Todo sea por salvar tres de cada nueve árboles

Solo he leído una novela de Alberto Vázquez-Figueroa. Se titulaba Como un perro rabioso y dio origen a una película de relativo éxito en su tiempo: El perro.

Pese a que descozco su obra me cae bien. Alcanzó nombre como escritor de novelas de aventuras en un país muy poco dado al determinismo de este género pero muchas de sus historias acabaron por convertirse en películas.

En todas las ruedas de prensa a las que he asistido con él de protagonista (sobre todo las de la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife) me hace gracia que sea el primero en negarse a hablar de su literatura porque la considera una basura.

A mi me llama la atención Vázquez-Figueroa –pese a que sus libros me resulten indiferentes– porque tengo la sensación que casi siempre ha hecho lo que le venía en gana. También porque cuenta con un curioso currículum de viajero, algunas de cuyas experiencias ha volcado en sus novelas no sé si con mejor o peor fortuna.

Guste o no, Alberto Vázquez-Figuroa ha conseguido vender por su nombre. Es decir, que sus obras se consumen porque están firmadas por Vázquez- Figueroa y si bien no se trata de literatura que haga calentar la cabeza sí que tiene a una legión de fieles que siguen siendo sus lectores.

A mi me sorprendió descubrir un día que un buen amigo de los que no coge un libro se estaba leyendo completa la serie Cienfuegos. Si que me cansó su empeño en que la leyera pero me tocó el lado oscuro del corazón su entusiasmo ante unos libros que, ojeados con prisa, no me decían nada.

En una edición de Gran Hermano, ya no recuerdo cual pero fue en una, un concursante revelaba a ese monstruo hecho carne que responde al nombre de Mercedes Milá que a él le gustaba leer. Leer las novelas de Vázquez Figueroa.

En uno de esos momentos dulzones del programa, el mismo escritor acudía a Gran Hermano para saludar al concursante. Vázquez-Figueroa le firmó unos libros y habló un rato con él, después se marchó. 

He comprobado en mis conversaciones con amigos a los que sí les gusta leer cierta acritud hacia este escritor. Unos me aseguran que ya no vende como antes e incluso de que se ha arruinado. Muestran una extraña satisfacción cuando lo crucifican. Casi como si pensaran que están a punto de quitarse a alguien molesto del camino…

El caso es que cada cierto tiempo Vázquez-Figueroa irrumpe en el panorama editorial para anunciar que está vivo.  Su última novela se llama El mar en llamas y tiene la peculiaridad de que se lee de manera apaisada.

Desde la editorial Martínez Roca se informa que con esta técnica se ahorra espacio, se reduce el consumo de papel, se facilita la lectura y, sobre todo, se trata de un libro ecológico porque permite salvar tres de cada nueve árboles.

Y no sé qué decir. Esta misma tarde he cogido el libro para echarle un vistazo en la librería de una gran superficie comercial y me ha parecido lo que se dice una magada. Me apena que esta magada esté firmada por Vázquez Figueroa aunque si lo ha hecho por salvar tres de cada nueve árboles ¿quién soy yo para decir que no me gusta este formato?

Soy de los primeros que reivindico que Vázquez-Figueroa es uno de los pocos escritores españoles que se preocupa por hacer otro tipo de campaña de cada nuevo libro que saca al mercado. 

Hace cuatro o cinco años anunció en su blog que a partir de ese momento todas sus novelas se editarían a la vez en tapa dura (edición cara), bolsillo (a mitad de precio) y gratis si se descargaba de Internet. Pasó el tiempo y en un post publicado el 5 de agosto de 2010 se lamentaba: “Hace años decidí enviar gratuitamente mis libros por este medio a quien lo necesitase. Ahora he descubierto que algunos se han dedicado a comercializarlos en la red. Un escritor puede perder la fe en los políticos, en las editoriales y en el sistema en general, pero cuando lo pierde en sus lectores no le queda esperanza alguna a lo que aferrarse.”

Leo y releo este post como si se tratara de un mantra.

Así son las cosas

¡Maestro! 

Saludos, aullando a la luna llena, desde este lado del ordenador

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