Tener ‘algo’

A la muchachada de mi generación les puso Jack Kerouack. Para muchos llegó a ser incluso una especie de feliz descubrimiento. No sé, igual fue por su huida hacia delante. A su noción de ponernos en el camino para descubrir que estamos vivos.

La primera novela que leí de Kerouack fue, obviamente, En el camino. Edición Club Bruguera. Escribo de hecho estas líneas con el volumen a mi lado. Se trata de uno de esos libros que tengo subrayados de cabo a rabo porque tuve una época en la que subrayaba los libros de cabo a rabo.

Subrayarlos (a lápiz) era señal de que el libro me estaba tocando. Llegando. Golpeando.

He aquí algunas de las frases subrayadas:

Lucille nunca me comprendería porque me gustan demasiadas cosas y me confundo y desconcierto corriendo detrás de una estrella fugaz tras otra hasta que me hundo. Así es la noche, y eso produce. No puedo ofrecer más que mi propia confusión.”

Todavía nos quedaba mucho camino. Pero no nos importaba: la carretera es la vida”.

Corrían calle abajo juntos, entendiéndolo todo del modo en que lo hacían aquellos primeros días, y que más tarde sería más triste y perceptivo y tenue. Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir”.

Tras terminar En el camino leí Los vagabundos del Drama (colección Libro Amigo, Bruguera) y mi borrachera con el escritor más beat de la beat generation llegó a extremos delirantes. Ya dije en su momento que es la novela que más me gusta del escritor pero no me pregunten por qué. Ha pasado tanto tiempo desde entonces que, probablemente, ya no me gusta ir corriendo detrás de la gente que está loca por vivir.

A partir de ese día, Kerouack como a gran parte de la muchachada que forma mi generación se convirtió en algo así como un escritor de cabecera. Un autor al que necesitábamos leer para sentirnos más vivos.

Desgraciadamente, esa sensación fue desapareciendo con otras novelas: Ángeles de desolación, Los subterráneos, La vanidad de los Duluoz, Big Sur, Satori en París… títulos todos ellos donde me topé con un escritor bastante egomaníaco que intentaba improvisar sin la originalidad de un músico de Bebop.

Descarté así a Kerouack de mis escritores de cabecera aunque cuando me encuentro con uno de sus libros en cualquier lado (la casa de un amigo o de un desconocido, en una librería y en cualquier rastro que valga la pena) el primero sentimiento que me asalta es el de cogerlo entre mis manos y buscar la lúcida borrachera en la que me sumergió siendo un jovencito que no tenía ni puta idea de cómo funcionaban las cosas.

Es verdad, no obstante, que todavía sigo sin tener ni puta idea de cómo funcionan las cosas pero digamos que mis adicciones literarias han ido (no evolucionado) por otros derroteros.

Escribo todo esto porque ha caído en mis manos una nueva novela del escritor. Se titula Pic (Ediciones Escalera), y apenas llega al centenar de páginas.

Escribo estas líneas porque ha sido leerla y notar (apenas duró unos minutos) esa sensación de lúcida borrachera que compartí con él cuando  entendía la vida con la trascendente ingenuidad que se merece.

Como me suele pasar con otros libros, bastó leer la primera frase para que pensara aquí hay algo. No sé si profundo, pero sí algo.

Nadie me ha querido nunca como yo me quiero, excepto mi madre, y está muerta”.

La novela se lee en nada. Y no por su escaso número de páginas. Es que te atrapa. Te golpea y ocasionalmente noquea.

Además, sabe a un título raro en la bibliografía del escritor. Es casi como un homenaje a la gran tradición de la literatura norteamericana de iniciación y aprendizaje. Y si bien casi todas las novelas de Kerouack son de iniciación y aprendizaje con Pic por una vez, y es un juicio muy particular como lector, es como si hubiera querido contarnos una ficción.

No por sus protagonistas, que son afroamericanos, sino por la manera en cómo lo cuenta.

Que nadie se llame a engaño, sin embargo, porque Pic (historia que fue publicada pocos años después de fallecer su autor) no es una obra maestra. Ni siquiera una novela que te taladra por dentro. Pero sí que se trata de un relato que te va contagiando ese algo que comentaba más arriba.

Un algo que no puedo traducir con palabras pero que de alguna manera te conmueve y te anima a seguir leyendo. Una novela, en definitiva, que explica el por qué Kerouack es –con toda la razón del mundo– un escritor que pone tanto a la muchachada de cualquier generación.

Saludos, una vez más en el camino, desde este lado del ordenador.

