Sacrificio (I)

Estoy en la barra del Imperial comiendo un bocadillo de pollo y hago como que veo el partido de fútbol que emite la pantalla de televisión. El bar está casi vacío y me dejo llevar por la mixtura de olores: a café, a pan tostado y cerveza agria mientras el locutor que retransmite el encuentro canta un gol que hace que vuelva a posar mis ojos en la pantalla del televisor.

La repetición muestra a un tipo vestido de rosa que chuta con furia hacia la portería. El balón se estampa como una bala contra la red, parece que casi la perfora. Alguien grita “¡qué bonito!” y yo vuelvo a la mitad del bocadillo de pollo deshuesado.

Un borrachito se acerca y me da un codazo. Lo miro irritado, molesto por interrumpir mi encuentro conmigo mismo. Mastico lentamente mientras lo examino de abajo arriba. El borrachito tiene una sonrisa tonta. Señala la televisión y mira a un camarero que no le hace caso.

- ¿Me invita a una cerveza?- pregunta.

Mecánicamente voy a contestarle que no pero sale de mi boca un que me deja sorprendido.

Le hago un gesto con la cabeza al camarero y le pido que le ponga una cerveza al borrachito.

El borrachito se toma de un solo trago el contenido de la Dorada Especial. Luego eructa y se limpia la espuma que ha quedado en los labios con la mano.

- Ahhhhhh.- exclama satisfecho.

- Salud.- respondo.

- No es de este mundo.- escucho que dice el borrachito.

Lo miro extrañado.

- ¿Qué…?

- Él.- responde el borrachito señalando la televisión. Miro la caja tonta.

Un primer plano de Paulino Rivero. El ruido de la cafetera hace prácticamente imposible que escuche lo que está diciendo el presidente del Gobierno de Canarias.

El borrachito se encoge de hombros y desliza un cuaderno de tapas negras en el bolsillo de mi chamarra.

- No es de este mundo.- se despide dando media vuelta sobre el taburete giratorio.

(Continúa)

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