El síndrome del avestruz

Algún día tendrá que escribirse la historia de los premios literarios en Canarias. Es una historia curiosa. En ocasiones también siniestra.

Como el mundillo literario del archipiélago es pequeñito pero trufado de pequeños apandadores iluminados, las batallas entre unos y otros adquieren en ocasiones dimensiones realmente dantescas. Afortunadamente, están surgiendo escritores y poetas que prefieren vivir al margen y ser algo así como islotes independientes en el oloroso océano que salpica estas sus enlodadas aguas.

Con esto quiero decir que no se limitan a competir en nuestro limitado universo de concursos florales sino que se atreven a ir más lejos. Nombres no faltan que han conseguido ser reconocidos por jurados que, supuestamente, desconocían la biografía de sus protagonistas. O su carné a determinados grupúsculos literarios canarios.

Éste y otros pensamientos de calado tenebroso me asaltaron hoy al asistir a la rueda de prensa del fallo del XXVI Premio de Novela Benito Pérez Armas, dotado con la nada desdeñable cantidad de quince mil euros y otorgado al escritor Juan José Mendoza (Las Palmas de Gran Canaria, 1957) por Isla feliz.

Y no porque piense que el Benito Pérez Armas tiene algo que ocultar ya que afortunadamente, y así lo avala su trayectoria, ha funcionado como riguroso altavoz para dar a conocer nuevas promesas literarias a este lado del Atlántico. No, lo digo por otras experiencias pasadas que intentaron trascender las fronteras de nuestro territorio convocando premios no sólo para autores que residieran en Canarias. Y por lo tanto, en lo que se valoraran cuentos y novelas que iban más allá de las historias que se desarollan en nuestras fantásticas pero domesticadas islas o en geografías míticas, que es una forma de camuflar nuestros entornos sin la necesidad ni la necedad de mencionarlos.

No sé si se acuerdan, pero hace ahora once años el Cabildo de Tenerife junto a la editorial Anagrama recuperó el Premio Alfonso García-Ramos de Novela. El ganador de su primera edición (la del 2000) fue el escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez por Animal tropical.

La novedad de este galardón, además de su cuantiosa dotación económica, diez millones de las antiguas pesetas (unos 60.000 euros actuales) fue la posibilidad de que la obra ganadora la publicara el sello editorial que dirige Jorge Herralde, miembro también del jurado junto a J. J. Armas Marcelo, Mihaly Dés, Cecilia Domínguez Luis, Ernesto Suárez, Enrique Vila-Matas y, con voz y sin voto, Dulce Xerach Pérez, por aquel entonces consejera de Cultura del Cabildo de Tenerife.

El fallo del jurado del renacido certamen levantó, sin embargo, suspicacias. La primera, que el autor ganador no fuera canario aunque los abuelos del escritor cubano procedieran de Santa Úrsula (Tenerife). La segunda, que se tratara de un título de alto contenido sexual. Pornográfico llegó a decir alguien.

El editor Jorge Herralde se defendió de estas acusaciones en una entrevista que mantuvo con el autor de este blog y publicada en el Diario de Avisos el 21 de diciembre de 2000. A la pregunta de: “¿Le ha irritado las críticas que algunos han vertido contra la obra ganadora del Premio Alfonso García-Ramos de Novela. Voces que califican de sospechoso el galardón porque el autor publica en Anagrama? Respondió: “Lo que sí me resultaría sospechoso es que hubiera ganado una novela mala. El jurado estuvo formado, además, por tres miembros que fueron elegidos por el Cabildo de Tenerife, y otros tres por Anagrama. Penalizar por eso a un autor que publica en Anagrama me parece un absurdo total”.

El caso es que los siguientes ganadores del premio, los correspondientes a 2001 y 2002, fueron otros dos escritores que solían publicar en Anagrama: José Antonio Garriga Vela por Los que no están y Vicente Molina Foix por El vampiro de la calle Méjico, dos novelas que sin ser de lo mejor de ambos autores sí que se trataban de interesantes y elaboradas ficciones.

El jurado del 2001 estuvo integrado por Javier Aparicio Maydeu, Juan Pedro Castañeda, Daniel Duque, Pedro Zarraluki, Jorge Herralde y Dulce Xerach Pérez; mientras que el de 2002 lo formaron los ya citados Herralde y Xerach Pérez López, así como Jorge Benavides, Domingo Luis Hernández, Ana María Moix y Soledad Puértolas

En estas dos ediciones volvieron a llover las críticas en Canarias. La mayoría de ellas  lamentaban, entre otras, que el autor ganador resultara siempre un escritor peninsular y no canario. También, que el galardón sólo sirviera para promocionar a los escritores del sello Anagrama.

Lo paradójico del caso es que algunas de estas mismas voces canarias indignadas habían formado parte del jurado. Gente todas ellas muy respetables, lo que hace que todavía me pregunte –once años después de que este premio intentara trascender las fronteras insulares–  ¿por qué no dimitieron en su momento del jurado al percatarse de la conspiración judeo masónica en la que los habían metido? También ¿la de devolvieron los ingresos que recibieron tras cuestionar la fiabilidad de un certamen del que habían formado parte?

El caso es que, por una u otra razón, el recuperado Premio Alfonso García- Ramos de Novela se suspendió en unos años donde todavía no se veía en el horizonte el espectro de la crisis que hoy nos marea. Se perdió, además, la oportunidad de reivindicar con un premio que llevaba su nombre a uno de los mejores escritores canarios de todos los tiempos: Alfonso García-Ramos.

