Valeria Correa Fiz: “El cuento trabaja en torno a lo no dicho”

Valeria Correa Fiz nació y creció en Rosario (Argentina) pero vive en Madrid desde hace unos años tras dejar en Italia un trabajo que no terminaba por satisfacerla. Fue en la capital de España donde la escritora y poeta comenzó su andadura literaria, primero con la publicación de un libro de relatos La condición animal (Páginas de Espuma, 2016), que fue seleccionado para el IV Premio Hispanoamericano de Cuento «Gabriel García Márquez» y el Premio Setenil 2017, y de los poemarios El álbum oscuro, distinguido como finalista del I Premio de Poesía Manuel del Cabral (2016), El invierno a deshoras (2017), merecedor del XI Premio Internacional de Poesía Claudio Rodríguez; al que siguió Museo de pérdidas (2020) y Así el deseo (plaquette, 2021). Algunos de sus relatos y poemas han sido recogidos en diversas antologías y traducidos al inglés, italiano, hebreo y rumano. Hubo un jardín es su último libro de cuentos, libro que presentó en la Feria del Libro de Tenerife que, como el año pasado, se celebró en La Laguna, donde ocupó varios espacios del la ciudad del Adelantado.

Hubo un jardín (Página de Espuma, 2022) reúne siete cuentos y recurre al “jardín” como si fuera un territorio racional de orden y cuidados “donde la naturaleza es dirigida y el azar, abolido”. En estos cuentos se exploran diferentes momentos de la vida de sus personajes en los que la naturaleza (la propia o la exterior) se desborda: un matadero bajo un diluvio, un invernadero de Eiffel en la pampa, un departamento junto a un cementerio, un hotel de propietarios filonazis, un bar que fue posada de un patriota anticolonialista, el Parque del Retiro de Madrid o el de España frente al río Paraná.

- Usted es licenciada en derecho… ¿Cómo se le ocurrió dar el salto a la escritura?

“El salto es una transición y de alguna manera un deslizamiento. Cuando aparece mi primer libro, La condición animal, me trasladé a España después de haber estado trabajando en Milán pero tomé la decisión de dejar la profesión y dedicarme de lleno a escribir, dar clases en talleres de escritura… Antes había bordeado la literatura pero como hobby en club de lecturas, asistido a charlas…”

- Pero ¿y esa pulsión por escribir?, ¿le viene de pequeña?

“La pasión por la escritura la tengo desde siempre aunque la extranjería fue lo que me hizo escribir porque me permite un diálogo conmigo misma acerca de mi experiencia y eso se transforma en un refugio frente a ciertas soledades que son inherentes a lo periférico, a lo extranjero”.

- Entiendo así que la extranjería es un tema clave en su literatura

“Es uno de los temas. También lo que están vinculados a la memoria, sobre todo en Hubo un jardín que es una reconstrucción de ciertos espacios argentinos. El libro lo escribí en pandemia, no podía visitar mi país, por lo que surgieron estas historias que reconstruye una geografía nacional”.

- ¿Y esa geografía es buena o mala?

“Es una geografía de alguna manera inocente. Los personajes que trabajo, como siempre, están vinculados con la idea del mal. En este libro específicamente de una forma más tangencial ya que aparecen historias que tratan de la culpa y los secretos. Lo nacional está reconstruido como un espacio crítico en el que transcurren las historias”.

- ¿Ese escenario tiene nombre?

“Hay historias que transcurren en Buenos Aires pero también en Córdoba y en el Rosario, dónde nací, y en el parque del Retiro, en Madrid, que protagoniza una rosarina”.

- Mencionó la extranjería como una constante en su literatura, ¿hay otras?

“Investigar el mal, su génesis, preguntarme ¿por qué hacemos daño?, ¿qué sentimientos abrigamos cuando somos receptores del daño? Hay mucho de amor y desamor en mis historias. En poesía trabajo el erotismo. La freudiana pulsión entre la vida y la muerte aparecen tanto en mi poesía como en los cuentos así como un amor puro por el lenguaje. Buscar en el lenguaje lo que traduzca que estoy creando y, a la vez , que sepa contar esas historias de siempre de una manera innovadora. Como dicen más o menos los versos de una canción el trabajo del poeta es hacer árboles nuevos con muebles usados”.

- Usted además de la poesía cultiva el cuento, un género que es muy cultivado en América.

