El autor y sus pseudónimos

En términos generales, no creo que los escritores sepan quiénes son: es una incapacidad –y una ventaja– que comparten con los actores. Y probablemente es mejor así. El conocimiento de uno mismo puede conducir a la falta de naturalidad, y en un escritor la falta de naturalidad solo conduce a la parodia de uno mismo. O al silencio.”

(Donald Westlake en la Introducción de A quemarropa, colección BetsSellers Serie Negra, Editorial Planeta, 1985)

Escribían con su nombre y escribían también con pseudónimos. Uno de ellos, Donald Westlake, parecía de hecho desdoblarse en otra persona con la serie de novelas que dedicó a Parker. Camufla con oficio su identidad bajo la de Richard Stark.

Stephen King llegó a celebrar un falso funeral con Richard Bachman, el otro yo con el que firmó una serie de aventuras razonablemente populares.

Cuenta en la introducción de uno de sus libros como Bachman que al final terminó por quitarse la careta y mostrarse como King cuando se descubrió que Bachman no era real.

Escritor en ocasiones industrial, sacó tajada de todo este follón en una novela que sí que se publicó como de Stephen King: La mitad oscura, una original aunque extensa elucubración sobre su peculiar míster Hyde.

Cuenta King que fue Richard Bachman cuando su editor en los años setenta le aconsejó que firmara algunos de sus libros con otro nombre. La idea, dice, era no saturar el mercado con demasiados King aunque sospecho que también fue la de explotar el talento y el entusiasmo de un por aquel entonces desinquieto Stephen King.

Un Stephen King por aquellos años muy vitaminado y gamberro. Casi, casi como si su Richard Bachman quisiera ser el Richard Stark que significó para Donald Westlake…

Hay más escritores que han recurrido al pseudónimo para inundar el mercado con obras aparentemente menores.

Gore Vidal, esa especie de cronista norteamericano de la gran comedia humana, tanteó con oficio e ironía el género de misterio firmando sus historias como Edgar Box.

Las novelas policíacas de Edgar Box son tres divertidas entregas protagonizadas por el detective Peter Cutler Sergeant II, un encantador relaciones públicas graduado en Harvard, que están más próximas al universo de Agatha Christie que al del sabueso callejero de Dashiell Hammett.

Tres novelas que terminaron editándose en colecciones de bolsillo, destinadas a lectores que buscaban entretenimiento sin muchas complicaciones.

John Banbille es otra cosa. No solo por las novelas policíacas que plantea cuando escribe como Benjamin Black, sino porque se supo muy pronto que tras Black estaba Banbille.

El objetivo era dar sello de autenticidad a los relatos que protagoniza su Quique, un forense que trabaja en los años cincuenta en un apagado Dublín. La misma ciudad a la que años más tarde dará una violenta vuelta de calcetín Ken Bruen en sus amargas y nihilistas novelas negrocriminales.

Hay más escritores que han simultaneado la aparición de sus libros con su nombre o recurriendo a falsos. La lista resulta casi interminable. Basta con rastrear por la red y recoger peces que aún mueven la cola mientras te lo llevas a la boca… Pero ninguno de ellos y de ellas me marcó como estos cuatro. Es verdad, en todo caso, que menos el último de la relación.

Lo cierto es que llegué a todos ellos conociendo su verdadera identidad. Y que hubo casos en los que preferí al otro que al auténtico con toda su gloria y merecida gracia…

Así cuenta Donald Westlake como se le apareció un personaje como Parker: “el puente vibraba bajo mis pies, había tensión en toda la atmósfera.”

Pero ¿por qué firmar esa novela, la primera de Parker, como Richard Stark?

Westlake explica que por publicar en Gold Medal, una colección de novelas de evasión para lectores acostumbrados a tener las manos sucias.

Había firmado el manuscrito con un pseudónimo Gold Medal: Richard, por Richard Widmarck en El beso de la muerte (1947), y Stark, porque quería un nombre/palabra que significara desguarnecido, sin adornos.”

El resto es Historia .

(*) La imagen que ilustra este post corresponde a Yo, yo mismo e Irene (Me, Myself & Irene, Bobby y Peter Farrelly, 2000)

Saludos, seguimos en carnaval, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “El autor y sus pseudónimos”

  1. Iván Cabrera Cartaya Says:

    A mí de todos los citados el que más me gusta es Gore Vidal con diferencia. Saludos desde este lado, amigo.

  2. admin Says:

    Son estilos diferentes… No deja de leer usted a Stark.

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