En esta y otras cosas pensé esta mañana. Mientras observaba y oía como se le transmitía al ganador del Premio de Novela Benito Pérez Armas que había sido el ganador de su XXVI edición.

Saludos, denunciando el síndrome del avestruz, desde este lado del ordenador.

9 Responses to “El síndrome del avestruz”

  1. Javier Hernández Velázquez Says:

    Como decía Lennon: No creo en Kennedy, no creo en lo Beatles, solo (con o sin acento) creo en mí. Para un canario, la única forma de trascender más allá de la cárcel de agua en la que estamos recluidos es ganar un Premio. Para ganar un Premio hay que apuntar hacia aquellos que no superen una dotación mayor a los 10-15 mil euros, y la única salida es que sea convocado en la Península. Para un canario ganar el BPA es un orgullo, pero nada más. La obra no trasciende, se cierra el plazo en febrero y se falla en noviembre y, lo peor, la novela se publica un año después.
    Con respcto a opiniones de que el BPA se de a un canario estoy en desacuerdo. Los Premios hay que darlos a la mejr novela, sin más. Es una perogrullada aunque verdad.
    La pregunta perversa sería: ¿Por qué se dejó el premio desierto el año pasado?

  2. Arnaldo Says:

    Yo estoy de acuerdo con aquellos valientes canarios que desde el jurado se enfrentaron a Herralde y denunciaron que se trataba de un paripé para pagar muy bien novelas que Anagrama no podía pagar a sus propios autores. Es que eso es chulear al cabildo.

  3. elintenso Says:

    Según el jurado del año pasado, ninguna obra que se presentó llegaba al nivel que merece el premio. Claro, que uno está en pleno desacuerdo con tal valoración. Pero, ¿quién es uno al lado de los elefantes y guardianes de las letras canarias en forma de jurado?

  4. Fonseca Says:

    Necesito que alguien precise, por favor, la siguiente cuestión: ¿El fallecido “fetasiano” Antonio Bermejo Barrera ganó una de las primeras ediciones de ese premio con una novela que luego alguien perdió antes de su edición? El propio Bermejo me facilitó el título de esa obra. Al parecer, Armas Marcelo sabe algo del asunto. ¿Alguien conoce algo más de esa cuestión? Sugiero otros nombres que podrían revelar un poco: Nilo Palenzuela, Daniel Duque, Domingo Luis Hernández, Cirilo Leal, Juan Pedro Castañeda. Solo (sin acento según las decisiones de la RAE) se trata de curiosidad, aclaración y búsqueda de la verdad.

  5. Cautivo Says:

    Qué se puede esperar de un país donde la RAE elimina el acento del “sólo”. Pronto se autorizará la “k” del “que”; modelnos, más que modelnos.

  6. Mario Domínguez Parra Says:

    Yo también he oído hablar de la historia de la novela perdida de Bermejo, tal y como la cuenta Fonseca.

  7. Fonseca Says:

    Parece que algunos de los citados prefieren callar, y quien más sabe de ello es un escribidor que presume de canario y actúa como godo que garabatea sus tonterías todo los sábados en un periódico de tirada nacional.
    En cuanto a las normas de la academia, parece que sus miembros se aburren, como cuando castellanizaron”yin” y “blu yin” para referirse a un pantalón vaquero. Algo más grave es lo del miembro de esa institución P. Reverte llamando “mierda” y añadiendo que “no tuvo huevos” un ministro por lo del Sáhara. Eso es “limpiar y dar esplendor”, al margen de que, como todos sabemos, quien insulta se descalifica.

  8. Alfonso González Jerez Says:

    Efectivamente, Bermejo ganó una de las primeras ediciones –creo que la segunda o tercera — del primitivo premio Benito Pérez Armas, que fue a mediados de los años cincuentainiciativa particular de don José Arozena, abogado y compañero generacional de Domingo Pérez Minik, Eduardo Wwesterdhal et alii. Según ha quedado más o menos aclarado, el título de la novela era “La lluvia no dice nada” o ese fue, al menos, el lema con el que se presentó al concurso. Bermejo lo cobró — un cheque de 15.000 pesetas de la época — y lo festejó con los amigos. Pero los originales de la novela se perdieron en la editorial. No era tan raro. La primera edición de Antes del amanecer, la segunda novela de Isaac de Vega, fue destruida por un incendio en los talleres de la Editorial Católica, en Santa Cruz. Por fortuna Isaac tenía una copia y fue impresa finalmente en 1965.
    Hay dos circunstancias — al menos — que explican parcialmente este asunto. Primero, que Bermejo entró en un proceso de autodestrucción — alcoholismo, ruptura con familia y amigos, vida en la calle y hasta en una cueva del Barranco de Santos — muy pocos meses después de concederle el premio. Y de ahí no volvió a salir. Otra que el Premio Benito Pérez Armas desapareció — Arozena no podía afrontarlo en solitario — y solo volvió a convocarse a partir de 1970, con el patrocinio de CajaCanarias.
    Yo le pregunté a don José — que era un lector excepcional, cuantitativa y cualitativamente — que tal estaba la novela de Bermejo. Me dijo que para ser una primera novela no estaba mal, aunque evidentemente acumulaba errores, torpezas y petulancias de un escritor primerizo. A continuación — esto fue por 1990 — me habló con tristeza de la vida de Bermejo y de su fin. “Era un hombre con talento, con una inteligencia viva, que no creyó en si mismo”.
    Más detalles sobre Bermejo y su desaparecida novela — incluyendo una extensa entrevista con Cirilo Leal — pueden encontrarse en el libro Fetasianos, que quizás usted ya conozca.
    Un saludo

  9. admin Says:

    Muchas gracias Alfonso por la información.

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