¡Leed a John Steinbeck, panda de ignorantes!

Hay escritores que tienen la capacidad de sosegar mi espíritu, demasiado acostumbrado a navegar en tormentas en vasos de agua.

Uno de esos escritores es John Steinbeck, a quien le ido siguiendo la pista desde la noche remota de los tiempos que es lo mismo que decir que fue cuando comencé a leer algo que no tuviera relación con la fantasía ni la ciencia ficción. Tampoco con el crudo realismo de la novela policiaca.

El primer título de Steinbeck que leí fue La luna se ha puesto, cuyo trágico lirismo me convenció que estaba adentrándome en el universo de un escritor gigante y generoso. Más tarde, en una pésima traducción mejicana, devoré Los descontentos y supe con ella lo que es llorar imaginando experiencias ajenas. Más tarde vinieron como una tromba su poética La perla –nunca llegué a entender las razones del porqué la comparaban con El viejo y el mar de Hemingway salvo por su exotismo–, Tortilla Flat, La fuerza bruta y Las uvas de la ira tras pensar que yo también era socialista al ver primero el filme de John Ford.

Steinbeck cuenta también con la atractiva novela de aventuras La taza de oro, vida del pirata que después se convertiría en teniente de gobernador de Jamaica, Henry Morgan, y con un extraño y fascinante relato que por aquí circuló con el título de El ómnibus perdido aunque si hubo un libro de Steinbeck que me conmovió hasta lo más hondo fue su ambicioso proyecto (fatalmente detenido por su muerte) de actualizar el mito de los caballeros de la tabla redonda en su imprescindible Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, volumen que tengo subrayado desde la primera a la última página y que cuenta además con un hermoso y vibrante prólogo del mismo Steinbeck donde rememora lo que significó para él la aventura de aprender a leer.

Es tanta mi pasión steinbeckniana que he disfrutado además con su libro Viajes con Charley en busca de América, un texto que se anticipa a lo que más tarde unos y otros llamarían nuevo periodismo; y en estos tiempos aciagos, he vuelto a encontrarme con Steinbeck con la compilación de sus artículos de la II Guerra Mundial y con su monumental (como monumental es Las uvas de la ira) Al este del Edén, obra que había dejado aparcada hacía tanto tiempo y que el otro día, al tropezármela en la estantería de mi biblioteca pareció silbarme y decir:

- Ey, hermano, ya va siendo hora de que te tranquilices. Esto quiere decir: léeme.

Y en eso estoy. Y estoy tanto tanto, que tengo la sensación de que soy un hombre nacido en el valle de Salinas que necesita de la voz de su mayor escritor para tranquilizar la fiebre que solo me hace envejecer.

Al Este del Edén es mucho más que la gran película de Elia Kazan, que retrata solo una minúscula parte de este colosal fresco generacional, y si usted es de sangre caliente buceará en este relato de padres e hijos mientras se pregunta qué demonios había estado haciendo antes de que esta novela le enseñara que su destino inevitablemente es el de rodar y rodar.

A mi Steinbeck siempre me ha parecido un autor que tranquiliza.

Que calma quizá porque supo mirar el alma humana y resignarse a amar lo que somos.

Le debo mucho al señor Steinbeck, pero sobre todo le debo el hecho de que siempre me sorprende.

Que su obra tritura el paso del tiempo haciéndola eterna y por lo tanto vital y tan necesaria en estos tiempos donde, mucho me temo, están empeñados en que pensamos que solo vale la insoportable y también soberbia levedad del ser.

Saludos, ¡Viva Zapata!, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “¡Leed a John Steinbeck, panda de ignorantes!”

  1. Sitedicenqueleí Says:

    Estimado señor: me ha hecho recordar la película “Al este del Edén” que como todas las de Elia Kazan, pues… que quiere que le diga, que me deja una extraña sensación interior, pero es que soy muy sensible…De todas formas me ha gustado su magnífico post, que salvo el título, ya presenta menos violencia intrínseca y sensaciones belicosas que los de hace poco tiempo. Aún así y dado que muchas veces me cuesta interpretar sus doctas palabras, le ruego piense que a veces las cosas no son como pudieran parecer…no se deben hacer juicios precipitados sobre personas y situaciones, como en algunas escenas de sus películas nos muestra, que no enseña, Kazan. Por eso, yo en los últimos tiempos aplico un sabio proverbio inglés que está lleno de “flema británica” y que me ayuda en ocasiones…

    “Demasiado al Este (del Edén), ya es Oeste”

    Buen día y mejor semana

    Sitedicenqueleí…

  2. admin Says:

    Sitedicenquelei… gracias por sus palabras y gracias también por convertirse en una especie de voz de la conciencia de este su blog. Un abrazo, mientras busco con la brújula el oeste, desde este lado del ordenador.

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