Las tres revelaciones de Nagisa Oshima
El imperio de los sentidos fue la película que quebró el apetito burgués por el cine erótico, género al que tanto contribuyó Sylvia Kristel, a quien muchos la lloramos el año pasado; e Historia de O, sadomaso tipo Grey para discretos amantes de los azotes.
No, El imperio de los sentidos fue mucho más.
I
Quiero entenderla como una fractura radical con todo aquel cine de amables pero licenciosas incitaciones sexuales porque, además de contar una historia, integró a esa misma historia una pornografía que todavía puede producir quebranto.
Con independencia de su carácter provocador, como provocador fue la adaptación de Pier Paolo Pasolini de actualizar el universo saludablemente enfermo del marqués de Sade en Saló o los 120 días de Sodoma, El imperio de los sentidos es una película que ha dejado desde entonces de gravitar en su época, los años setenta.
Es una película celeste, que existe porque su nihilismo resulta aún brutalmente liberador.
Y lo hizo un tipo con ojos rasgados.
Un tal Nagisa Oshima.
Un ojo que nunca dejó de respetar la memoria de sus antepasados.
PROGRAMA DOBLE
En los años noventa creí ver ese mismo ojo en The Audition, de Takashi Miike.
Un ojo que sin bien no es el mismo, guarda el mismo tesoro que Oshima.
Solo que en donde Oshima te hace quemar, Miike te enfría.
II
Feliz Navidad, Mr. Lawrence.
Fui a verla porque se vendió como la respuesta japonesa a El puente sobre el río Kwai (David Lean, 1957).
Y me mintieron.
Porque yo vi otra cosa mientras educadamente me reía tapándome la boca.
Durante un tiempo no dejé de escuchar la banda sonora, compuesta por Ryuchi Sakamato, quien comparte además protagonismo en la película con un David Bowie que no lo hace del todo mal.
III
Taboo (Gohatto).
La última película de Oshima.
La protagoniza Takeshi Kitano, un secundario de hierro en Feliz Navidad, Mr. Lawrence.
Taboo es un retrato sobre el crepúsculo de los samuráis.
Nagisa Oshima falleció el pasado martes, 15 de enero.
FERNANDO GUILLEN
Anuncian la muerte del actor español Fernando Guillén.
Lo recuerdo por El pico II.
Donde sustituye al actor tinerfeño José Manuel Cervino como padre de la Guardia Civil con un hijo heroinómano que en la primera parte se enamoraba del hijo de un dirigente abertzale.
Una celtibérica y audaz reinterpretación de Romeo y Julieta según Eloy de la Iglesia.
Grande Eloy de la Iglesia.
Saludos, sayonara, desde este lado del ordenador.