Uno de los grandes: Stephen Crane

Ya lo ven ustedes, el escritor norteamericano Stpehen Crane es otro de esos grandes novelistas que me sacudieron por dentro. Es una pena, sin embargo, que su nombre no se haya reconocido como se merece. Claro que  para eso estamos los lectores que, como náufragos en el océano de las letras, buscamos siempre y a la desesperada tablas a las que poder agarrarnos.

Y con Crane me pasó hace lo que se dice mucho tiempo.

La primera novela que leí del escritor fue Maggie, una chica de la calle, editada por Alfaguara & Nostromo, una de las mejores editoriales de las que tengo memoria probablemente porque se especializó en publicar en el mercado español lo que se dice rarezas. Tengo colocadas en un puesto distinguido en mi inestable biblioteca Memorias de un pecador justificado, inquietante novela de James Hogg; Carmilla y La profecía de Closted, de Joseph Sheridan Le Fanu; Champavert, cuentos inmorales, del gran Petrus Borel, y El hombre de la máscara de oro de Marcel Schwob, entre otros títulos entre los que se encuentra, claro está , Maggie una chica de la calle, de Stepten Crane, uno de los grandes escritores norteamericanos naturalistas junto a otro grande (también olvidado) Frank Norris.

Maggie, una chica de la calle cuenta la tragedia de una joven de los barrios más bajos e infectos de la ciudad de Nueva York a finales del siglo XIX. Les prometo que su lectura aún estremece por cruda y realista. En ocasiones, incluso, porque evoca el espíritu transgresor de Gangs de Nueva York de Herbert Asbury, ese compendio de bandas neoyorquinas uno de cuyos capítulos inspiró a Scorsese en la película del mismo título, así como al escritor Caleb Carr (¿dónde te has metido Caleb Carr) para describir los habientes subterráneos de la futura ciudad de los rascacielos en las dos únicas novelas que dedicó a su holmesiano Laszlo Kreizler y su watsoniano John Schuyler Moore en El alienista y El ángel de la oscuridad.

La segunda novela que cayó en mis manos de Crane es la más famosa de su tristemente corta producción: La roja insignia del valor.

El cineasta John Huston dirigió una adaptación cinematográfica de este excelente material literario, interpretada por Audie Murphy, actor que llegó al cine tras convertirse en uno de los grandes héroes del ejército norteamericano durante la II Guerra Mundial.

La roja insignia del valor, escrita en 1897 pero ambientada en plena guerra de secesión norteamericana, cuenta la historia de un grupo de soldados del ejército nordista que huyen a la desesperada tras la derrota ante los confederados en la batalla de Chancelorsville, y los sentimientos encontrados que los asaltan: cobardía, desprecio. Es una historia de redención, sorprendentemente pacifista para la época en que fue escrita, aunque algún lector despistado pueda entender otra cosa por un final en el que su protagonista saca fuerzas de su flaqueza para cumplir con su deber.

El tercer título de Crane que pude leer y convencerme (aunque no hacía falta) que se trataba de un gran escritor fue El bote descubierto y otros relatos de aventuras, título editado en español por mi recordada y añorada (¡ay!) Fontamara. Además del cuento que da título a esta antología, el volumen incluye Un gran error, Un exprimento en la miseria, Un niño siniestro, Los hombres en la tormenta, Flanagan y su corta aventura filibustera, La novia llega a Yellow Kid y Los cinco ratones blancos.

El mejor relato del libro es el que da título a esta interesante compilación, El bote descubierto, donde el autor narra con tintes autobiográficos los días a bordo de un corresponsal de prensa en una lancha que navega a la deriva cuando el barco que acompañaba a una expedición de Estados Unidos a Cuba, naufraga.

No pueden imaginar la influencia que esta historia provocó y provoca en mis desordenadas ideas. Tanta, que todavía me sirve de recurso para vencer esos momentos en los que parece que la vida se empeña en convertirse en una ola gigantesca para arrastrarte a las profundidades del mar.

Hace cinco años, mientras vagaba como un lobo solitario por las librerías de la capital tinerfeña, mi corazón latió desbocado al encontrar otro título de Crane: Heridas bajo la lluvia (Rey Lear Editores). Fue escrito por su autor dos años antes de su muerte, y se trata de un conjunto de relatos sobre los soldados norteamericanos que participaron en la campaña contra España en la isla de Cuba en 1898.

