El último gesto de Ezequiel Pérez Plasencia

Organizado por la Fundación Pedro García Cabrea y bajo el título de Malditos y benditos: El tránsito existencial y literario de Ezequiel Pérez Plasencia, el Ateneo de La Laguan reunió el pasado viernes a familiares, amigos y conocidos del escritor tinerfeño al que la broma del destino nos lo arrebató un ya triste 24 de febrero de este mismo año.

Primera sorpresa, hay más gente de la que imaginaba en el ya algo anticuado salón de actos del Ateneo lagunero.

Segunda sorpresa, me parece ver a Ezequiel Pérez Plasencia entre los presentes. Mandando cortes de mangas a los que estamos en torno a la mesa para recodarlo.

En los labios de Ezequiel cuelga un Camel, el humo que sube al techo se confunde con la neblina blanca que lo rodea.

Me quito las gafas y me froto los ojos.

Ezequiel continúa ahí, haciendo los mismos cortes de manga, sonríe tanto que el cigarrillo se le cae de la boca.

Me vuelvo a restregar los ojos mientras escucho la brillante exposición del abogado Ignacio Cestau que gira en torno al fitgeraldiano título de este homenaje que le brinda la Fundación: Malditos y benditos.

Pierdo de vista a Ezequiel entre el público pero no sé si es porque me acabo de poner las gafas.

Y me siento cansado. Muy cansado.

Habla ahora el periodista y escritor Juan Cruz pero su intervención pasa a un segundo plano porque en mi cabeza no dejan de sucederse secuencias de los ratos festivos que pasé junto a Ezequiel. Noches felices, muy locas y desenfrenadas.

También en las llamadas que nos cruzábamos cuando él se encontraba en Madrid.

También en los comentarios que enviaba a este mismo blog o cuando antes de entrar en aquel garito de chinas me gritó vía móvil ¡RESISTE!

Me quito las gafas y me sirvo el tercer vaso de agua.

Con la vista desenfocada veo a Ezequiel frente a la mesa, rebuscando algo en los bolsillos de sus pantalones vaqueros.

El moderador del acto, Francisco Tovar, me presenta. Aunque solo escucho un don Eduardo García Rojas…

No tengo ganas de intervenir pero leo un e-mail de Paquita Pérez Plasencia, hermana de Ezequiel, y un texto muy hermoso que me remite el periodista Carlos Fuentes, son dos de los grandes ausentes de este homenaje.

El periodista Alfonso González Jerez recoge mi triste relevo y gana las posiciones que no he sabido cubrir en este acto donde más que al amigo se rinde tributo a su calidad como escritor.

Busco con los ojos desenfocado a Ezequiel entre el público asistente pero no lo encuentro. Alfonso continúa con su notable exposición y reivindica la edición de la obra completa de Pérez Plasencia.

En Cartagena, donde la semana próxima le rinden homenaje, quienes lo conocieron han anunciando la creación de un premio literario que llevará su nombre.

Cartagena fue para Ezequiel como su segunda oportunidad. Hizo amigos y creció como escritor y persona. Su última cena estuvo rodeado de algunos de ellos…

Dejó la misma huella que dejó en muchos de los que lo conocimos.

El periodista Federico González Ramírez cierra el acto con un emocionado y sentimental recuerdo a Ezequiel. 

Sobre la mesa hay un cartel donde veo su fotografía. Los brazos cruzados, mirando hacia la derecha con resignada ironía.

Tovar da paso al turno de preguntas mientras mi cabeza retrocede en el tiempo.

FLASH BACK

Ezequiel ha muerto hace unos días.

Suena el móvil y descubro en la pantalla que se trata de su teléfono.

Pienso feliz “hijo de la gran puta al final no te has muerto.”

Pero no es su voz la que suena al otro lado.

Es Paquita, su hermana.

FIN DEL FLASH BACK

Vuelvo a la realidad cuando alguien del público se queja que solo sea ahora, después de muerto, que nos acordemos de Ezequiel. Censura que aquí se le hizo la vida imposible y que un escritor de su fuste trabajara de corrector en periódicos de provincias.

A la mente se me vienen anécdotas legendarias de Ezequiel. De aquel Ezequiel que no era Ezequiel cuando visitaba su lado más oscuro.

Y parte de razón tiene ese señor, pienso cada vez más triste y buscando sin las gafas a Ezequiel entre los presentes.

El tributo llega a su fin. Nos dispersamos.

Los fumadores, como quien les escribe, salen corriendo a la calle como alma que lleva el diablo.

Mientras trago el agradable veneno saludo a amigos y desconocidos.

Hablo de cine, de libros, de poesía cuando me parece que en el estanque de los patos, el estanque que se encuentra justo en la plaza de la Catedral de La Laguna, Ezequiel me mira.

Hace un gesto con la mano.

Y asiento en silencio devolviéndole el gesto.

Raymond Chandler escribió que decir adiós es morir un poco.

Saludos desde este lado del ordenador.

7 Responses to “El último gesto de Ezequiel Pérez Plasencia”

  1. Daniel Says:

    La sociedad es impía con los escritores que incomodan, sólo la historia los redime cuando ya no pueden hacerlo. Soy un ignorante, no conocía su obra antes de su muerte. Me encantan los escritores que transgreden, que no se autocensuran, que molestan, que desagradan a los políticos y a los directores de periódicos locales, a los intelectuales de nula monta y de menos calle, me encantan los escritores de verdad, esos que abofetean y le recuerdan a uno (aunque sea desde el más allá) que sigue siendo un puto ignorante.

  2. admin Says:

    Compartimos gustos Daniel, pero la literatura de Ezequiel no es, digamos, rupturista. Su sello fue una extraña mezcla de costumbrismo existencialista que pide a gritos su recuperación.

  3. Rafael-José Díaz Says:

    Emocionante crónica en la que mezclas ausencia y presencia. Debe de ser un lujo haber sido amigo de Ezequiel. Ojalá se materialice pronto esa edición de sus obras reunidas que reclamó Alfonso González Jerez. Un saludo.

  4. Ofelia Says:

    Daniel, hasta para quedar bien hay que usar la inteligencia. Si se tiene

  5. Daniel Says:

    Ay Ofelia, qué malas pulgas.

  6. miguel pestano Says:

    en sus palabra yo tambien veo a sese o el copete como lo conocia en el barrio,de esto hace mas de 20 años. quisiera que me pudieran avisar de cualquier acto o publicacion de ezequiel gracias de un amigo.

  7. admin Says:

    Descuide usted que desde El escobillón nos ahremos eco de cualquer acto, publicación que se le dedique al amigo común. Un abrazo.

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