El otro Tom Tryon

“Quizás ustedes leyeron sobre el accidente, en aquel frío sábado de noviembre, en el que Vining Perry, padre de Holland y Niles, gemelos de doce años, halló la muerte mientras trasladaba el último de los pesados cestos desde el suelo del granero al sótano de las manzanas para su almacenaje durante el invierno. Todo el mundo lo consideró una gran tragedia, y durante los ocho meses que siguieron al funeral de Vining Perry no se permitió que nadie jugara en dicho sótano. Pero cuando llegó junio, y con él la salida del colegio y la relajación de la disciplina, guardados ya los libros de historia y geografía, cuando había comenzado la época de Jugar Todo el Día, los mayores ocupados por la casa, y las tardes tan largas y perfectas para las correrías por el sótano, hubo quienes ignoraron la prohibición. ¡Qué fresco, oscuro y silencioso estaba! Y secreto, también. La habitación tenía una extraña fascinación, cualquiera podía sentirla, y no sólo porque allí la muerte había mostrado su rostro.”

(El otro, Thomas Tryon, editorial Ópera Prima, 2001)

La leyenda cuenta que el director Otto Preminger se aficionó a humillar a Tom Tryon cuando trabajó a sus órdenes en películas como El cardenal y Primera victoria, lo que hace sospechar que una de las razones de que su carrera en el cine no tuviera el recorrido que deseó, tuviera su origen en estas secuelas. Y eso que Tom Tryon disfrutaba de un físico atractivo, resultaba interesante y en pantalla daba muy bien como personaje vulnerable. 

Afortunadamente, la vida de Tryon va más allá del protagonismo que apenas llegó a alcanzar en el cine gracias a la literatura, donde ocupa un lugar destacado por una serie de historias que bordean lo fantástico.

Uno de esos libros –y se trata del único del que tengo constancia que haya sido traducido al español– es El otro, relato que cuenta con una estimable adaptación al cine dirigida por Robert Mulligan (1972) y adaptada del original literario por el propio Tryon.

Que conozca, Thomas Tryon es uno de los pocos actores que renunciaron a su carrera cinematográfica para instalarse en la literaria, recuerdo haber leído a Dirk Bogarde y Peter Ustinov que también se esforzaron por cultivar las letras a lo largo de su trayectoria como estrellas, aunque el caso Tryon destaca porque cultivó un género –a medio camino entre el gótico americano y el terror psicológico– en el que puede ser considerado como uno de sus pioneros y maestros a raíz de la publicación de El otro, su primera novela, y más tarde otros relatos en el que se inspirarían películas como Fedora (Billy Wilder, 1978).

El otro narra la historia de dos hermanos gemelos idénticos físicamente, Niles y Holland, que viven en una granja bajo una atmósfera opresiva tras sucederse varias muertes violentas. Niles es el gemelo bondadoso y pacífico mientras que Holland sería algo así como su reverso tenebroso. Sólo Ada, la abuela, sabe la oculta verdad de sus nietos en una trama que, poco a poco, se complica y se hace más oscura.

La novela propone una dura reflexión sobre la infancia y plantea cuestiones tan espinosas como ¿puede ser la maldad inocente?

No vamos a revelar el final de la historia pero sí el de animar a quienes no conozcan El otro a que la lean ya que se trata de una novela a la que apenas ha arañado el paso del tiempo por mucho que se intuya quien es el otro.

Invitamos además a que vean su adaptación cinematográfica, una película que sabe  transmitir muy bien el espíritu de un libro que coloca a su autor en la primera línea de los narradores norteamericanos que tratan de indagar en la nebulosa frontera entre el bien y el mal,  así como por su acertado y contenido retrato que ofrece de la familia y cómo ésta –a veces– puede ser generadora de conflictos emocionales prácticamente irresolubles.

Más próxima al universo gótico que a la novela de espanto, y próxima a la novela de terror psicológico que a la de terror sobrenatural, El otro recurre a los hermanos gemelos para bucear en las contradicciones de sus personajes, dos niños aparentemente inocentes que incuban sin embargo la semilla de la maldad. Todo ello en un entorno pequeño, opresivo y violento que lentamente va apoderándose del ánimo del lector.

El otro ha dado origen a numerosas interpretaciones que, a mi juicio, pueden despistar a quien se enfrente a esta sutil pesadilla pensando que todo cuanto está escrito tiene una explicación razonable. En este sentido, creo más recomendable abordar el libro como lo que es: un sugerente viaje a los rincones más oscuros de la mente infantil, y a explorar un territorio, como es el del mal que a esa edad actúa –entiende Tryon– sin moral alguna.

Se trata de un relato que nace de dentro hacia afuera pese a estar narrado desde la distancia de la tercera persona.

Los gemelos dan miedo y ese miedo cuenta con delicadas pinceladas fantásticas que enturbian, si cabe, la atmósfera de un libro que va más allá del fin de la infancia.

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador.

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