“En toda América hay muchísimos escritores que cultivan el cuento, es un aporte de nuestra historia. Creo que el cuento se las arregla para fijar en un espacio pequeño un mundo y que se trata de un género muy colaborativo. Es decir, un género en el que el lector de cuento es igual o más inteligente que el escritor de cuentos. El lector con su imaginación tiene que rellenar los silencios y elipsis del escritor porque el cuento exige mucha concentración. Al contar en América con tantos escritores de cuentos, Borges es el paradigma, desde la educación primaria y la secundaria ya te van formando como lector de cuentos”.

- Para usted, ¿cuáles deben ser las claves de un buen cuento?

“El cuento trabaja en torno a lo no dicho pero hay tantos decálogos como cuentistas. Lo que yo trabajo en el cuento es la tensión narrativa y procuro enganchar al lector desde la primera línea. También trabajo mucho el lenguaje, trabajarlo como si se tratara de una pieza de orfebrería, y mantener siempre la voluntad de decir algo con la mayor brevedad posible”.

- Imagino que su voz no será la misma cuando escribe poesía…

“Son géneros diferentes pero tienen algunos elementos en común en mi caso porque trabajo las piezas como si fueran pequeñas joyas desde el punto de vista del lenguaje, la condensación, las elipsis narrativas. Lo que cambia es la extensión. En un cuento cubres un episodio, un arco narrativo completo mientras que la poesía no tiene porque ser narrativa”.

- ¿Se considera una escritora disciplinada?

“Lamentablemente no. Al dar talleres de escritura con horarios que cambian es difícil encontrar un espacio para escribir “.

- Pero ¿el escritor nace o se hace?

“Hay un oficio detrás. Y ese oficio tiene unas reglas que hay que aprender solo o en talleres. Si es solo el aprendizaje será más lento mientas que se acorta camino asistiendo a un taller de escritura”.

- ¿Los siete cuentos que se incluyen en Hubo un jardín son nuevos?

“Sí, son cuentos nuevos. Suelo trabajar las historias que me vienen en gana y cuando cuento con mucho material lo releo. Los cuentos de Hubo un jardín fueron escritos en pandemia. Rescaté siete que son los que se incluyen en el libro, unos y otros giran sobre la culpa y los secretos y todos fueron corregidos para darle un tono uniforme con el objeto de que el libro no resultara solo una colección de relatos”.

- ¿Por qué Hubo un jardín?

“El título tiene que ver con la idea de jardín como espacio simbólico. El Edén y el momento en que somos expulsados de ese paraíso, de ese jardín que yo entiendo como un espacio de orden y cuidados donde es posible la belleza. En el centro late la pregunta de por qué abandonamos ese espacio y en qué momento perdemos la inocencia y se produce la expulsión. Los cuentos de Hubo un jardín están escritos en primera persona y tienen que ver con el proceso de corrección y la primera persona, que funciona en el libro casi como una decisión política en un momento en el que el individuo está más disuelto en franjas de consumo o electorales… Quería poner en relevancia que somos únicos y especiales y que cada una de nuestras voces cuenta. También la idea que somos seres que viven en comunidad. No es in libro que apoye el individualismo, en todo caso rescata al individuo de él y destaca la importancia de su rol en convivencia con el cumplimiento de sus deseos”.

- ¿Son historias independiente o están relacionadas?

“Son siete historias unidas por esos hilos que comenté y unas miradas, porque en estos cuento hay distintos modos de mirar. El libro ha funcionado bien porque el lector se reconoce en muchas de las historias, más allá de que discurran en la geografía argentina porque las pasiones son universales y el lector se reconoce en las emociones de los personajes y en las historias que se cuentan”

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LA CULPA LA TUVO MARY SHELLEY

Valeria Correa Fiz se aficionó a la lectura a edad muy temprana. Los libros que le gustaban solían ser de fantasía y aventuras, la mayoría escritos por autores como Julio Verne, Emilio Salgari o Ray Bradbury hasta que, con apenas unos diez u once años, cayó en sus manos Frankenstein escrito por Mary Shelley. Fue en ese momento “cuando me di cuenta que todo lo que había leído con anterioridad había sido escrito por hombres. Fue la primera vez en la que me dije que las mujeres podían escribir ese tipo de literatura… Y sí, entiendo que la reflexión fue absurda pero es que entonces tenía diez, once años de edad y no tenía acceso a otros libros escritos por mujeres”. Frankenstein significó una revelación, y lo fue mucho más cuando descubrió que la autora lo había escrito con diecinueve años. “Sentí una gran proximidad con ella aunque me llevara a lo mejor ocho o nueve años y dos siglos de diferencia”.

Saludos, vive, vive ¡vive!, desde este lado del ordenador

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