Quizá no se trate de lo mejor de su autor, pero sí de un puñado de historias escritas sobre el terreno (Crane fue corresponsal de guerra en este conflicto) que arrojan mucha luz sobre lo que pensaban esos hombres. Incapaces, viene a decir el escritor, de comprender porque estaban realmente combatiendo.

Poco antes de su muerte, apareció probablemente su libro más popular, Whilomville Stories (1900), pero no tengo noticia de que haya sido traducido al español. Dejó sin terminar, además, The O’Ruddy, concluida por Robert Barr.

Stephen Crane falleció a la edad de 28 años en Badenweiler (Alemania).

Ya ven, cosas de ese gran cómico macabro que es el destino.

Saludos, a modo de modesto e improvisado homenaje, desde este lado del ordenador.

9 Responses to “Uno de los grandes: Stephen Crane”

  1. Mario Domínguez Parra Says:

    Su poesía, Eduardo, su poesía es excepcional (Los jinetes negros, La guerra es amable).

  2. Daniel León Lacave Says:

    Recuerdo El Hotel azul, relato de Crane que sirvió al maestro Kubric para encauzar el guión de El Resplandor hacia unos derroteros bien distantes de la novela homónima de King, que sirve de punto de partida.

  3. admin Says:

    Mario desconozco por completo la poesía de Crane, pero me has puesto los dientes lo que se dice bien largos.
    Daniel, no sabía de esa anécdota a la que haces referencia. Y mira que presumo de un tonto entusiasmo por la literatura del señor King y mucho más, me temo, por la cinematografía del señor Kubrick.

  4. Daniel León Lacave Says:

    Pues en la biografía de Kubric escrita por John Baxter narran esta anécdota, y como King no salió contento en absoluto del trabajo de Kubric, ya que este rechazó su guión. Guión propio que King usó años mas tardes para la versión televisiva en forma de miniserie sobre El Resplandor, aquella con Steve Webber y Rebecca de Mornay.

  5. admin Says:

    Sí que he visto la teleserie que se inspira fielmente en la novela pero mucho me temo que no hay color. Que el filme de Kubrick (no muy bien valorado por los kubrickmanícacos, curiosamente) me sigue fascinando. Y generando sabrosas pesadillas. Se me pone aún la piel de gallina al recordar a las dos niñas en ese inquietante pasillo. Y el barman, ese barman nunca mejor dicho de película… Le dediqué un post a este maravillosa reinterpretación del universo kingneano. El propio señor King, pasado el tiempo, creo que ha llegado a la misma conclusión que muchos de nosotros.
    ¡Redrum!

  6. Daniel León Lacave Says:

    Una obra maestra sin duda alguna. de las pocas películas que me siguen dando miedo. Soy incapaz de verla a solas de noche, a pesar de haberla vista unas veinte o treinta veces.
    La teleserie es bastante fiel a la novela, y en efecto, deja muchísimo que desear.

    Lo verdaderamente magistral de el Resplandor de Kubric es que cuando la película termina nos damos cuenta de que no sabemos lo que ha pasado, ni porqué ha pasado. No te explican nada de nada. Carece de la típica secuencia de encontrarse el protagonista con unos recortes de periódico (llegó a rodarse dicha escena) en la que nos cuentan quién es la mujer del baño, y quiénes son los tipos de las máscaras de perro que Wendy ve al final.
    No soporto las pelis en que el prota va a la hemeroteca y allí nos lo explican todo. Estoy seguro que, si alguna vez nos encontraramos en medio de una situación como esta, no nos enterariamos de nada de lo que pasa. en ese sentido, el resplandor es la mas “realistas” de las películas de género fantástico.

  7. admin Says:

    Has dado en la clave, me encanta eso que apuntas de que El resplando es la más realista de las películas de género fantástico. Aunque para quien te escribe, vaya incluso un poco más lejos, es un viaje a la locura de su protagonista, ese Jack Nicholson que se transforma en lobo feroz y que se pierde en el laberinto de su cabeza. Con todas sus letras, una obra maestra de ese maestro que fue Kubrick.

  8. Mario Domínguez Parra Says:

    Eduardo, Hiperión editó su poesía no hace mucho.

  9. admin Says:

    Gracias, amigo. Voy a buscarla y cruzo los dedos…

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