basaban en experiencias familiares del pasado (ambas se desarrollan en las dos primeras décadas del siglo XX), Sueños rotos en la baja verde es una novela de ficción, de creación absoluta de personajes, que da un golpe de manivela al reloj del tiempo para centrar el relato en el naufragio de un barco de bandera francesa frente a las costa de Taganana, Tenerife. Será este dramático hundimiento el que condicione las distintas historia de los protagonistas que intervienen en el libro.

Como en los títulos anteriores, se trata de una novela de personajes, aunque el fondo histórico está notablemente descrito, lo que lo hace creíble. La escritora da consistencia al relato porque conoce la época de la que escribe, aunque es tanto el esfuerzo que en ocasiones lamento que la novela no duplique el número de páginas. Por una vez, me hubiera gustado seguir leyendo las vidas, alguna de ellas errantes, que recrea Ana García-Ramos en un libro que además de entretener, conmueve.

Tiene Sueños rotos en la baja verde el encanto de las obras de finales del XIX, un grupo de personajes, algunos con vidas dispersas, a bordo de un barco que los lleva a otro mundo en el que reconstruir sus vidas.
Estamos a finales del siglo XIX, y los ecos de la Historia retumban con la fuerza de un cañonazo que hace temblar Europa. En Tenerife, esperan otros que por los caprichos del destino, que no es otro que el que dicta su autora, conoceremos a personajes que cruzarán sus vidas con alguno de los pasajeros del barco.

La novela se lee en un momento, no llega a las 130 páginas, y en ella sucede todo tipo de cosas aunque me quede como lector con ganas de continuar para saber qué ocurrió con sus personajes. No sé si es intención de la escritora hacerlo, pero sugiero la posibilidad porque creo que en este libro hay mucho material que explotar.

Que Ana García-Ramos del Castillo ha crecido como autora lo pone de manifiesto a mi juicio el capítulo que dedica al hundimiento del vapor francés Flachat.

El retrato es vívido y sabe contaminar de angustia el ánimo del lector. Lo visualicé en mi cabeza y sentí la desesperación que transmiten las páginas que dedica al naufragio. La escena está planteada muy cinematográficamente. En cine se narraría en planos paralelos. El capítulo cuenta lo que pasa dentro del barco y en el otro cómo responden solidariamente los habitantes de Santa Cruz de Tenerife cuando se conoce el hundimiento y que algunos cadáveres están llegando a la costa. Más adelante sabremos que los cuerpos irreconocibles fueron enterrados bajo la arena de la playa.

Pero más allá de lo que sufrieron aquella espantosa tragedia, hubo también supervivientes entre los que se encuentran una de las protagonistas de la novela, la principal por encima de otros, y cuyo origen es armenio.

La novela está muy bien documentada, ese peso, el de reconstruir en nuestro imaginario escenarios conocidos, aguanta como un andamio su estructura aunque en los capítulos finales los hechos terminen por ahogar las alegrías y tristezas de sus protagonistas. Se tratan de momentos en los que el libro alcanza velocidades que sabe controlar la escritora, y en la que además de abundantes y excelentes descripciones, se detecta una enorme capacidad para reproducir los hechos narrados por los periódicos de la época.

Después de leer Sueños rotos en la bajada verde, me asalta un sueño, y es la esperanza de que esta línea que explora con tanto mimo Ana García-Ramos del Castillo se extienda a otros autores. Ayudan a comprender la historia de una isla y de sus habitantes que a veces sabe responder con la cabeza bien alta a los desafíos, vengan o no del mar.

Se trata en definitiva de una obra que llega al corazón, que sabe conmover y que se toma muy en serio no solo la terrible tragedia que cuenta, y que también describe en las páginas del libro, sino en consolidar el carácter de sus personajes, en dotarlos de psicología para que no se desvanezcan en el texto.

La novela tiene también el mérito de recrear con pulcritud y oficio una época, finales del siglo XIX e inicios del XX, con notable capacidad, luego hace creíble los distintos escenarios que por ella discurren, llamando la atención en los que como lector reconozco, como son cuando la acción se desarrolla en una capital tinerfeña que ya no tiene demasiado que ver con la que conocemos en la recién iniciada segunda década del XXI.

No sé si la intención de su autora fue la de cerrar con este título lo que podría ser una trilogía de carácter histórico en el que rendir homenaje a nuestro pasado pero si lo fuera o no es lo de menos porque estamos ante una escritora que sin entusiasmos experimentales (lo que se agradece) ni alardes estilísticos, maneja muy bien las herramientas literarias para que el lector que se acerque a su obra viaje en el tiempo a una realidad que no tiene ya mucho que ver con la nuestra pero que forma inevitablemente parte de una historia común y que como tal se hace necesario conocer.

Saludos, calor, desde este lado del ordenador

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