Galveston, una novela de Nic Pizzolatto

“Un día naces y cuarenta años después sales renqueando de un bar, perplejo por todos tus achaques. Nadie te conoce. Conduces por oscuras carreteras y te inventas un destino porque la clave es seguir moviéndose. Así que enfilas hacia el último asidero que te queda por perder, sin tener idea de qué vas a hacer con él.”

(Galveston, Nic Pizzolatto. Colección Black, Ediciones Salamandra, 2014. Traducción: Mauricio Bach Juncadella)

Nic Pizzolatto se dio a conocer por ser el guionista de la serie de televisión True Detective, serie que cuenta con legiones de seguidores y de la se ha hablado y escrito demasiado. Aún me queda como asignatura pendiente sumergirme en esta propuesta a la que tanto se elogia pero pensaba que debía iniciarme en Pizzolatto no por la que cacarean es un arriesgado relato destinado a esa caja que cada día deja de ser tan tonta, sino por su primera y hasta la fecha única novela: Galveston. Un libro que aseguran sus incondicionales continúa explotando las constantes de True Detective –narración fragmentada en el tiempo y el gusto por los escenarios del sur de los Estados Unidos– pese a que su publicación no alcanzó la resonancia de la serie.

Entre las muchas preguntas que asaltan al lector de Galveston planea sobre todas ellas si realmente se trata de una novela de género. En este caso de género policíaco. Y la respuesta podría ser afirmativa aunque con matices porque Galveston es ante todo un relato de perdedores, esos personajes que caminan al borde del abismo y están desubicados y a los que todo les sale mal.

El protagonista de la historia es Roy Cody, un matón profesional que reside en la ciudad de Nueva Orleans y al que las circunstancias hace que huya para encontrarse en el camino con dos mujeres, una joven y una niña, que le acompañarán durante un buen trecho de la travesía. Travesía que tal y como anuncia el título, los hará recalar en Galveston (Tejas), una especie de purgatorio en el que el trío protagonista intenta vivir la ficción de una vida normal y corriente. El problema que plantea la historia es que para estos personajes desubicados y demasiados castigados no existe eso que se llama vida normal y corriente.

La literatura de Nic Pizzolatto es concisa, por lo que casi parece que está escrita a hachazos. No obstante, ello no evita que a medida que se avanza en sus páginas éstas se vayan inundando de calor, que el lector se identifique con su protagonista, a quien imagino como una especie de Richard Boone, y termine el libro con una incómoda tristeza porque afortunadamente Galveston revienta los tópicos a los que nos está acostumbrado el género negro y criminal.

La historia es narrada a través de la voz de Roy Cody, un pistolero víctima de una enfermedad terminal que observa lo que sucede a su alrededor con cierta distancia, la de un tipo que sabe que, efectivamente, su destino ya está escrito. No modela este conocimiento, sin embargo, su existencia a lo largo de la novela porque parece que la enfermedad rehúye acabar con la existencia de un personaje que descubre, llegando al final, que sus pies son de barro.

Tiene mucho de lirismo está también novela de carreteras. Y de una desesperación cansada ante lo que se intuye resultará el final. Podría ser entendida Galveston además como uno de esos western modernos en los que los caballos han sido sustituidos por automóviles y los indios y forajidos por miembros de mafias sureñas que no conocen el significado de la piedad.

Una novela, en definitiva, que bebe de numerosas fuentes que nacen del mismo manantial: la novela popular norteamericana solo que ahora reescrita por un intelectual, alguien que la conoce y que juega con sus claves con el fin de moldearlas a su estilo. Un estilo que también está empapado de esas influencias aunque su redacción acentúe más el tono poético que la fría descripción de acciones.

Es más que probable que Galveston termine convirtiéndose en una película o en otra de esas miniseries que últimamente experimentan con los géneros. Los géneros, ya se sabe, han estado ahí para eso, precisamente, desde que se convirtieron en literatura, cine y cómic para todos los públicos. Una forma de contar las mismas historias solo que desde múltiples perspectivas y adaptándose a su época o bien para reinterpretar un pasado que solo el amor lo hace soportable.

Y mucho amor, pero un amor contaminado de recelo, hay en Galveston. Una novela que siendo de género parece que no es de género.

“Si haces algo bien, nunca lo hagas gratis.”

Saludos, tras una parada, desde este lado del ordenador.

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