Marta Sanz: “El pensamiento positivo es una película de terror”

Se comenta que el mundillo literario no la trató bien durante una época aunque a base de constancia y sobre todo tener la cabeza sobre los hombros, Marta Sanz (Madrid, 1967) ha podido desquitarse de aquellos que la señalaron en su día y que se negaron a ver las virtudes y sobre todo la honestidad que la caracterizan como escritora, una escritora que ha sentado plaza en las literaturas que se escriben en español en la actualidad.

Marta Sanz visitó el año pasado el Puerto de la Cruz para presentar su última novela Persianas metálicas bajan de golpe (Anagrama) en el Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras, Periplo, que se celebra en el Puerto de la Cruz en octubre, y encuentro en el que Sanz se despachó a gustó y cumplió a rajatabla con las palabras que Julio César pronunció una vez porque su ego era más grande que la cordillera del Himalaya: “llegué, vi y vencí”.

La escritora ha explorado casi todos los géneros aunque quizá sea en novela y en el ensayo donde la conocen muchos de sus lectores, la mayoría de ellos rendidos ante libros como Pequeñas mujeres rojas, Clavícula o Monstruas y centauras. Marta San ha recibido, entre otros, el premio Herralde de novela, el Ojo Crítico de Narrativa y el XI Premio Vargas Llosa de relatos.

- Si no me equivoco El frío es su primera novela, ¿me gustaría saber de cuánto se ha desprendido literariamente hablando hasta publicar Persianas metálicas bajan de golpe, su último libro?

“Mi primera novela la publiqué en 1995 y desde entonces ha llovido un poquito. Soy bastante trabajadora, mi oficio es la escritura y he tocado muchos de sus palos como la novela, la poesía, el ensayo y dentro de la novela he trabajado la prosa y jugado con los límites que marcan los géneros. He escrito mucho texto autobiográfico, detectivesco y de ciencia ficción y he recorrido muchos territorios por algo que tiene que ver con mi visión de la literatura, que es la de escribir buscando expresar cosas que no sabías y otras que si sabías lo que incita a una búsqueda distinta. Si trabajara siempre el mismo género tendría la sensación de contar lo mismo. No me interesan los escritores y escritoras que son capaces de acuñar una marca. No me interesa ser reconocible sino reflejar la idea de una literatura mutante porque mi visión del mundo se transforma de la misma manera que el mundo cambia”.

- ¿Por qué Persianas metálicas bajan de golpe?

“Cuando escribí Persianas metálicas bajan de golpe la primera pregunta que la desencadenó fue la sensación que tuve durante la época de la pandemia y el confinamiento y es que tras haber nacido en una generación muy privilegiada –viví el esplendor de la Transición hacia la Democracia y he luchado por todas las causa que he pensado que eran justas y que podían transformar mi país y que no había pasado los coletazos de una postguerra– jamás pensé que nos iban a confinar en casa por un virus. Tomé conciencia de repente que las persianas metálicas que bajaban de golpe podía significar –desde un punto de vista vital– que quizá nuestros hijos lleguen a vivir peor que nosotros. Una especie de futuro clausurado, de progreso puesto en tela de juicio. Esa fue una de las razones que motivó que le pusiera ese título aunque hay otras como la expresión del ruido, persianas metálicas bajan de golpe. Toda la novela es una reiteración de ese ruido en el que estamos envueltos y donde es muy difícil encontrar un discurso, una idea más allá del imperio del individualismo. Es como una invitación al que va a leer la novela de que suba la persiana”.

- ¿De ahí la cita con la que abre el libro, de Luisa Carnés?

“Luisa Carnés es una de las voces silenciadas, una mujer que se exilió a México tras la Guerra Civil por mujer y por comunista y que escribió en una de sus novelas una frase en la que dice y las persianas metálicas de los comercios se cerraron y me llamó mucho la atención”.

- ¿Qué fue primero, el título o la novela?

“Todo junto y mezclado. Con esta novela tengo mucha confusión con respecto al proceso de la escritura, un cacao mental extraordinario. Pero me consta, sé que la escritura coincidió en parte con el confinamiento”.

- Clasifican la novela como de distopía. ¿Qué le interesa del género de la ciencia ficción?

“Soy un poco quisquillosa.. Es una distopía a la manera de Kurt Vonnegut, que decía que los autores que le interesaban eran aquellos que funcionaban un poco como el canario que se encontraba en una jaula en los túneles de las minas. Vonnegut comentaba que los escritores tienen algo de profetas en su mirada hacia el futuro pero me acuerdo que Casandra tuvo el don de la profecía pero como no quiso yacer con Apolo, Apolo le escupió dentro de la boca para que todas las profecía que revelara nunca se cumplieran. En Persianas metálicas bajan de golpe el sentido de la distopía está mezclado con el sentido del humor, como el espejo deformante del callejón del Gato. La sátira, la comedia musical. La novela es una mezcla de géneros distorsionados. Incluso el nombre del país, Land in Blues (Rapsodia) es un homenaje a Rapsody in Blue, de Gershwin. La idea es que el lector se plantee preguntas porque la esperanza no solo se construye con terrones de azúcar”.

