Don Jeremías cuenta hasta cien… una ¿novela? de Antonio Martín Sosa

El Premio de Novela Benito Pérez Armas es, hoy por hoy, uno de los más veteranos que se conceden en Canarias. También de los más atractivos ya que además de la generosa cantidad en metálico que recibe el autor ganador, se publica la obra.

La lista de escritoras y escritores que se han alzado con este galardón es larga y en ella se encuentran representadas varias generaciones de narradores nacidos o residentes en las islas, así como escritores/as de otras realidades literarias. En el caso canario, sin embargo, este galardón sirve para seguir las huellas de lo que se cuece en novela a este lado del Atlántico, en ocasiones descubriendo nuevas voces que se suman a esta república y en otras de autores ya conocidos en el panorama de las letras que se escriben en el archipiélago.

Con todo, y debido a sus apariciones y desapariciones a lo largo de los años, ya va siendo de contar la historia de un premio, el Premio Benito Pérez Armas, ya que ocupa un capítulo, y un capítulo muy importante me atrevería a decir, de una posible Historia de la Literatura Canaria.

Si uno se detiene a analizar las obras ganadoras en este siglo XXI que nos tiene a todos un tanto perplejos, las novelas ganadoras del Premio –salvo ediciones muy especiales en las que quedó desierto– si por algo se caracterizan es por la variedad de sus propuestas aunque el género negro y criminal se siga resistiendo a ser reconocido. Y cuando lo es, reciba excepcionalmente el de Publicación, como ocurrió con el escritor tinerfeño Jaime Mir con El caso del cliente de Nouakchott en 1990.

De todas formas y ante el aplastante paso de los años, parece que algo está cambiando dentro de estos premios literarios. Y ese cambio, en ocasiones, es bueno. En otras, muy al contrario, sencillamente malo. Pero nadie es perfecto.

Afortunadamente, las últimas novelas premiadas si de algo disfrutan es que resultan al menos diferentes y en algunos de los casos hasta obras que titubean por los géneros sin atreverse a sumergirse a fondo en ellos. Pese a esta debilidad, que mira más hacia afuera que hacia dentro, si se repasan algunos de los títulos ganadores, no todos pero sí unos cuantos mantienen aún el tipo como novelas. Otros, lo que es natural por otra parte, se quemaron nada más ser publicados.

Don Jeremías cuenta hasta cien, de Antonio Martín Sosa fue la novela ganadora del Benito Pérez Armas 2022. Se trata de una obra interesante, coral, que se desarrolla en un territorio mítico que responde al nombre de Las Cándidas, que podría estar localizada perfectamente al norte de la isla de Tenerife. En este escenario se desarrollan las distintas peripecias de un libro que está trabajado con mimo y mucho esfuerzo. Miradas que confluyen en un mismo paisaje en el que aparecen y desaparecen toda clase de personajes.

Tiene su miga Don Jeremías cuenta hasta cien, título que hace referencia al clásico juego infantil del escondite, y algo de escondite pero sobre todo de juego tiene este voluminoso libro que si uno se deja atrapar es más que probable que disfrute por su vagar en una geografía literaria al cien por cien.

Dividida en cinco partes, todas ellas con sus características propias en cuanto a estilo, Cada una de estas entregas lleva los títulos de Monólogo de la autoescuela, Verónica y otros cuartos y De aperos de Las Cándidas; Algunas personas llegan, huyendo o no, a Las Cándidas; Los voladores de Las Cándidas, festivales infantiles, verbenas y fuegos artificiales y reales; Todo esto lo verás un día (lejos de Las Cándidas) y, por último, Se parece al rey Pelé (aquel rey que gobernó Las Cándidas).

Como pasa en muchos libros, hay unos que resultan mejores que otros pero debido a su estructura, si algo anima este libro es su capacidad para cambiar de registro. De hecho, las historias que cuenta Antonio Martín Sosa quedan avisadas por los títulos de cada capítulo, el resto es una narración escrita con bastante sencillez, sencillez con la que aborda situaciones algo complejas.

Destacaría en el libro la descripción de escenario, el paisaje que está al fondo de las historias y que no es otro que el Las Cándidas, una geografía que afecta también a los personajes que aparecen y desaparecen en cada una de estas secciones que al final hacen como un todo. Porque si hay un personaje con peso a lo largo de toda esta novela es, precisamente, Las Cándidas, un territorio que invita a ser explorado de la mano del escritor y que a veces, en nuestro caso solo a veces, nos hizo pensar que ya lo conocíamos.

Se aprecia, por otro lado, la vocación poética de su autor, Antonio Martín Sosa, y una voluntad que se agradece en reconstruir instantes que hacen sospechar que en varias de las ocasiones están inspirados en la realidad, aunque esto sea lo que menos importa en un libro que por lo menos quiere, y consigue, hacer ficción.

Llegando al final, el escritor le da voz a la mayoría de los personajes que han deambulado por las páginas anteriores.
Don Jeremías cuenta hasta cien cuenta historias que dan identidad a los personajes como a la geografía en la que desarrollan su actividad literaria. Lo otro, lo otro es literatura que a veces se escora hacia lo poético, y que son aquellos momentos en los que el escritor explota una sensibilidad que da consistencia a los relatos. Bienvenido, o no, a Las Cándidas.

Saludos, ese es el camino, desde este lado del ordenador

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