Un canto al buen salvaje

No soy arqueólogo ni historiador pero sí que me gusta la Historia, con H mayúscula, cuando no se la manipula y se escribe con rigor. Contrastando los hechos.

Por desgracia, ha llegado bastante contaminado hasta nosotros la idea de los primeros pobladores del archipiélago que, para ahorrarnos debates, llamaré en conjunto guanches porque tanto los que defienden lo que se conoce de su legado como los que lo atacan además de no ponerse de acuerdo en lo sustancial, siguen generando cortinas de humo que pone trabas a comenzar un estudio serio y riguroso en torno a estos pueblos que habitaron Canarias antes de la llegada de los primeros europeos.

Por eso, porque en torno a los guanches casi nadie se pone de acuerdo, comenzando por los especialistas, suelo acudir a estos libros con muchas reservas. En especial cuando se hace ficción. Algo así me ha ocurrido con Memorias guanches. Testimonios sobre nuestro pasado indígena (Le Canarien, 2023), de A. José Farrujia de la Rosa, un libro que como explica el autor en el prefacio de la obra, nace a raíz de una serie de retratos que escribió sobre guanches y que fue colgando en sus redes sociales.

Según nos informa el mismo Farrujia, estos perfiles tuvieron cierto éxito lo que lo animó a escribir otros episodios y presentarlos en forma de libro. Un libro que está dividido en dos partes (Raíces y Frutos) y que cuenta con prólogos que firman el catedrático de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid, González Ruiz Zapatero y la escritora y poeta Elsa López.

Este libro apenas supera el centenar de páginas e incluye una serie de ilustraciones en las que se da vida a los protagonistas de estas narraciones que en su primera parte están inspiradas en la realidad, así lo hace saber el autor del libro explicando donde encontró estos relatos, qué fue lo que lo motivó para imaginar cómo los contaría porque, y de esto se trata, son perfiles imaginarios de una serie de personajes que si en la primera parte son guanches que se están europeizando tras los primeros años de haber sido sometido el archipiélago por los castellanos, en la segunda ofrece una galería de canarios del siglo XXI que no reniegan de sus raíces guanches, de lo que los ata al pasado de unas islas cuya memoria, se reitera, queda bastante desdibujada entre los actuales canarios. En este sentido, entiendo la obra de A. Farrujia como un atractivo ejercicio de imaginación que se basa en hechos reales.

Las descripciones que ofrece A. José Farrujia están más próximas al buen salvaje roussoniano. Es decir, que los guanches, hombres y mujeres, son hombres y mujeres humildes y de bien que intentan adaptarse a unas islas, sus islas, ahora bajo el gobierno de Castilla. El tono que asume el autor en la primera sección resulta desconcertante, en especial cuando alguno de los guanches que expone su visión de lo que ve y de lo que sufre, llama indeseable a Alonso Fernández de Lugo, el capitán de las conquistas de La Palma y de Tenerife, y que junto a Fernando de Guanarteme, uno de los reyes de los canarios, conquistaron estas dos islas en las que se les hizo frente hasta ser derrotados por completo.

Se tratan de perfiles de una página y página y media. A lo sumo dos, y sus historias resultan más o menos parecidas, lo que se debe no tanto a lo que narran sino a cómo lo narran. Y es ese cómo lo narran donde entiendo que yerra el autor de los retratos, errores que se pueden justificar porque A. José Farrujia no es un escritor y así lo advierte él mismo en el prefacio pero esto no lo exime de haber cuidado más el estilo, las voces de sus protagonistas ya que al no hacerlo todas resultan monocordes. Esto le resta ambiciones a los textos ya que se tratan de voces que cuentan experiencias distintas de la misma manera.

Al margen del respeto histórico que hay detrás de estas historias, lo que se presupone porque Farrujia es historiador, estas Memorias guanches pedían más espesor histórico y literatura de la que contienen, pero se debe tener en cuenta que fueron escritos para las redes sociales y no un libro, aunque ahora se ha convertido en un libro. Lástima que el autor no haya aprovechado la oportunidad para desarrollar estos retratos que explotan su particular imaginario sobre el pueblo guanche.

La segunda parte de Memorias guanches se titula Frutos y en ella A. José Farrujia inserta nueve relatos de canarios del siglo XXI, ninguno de los cuales rechaza su pasado. Un pasado que parecen que conocen bastante bien. En Frutos, el autor del libro se apoya en la ficción, ya no está atado al rigor histórico, así que se sirve de su imaginación para exponer una galería de personajes orgullosos de su herencia y de sus raíces.

No es la mejor parte del libro. Y no lo es porque aquí la credibilidad deja de funcionar. No me creo a estos personajes y no solo por el tono monocorde. Que todos hablen como el vecino con independencia de la edad que tengan sino también porque no siendo una obra periodística, juega a ello con ambigüedad, termina resultando como una especie de reivindicación de lo que alguien llamó una vez el guanche de a pie.

Ese guanche que, según parece que nos dice Farrujia, todos los canarios llevamos dentro.

En resumen, estas Memorias guanches son muy ligeras y a veces incluso algo extravagantes pero tienen su encanto si uno acepta las reglas del juego. Se trata de ficción no de Historia. Se trata de imaginar lo que podrían más que pensar sentir los antiguos como los modernos canarios.

Y tanto los antiguos como los modernos canarios me parecen más próximos en estas Memorias guanches al buen salvaje que a los pueblos que vivieron no tan apaciblemente en estas islas del Atlántico. Este libro debe así encuadrarse en la copiosa bibliografía de novelas y cuentos que se han escrito sobre los guanches, historias que como las de la Guerra Civil oscilan entre buenos (los indígenas) y malos (los taimados conquistadores) relegando casi siempre el lento proceso de mestizaje del que venimos la mayoría de los que nacimos a este lado del Atlántico.

Saludos, se ha dicho, desde este lado del ordenador

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