7 Responses to “Tener ‘algo’”

  1. Javier Hernández Velázquez Says:

    Kerouac, el Guru de la Generación Beat, alimentada con tipos como Allen Ginsberg, Neal Cassady y William S. Burroughs. Descubrí a Kerouac en un reportaje que le hiceron a Bob Dylan en el que decía maravillas de él. Un reportaje en el que intentaba justificarse del desencanto que produjo entre sus seguidores que se desmarcara de”la canción protesta” y no se involucrara más en la oposición a la guerra de Vietnam (supongo que su ruptura con Joan Baez estaba presente). En el camino es su obra de referencia, pero Libro de esbozos es su obra olvidada. Publicados exactamente tal como fueron escritos en las hojitas de los cuadernos que llevaba en el bolsillo de la camisa entre el verano de 1952 y diciembre de 1954.
    Recuerdo que lo siguiente que hice al leer Libro de esbozos fue revisitar Easy Rider.

  2. Alfonso González Jerez Says:

    Eduardo, tenemos un viejo desacuerdo, casi tan viejo como nosotros mismos, sobre Kerouack. De esa generación creo que el único con verdadero talento era Burroughs, y Burroughs ni siquiera era, propiamente, miembro de ese grupo generacional, sino una suerte de perverso hermano mayor. “La unica gente que me interesa es la que está loca, la que está loca por vivir” es una frase que, es cierto, ilustra muy bien a Kerouack, que es básicamente un escritor inocente, es decir, apenas un escritor. Por eso se agotó enseguida. Por eso y porque fue incapaz de metabolizar su fugaz y arrinconado y pequeño éxito juvenil. Lo más hermoso que he leído sobre Kerouack está en las memorias de Gore Vidal. No sé si te lo he contado. Vidal y Kerouack se relacionaron brevemente y echaron un polvo en una triste y sucia habitación. Después se separaron. Ya convertido en un anciano, Vidal baja de un avión y en la terminal del aeropuerto observa a un pibe con una camiseta con el rostro y el nombre de Kerouack serigrafiada. Vidal no puede impedir mirar un buen rato la camiseta. Y el pibe le inquiere con la mirada. Vidal sonríe débilmente y le dice:
    – Es que lo conocí.
    El chico, apenas un quinceñero, se queda estupefacto, y con los ojos brillantes le coje de la mano a Vidal y le dice:
    – ¿Le conoció? ¿De verdad? Pero…pero… ¡es maravilloso!
    Vidal sigue mirándolo. El pibe dice, sencillamente:
    – Lo adoro.
    – Yo también lo hice — le responde Vidal, sorprendiéndose de sus propias palabras –. Por unos minutos al menos.

  3. admin Says:

    Alfonso, ya me habías contado la anécdota de nuestro común y admirado Gore Vidal, gracias de todas formas por refrescásnosla. Un abrazo.

  4. Jodido por un tiro en el costado Says:

    Kerouack, Burroughs, cada uno genial a su manera, de muy poca gente o espectros puedo decir eso, no puedo decirlo porque soy un ignorante. Lo demás son silbos poéticos y retóricos.

  5. admin Says:

    Buena conclusión, amigo.

  6. Daniel Says:

    Burroughs inédito también está en camino, Alfonso, un año nomás. En cuanto a Kerouac, lo amas o lo odias, real viceralismo que diría algún bolañoso. Yo lo amo, pero lo amé mucho más a los veinte años, que es cuando hay que descubrir a este autor. Sin Jack Kerouac no habría Dylan, no habría Tom Waits, no habría The Doors, no habría Johnny Depp, no habría Ray Loriga, ni Bolaño, ni Cassady, ni Corso, ni Ferlinghetti, ni Holmes, ni Ediciones Escalera (en un plano más modesto), ni muchas cosas hermosas que sucedieron y que aún hoy emiten algo de aire fresco desde el siglo XX. Su obra leída de manera fragmentada pierde ciertamente valor, la leyenda (no la vanidad) de Duluoz es el compendio de toda su obra, al estilo Proust, con otro ritmo, con otra música, con altibajos, con dudas, pero aquí está y la trascendencia del autor es ya de por sí una obesa razón para rescatar algunas de sus obras menos conocidas. Ricos no nos haremos, pero nos encanta, igual que nos encanta conocer tu vuestra opinión al respecto.
    Un fuerte abrazo al administrador y a los lectores de El Escobillón.

  7. Alfonso González Jerez Says:

    Simplemente gracias, como lector, a la gente de Escalera. Me afilo los dientes esperando al Burroughs inédito en español. Respecto a Kerouac yo pertenezco a la peor secta, la que no ama ni odia, la de los tibios. Me gustó mucho antes de los veinte años, a los cuarenta me interesa poco. Pero son simples gustos o apreciaciones personales. Gracias entre otros a a Escalera, precisamente, cada uno puede leer y tener la suya.
    Un saludo a todos

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