¿Los últimos mohicanos?

Se me hace enormemente difícil comentar los tres cortometrajes que el jueves 13 de septiembre se estrenaron y con notable presencia de público en TEA Tenerife Espacio de las Artes (1).

Las razones giran en torno a que estas experiencias están realizadas al menos por dos de los últimos mohicanos de lo que podríamos denominar como cine independiente rodado en estas islas, lo que siempre revela audacia y un conmovedor entusiasmo por hacer lo que les salga en gana, motivación que genera que sus propuestas no estén encadenadas a lo que un espectador meridianamente iniciado en cortos espera recibir.

También, porque estos trabajos, al menos en los casos concretos de Daniel León Lacave y Josep Vilageliú, y pese a que no salgan del pequeño circuito de exhibición que impone las islas, se caracterizan por una voluntariosa y persistente insistencia en lo que denominan –como quien se agarra a un clavo ardiendo– cine leve no sé si con la idea de justificar sus flaquezas presupuestarias.

Si partimos de esta premisa, y guste o no guste lo que hacen, si por algo hay que reivindicar el trabajo de estos dos mohicanos es por su constancia y no traicionar su no tan críptica mirada a sus obsesiones particulares porque éstas forman parte indisociable de su manera de entender el cine. Una actitud, quiero entender, radical, sincera y valiente aunque tropiece con la indiferencia de un público que no está acostumbrado a someterse al ejercicio intelectual que supone ir desgranando sus claves.

Pienso así que ésa y no otra es una de las razones que explica la congelada reacción de un espectador que no sabe donde se mete ni a donde lo llevan cuando se enfrenta a esta forma de hacer cine, pero espero que ese mismo espectador no condene a la hoguera una manera de plantearlo solo por ser diferente.

Detecto en dos de los cortos –lamento afirmar que desconozco anteriores trabajos de Borja Texeira– piezas de un rompecabezas a través de las cuales ambos cineastas insisten y experimentan, no tan caprichosamente como pudiera parecer, en los mismos temas de sus anteriores películas solo que desde otro prisma pero siempre con la misma mirada.

Dos de los cortometrajes contienen además elementos comunes.

No se ubica al espectador en el espacio geográfico en el que se desarrollan sus propuestas y cada uno y a su manera reflexiona sobre las relaciones entre hombres y mujeres; y más que por la narración, se apuesta por un lenguaje poético que proporciona imágenes de una belleza cuanto menos insólita.

En esta ocasión, además, Borja Texeira, Lacave y Vilageliú tantean géneros tan reconocibles como el fantástico, el espagueti western y la ciencia ficción pero reinterpretados a su gusto. Es decir, que rompen sin pudor alguno sus límites fronterizos para asumirlos como propios, por lo que los géneros son finas capas de barniz para indagar en sus reflexiones acerca de las relaciones de pareja, la incomunicación, la soledad y el sexo. Los cuatro grandes ejes que tratan con mejor y peor fortuna estos tres cortometrajes.

El visionado de Ángeles, de Daniel León Lacave, permitirá a los iniciados comprender qué demonios es eso de cine leve, o cine de coste cero, o cine indigente. Rodado en Madrid aunque en ningún momento se mencione la capital de España, se trata, a mi juicio, de un curioso corto en el que se detecta influencias de El cielo sobre Berlín y Tan lejos, tan cerca, de Win Wender, con los últimos y laberínticos largometrajes al fondo de la psique humana de David Lynch.

Lacave planifica con regulares resultados el relato, y revela, e incluso a veces sorprende, sus claves cinéfilas (¿Picnic at Hanging Rock?) para construir excelentes planos que destilan inquietud. Desgraciadamente, no son elementos suficientes para seguir con meridiana atención una historia que se disuelve por no estar nada clara en la cabeza de su director, aunque tiene vida. O ese sello que ya es una marca que caracteriza otros de los trabajos de su director.

Me conmueve y sorprende a ratos estos Ángeles, pero no es un trabajo redondo cuyos diálogos lastra, desafortunadamente, un sonido que no le hace justicia a lo que estamos viendo.

Borja Texeira propone con El duelo una divertida y salvaje metáfora sobre parejas e infidelidades. El formato escogido por el actor y director es el de un duelo que casi parece mimetiza los que en su día rodara Sergio Leones para su ya célebre trilogía de los dólares. La estética, por otro lado, quizá recuerde al Reservoir Dogs, de Quentin Tarantino.

Lo mejor de El duelo es la ácida ironía que introduce al final. Y el estupor que despierta en el espectador.

Más profunda y ambiciosa es la reflexión que suscita Josep Vilageliú con Nube9, una historia de ciencia ficción que parece recoger elementos de Soylent Green, como los hombres y mujeres que están para el disfrute sexual de los poderosos y que se reconocían en el filme de Richard Fleischer como mobiliario, y explorar hacia donde se están escorando las relaciones humanas con la aparición de las redes sociales y sus “amistades virtuales.”

El filme despierta el interés de todo aficionado al género, aunque Vilageliú, que es un cineasta al que le preocupa más el cuidado de la imagen que la narración, lo emplea para indagar de manera un tanto confusa sobre esa nueva ¿deshumanización? que nos caracteriza como especie y en la que ya incidió en su mediometraje Entre los arrozales.

Con todo, y si se cribase el abusivo empleo de la voz en off, se me antoja un trabajo notable en el que su autor convierte –en un principio casi en clave de comedia del absurdo– lo que prometía ser una utopía en una alienante distopía en la que se vacía a los visitantes de esa misteriosa Nube9 de sus recuerdos para convertirlos en voraces voyeurs.

Ya lo anuncia el mismo Vilageliú en la estupenda frase que publicita el cartel de su último trabajo: “cuando el sexo es obligatorio y la intimidad está prohibida.”

Conclusión:

No se tratan de trabajos redondos pero sí de piezas que generan sensaciones y hace trabajar, al menos a quien le escribe, la cabeza.

La modestia y el entusiasmo con el que están realizadas no les quita convicción y sí pone de manifiesto madurez y lealtad a unos principios que son los que les sigue animando a continuar en esto del cine.

En este aspecto, solo espero que más salvajes se sumen a esta tribu de infatigables mohicanos.

Palabra de Uncas, hijo de Chingachguk.

(1) A destacar el meritorio trabajo que está desarrollando Emilio Ramal al frente del departamento de actividades y audiovisuales de TEA Tenerife Espacio de las Artes en su más que elogiable empeño en dar a conocer lo que en la actualidad se está rodando en largos y cortos independientes en Canarias.

Saludos, hao, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “¿Los últimos mohicanos?”

  1. Daniel León Lacave Says:

    Sobre el comentario acerca del sonido, debo decir que ayer, en el Monopol, los cortos se escucharon de lujo. Viene siendo una constante lo del mal diseño de sonido en el Tea, Esperemos que se arregle.

  2. admin Says:

    Confiamos en ello.

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