- ¿Terrores de azúcar?

“Vivimos en una sociedad en la que parece que todo está envuelto en caramelo y en la que todas las mañanas se nos repite como un mantra que tú puedes, tú lo vales, tienes que vencer a todo. Esta sociedad hace que penetre en nosotros el pensamiento positivo y a mi me parece que este pensamiento es muy traumático. Ese pensamiento positivo sin matices es para mi una película de terror. Es más honesto y alegre explicar y mostrar cuáles son las grietas que hay en el muro y a partir de ahí transformar, tomar conciencia. Persianas metálicas bajan de golpe es una novela que se construye en contra de la falsedad del pensamiento positivo. Soy la antítesis de los manuales de autoayuda”.

- También ha dicho: “El futuro está aquí y es súperchorra”.

“Esta iluminación o epifanía la tuve durante el confinamiento, cuando me di cuenta que estaba manejando una serie de aparatos, plataformas digitales que no había usado en mi vida y a la que recurrí por necesidad. Me di cuenta que en los avances tecnológicos hay una parte maravillosa y que salva vidas y descubre mundos y otra que no solo es chorra sino oscura. Cuando das una opinión a través de las redes sociales estás siendo vigilada. La digitalización de todo resulta exclusiva, discriminatoria, no iguala, no es democrática porque se expulsa a mucha gente. El lenguaje, muchas veces con las limitaciones lingüísticas de la redes y la infantilización de los juegos en estas mismas redes sociales no solo está infantilizándonos. En Persianas metálicas bajan de golpe es una constante aquello de que a medida que supuestas inteligencias artificiales amenazan con emanciparse porque evolucionan nosotros, al contrario, adelgazamos. Tenemos un acervo lingüístico de 1.200 palabras y si tienes más, eres pedante y clasista ante la comunidad porque no se tolera el léxico rico, así que se adelgaza como la sintaxis. Nuestra memoria se vuelve extra corpórea. En la novela hablo de la pérdida de la memoria como facultad intelectiva y cómo no hacemos el esfuerzo de hacer memoria por lo que perdemos el vínculo con la comunidad. Nos están robando el lenguaje y la capacidad de pensamiento. Por eso el futuro ya está aquí y es súperchorra porque nos lleva al populismo, a las fake news, al fascismo”.

- En la novela intervienen tres protagonistas y unos drones que, si me apura, resultan los personajes más humanos del libro.

“Son drones que tienen la conciencia de que poseen un lenguaje y que evolucionan, tanto que incluso empiezan a vivir la fantasía de que se pueden rebelar contra su programador. E incluso creen que pueden tener afectividad y se enamoran de las mujeres que contemplan. Hay tres protagonistas femeninas que están perdiendo la memoria, la empatía y la confianza en el futuro. Por eso es normal que las personas que lean el libro se sientan más identificadas con los drones que con las mujeres”.

- Y aparece el gran villano, el programador y unos mafiosos bastante caricaturescos.

“El programador es un tipo blanco, liberal, conservador. Un hombre que vive con su mamá y busca para casarse una mujer que encarne al ama de casa o a una modelo recauchatada. Cuando escribo las novelas pienso en cosas muy vulgares y cuando estaba pensando en el programador de Persianas metálicas bajan de golpe no me quitaba de la cabeza a Bertín Osborne. Este ingeniero jefe necesita de una plutocracia y esos son los simpáticos hampones porque los chorizos son siempre campechanos, acuérdate del emérito. Y esos son los que llevan los hilos del mundo. El caso es que los drones que tienen una programación empiezan a ser conscientes de que están programados y se rebelan, que no es más que una metáfora de lo que nos asola, la ideología hegemónica que tenemos naturalizada y contra la que no nos rebelamos porque es lo normal, el maldito sentido común. Los drones son más inteligentes porque son capaces de rebelarse contra el discurso hegemónico y nosotros no”.

- ¿Cuando escribe se deja llevar por la improvisación?

“En el caso de Persianas metálicas bajan de golpe tenía que ser una historia en la que tres drones mirasen a tres mujeres. Tenía claro el punto de vista y la voz de las mujeres y a medida que la fui escribiendo fueron surgiendo muchas cosas más”.

- En la novela la gente mayor es la que trabaja mientras los jóvenes son los que se quedan en casa.

“Es una novela que es un ejercicio de realismo ante ¿qué es lo que pasa? Existe una generación que va envejeciendo y que ve, vemos, que no va, vamos, a dejar de trabajar nunca. Y lo preocupante de todo eso no solo es la explotación de la gente sino cómo los más jóvenes no pueden construir un proyecto de vida. Es una situación que degrada y muy terrorífica. Y eso lo quería contar porque no se quiere decir pero los datos de suicidios entre niños y adolescentes en los últimos años ha aumentado y es por algo… Y quería contar a propósito de esta realidad y también dar un homenaje a mi abuelo, que fue un mecánico que cometió el error de abrir un taller propio y al no hacer bien las cuentas tuvo que cerrarlo y trabajar hasta los 88 años. Recuerdo que se levantaba a las 6 de la mañana para ir a trabajar y lloraba: Juanita, Juanita, yo no quiero ir a trabajar… Hay un personaje en la novela, el viejo del mono azul, que es mi abuelo. La novela tiene muchas reminiscencias de mi imaginario”.

- Alguien la ha comparado también con el Frankenstein de Mary Shelley.

“Y me honra mucho. En Frankenstein o el nuevo Prometeo, Mary Shelley habla de las preocupaciones que hay que tener ante los avances tecnológicos. No se puede tener una actitud acrítica y papanata. Las criatura del doctor Frankenstein es un monstruo, un ser dotado de vida y construido con las partes de personas muertas que su creador es capaz de animar. En Persianas metálicas bajan de golpe hay un capítulo muy importante donde a uno de los personajes se le intenta devolver la memoria con deepfakes, que es un Frankenstein virtual, sin cuerpo, fantasmagórico. Vivimos en sociedades donde cada vez el cuerpo está más homogeneizado en una fantasía que es falsa. Escamotear el cuerpo a través de la virtualidad significa que podemos ser más agresivos. El discurso del odio se relaciona en gran medida con el escamoteo del cuerpo. Dices barbaridades en la red porque no hay cuerpo no hay mirada mientras que por WhatsApp amas a todo el mundo”.

- ¿Cuáles son sus referentes literarios?

“No hubiera sido nunca la escritora que soy si no hubiera leído siendo muy joven El amante de Marguerite Duras. O las novelas de Henry James, sobre todo Otra vuelta de tuerca, que es un relato de fantasmas o no… Me siento muy influida por Valle Inclán, su época modernista, y por Dorothy Parker, ya que si no la hubiera leído no tendría la mala leche que tengo. Parker hablaba de los gilipolluelos. Me interesa ahora la literatura que escriben mujeres como María Fernanda Ampuero, ecuatoriana, que hace relatos de terror; Mariana Closs, argentina y la colombiana Vanessa Londoño. Y en España –y le dediqué mi novela Pequeñas mujeres rojas–, Sara Mesa y Edurne Portela. Tengo formación clásica pero me interesa mucho leer lo de ahora mismo. En especial las mujeres porque nuestros referentes, que son mayoritariamente masculinos, forman parte de nuestro cuerpo y metabolismo y sentimos como eso nos nutre y no podemos renunciar a ello y, al mismo tiempo, nos hace daño y desde esa contractura, las mujeres construimos estilos nuevos y generamos al mismo tiempo nuevas voces y por eso la literatura escrita por mujeres es tan interesante ya que refleja el momento de transformacion y crisis que estamos viviendo y que nunca se había explotado de esa manera”.

- Ahora se ha puesto de moda la novela de no ficción.

“Se trata de elegir la voz que cuadre con tus inquietudes y hacerlo bien. No tengo nada en contra de la literatura de no ficción como de la fantástica y la de los sonetos con estrambote ni de la novela romántica porque de lo que se trata es de hacerlo bien, que haya una perfecta conjunción del fondo y de la forma pero no demonizo a los géneros per se.

¿Y Arturo Zarco?

Arturo Zarco es un detective privado homosexual que nació en la novela Black, black, black. Se trata de un personaje que llamó enseguida la atención del editor Jorge Herralde, que fue quien insistió a que Marta Sanz continuara explotando sus historias en una nueva entrega que, según cuenta la escritora, al final terminó por escribir (Un buen detective no se casa jamás) y rematar con un tercer título, Pequeñas mujeres rojas. Ante la pregunta de si Arturo Zarco podría volver en un nuevo libro, Marta Sanz responde “a lo mejor dentro de treinta años aunque hay una razón de que no haya más Zarco y es que cuando escribí Black, black, black lo hice para parodiar cómo determinados escritores de novela negra rutinizan su trabajo para convertir en clientes a los lectores lo que le quita al género su capacidad de pegada política”.

Saludos, y me dice el gañán… hay que esperar, desde este lado del ordenador

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