Margara Russotto: “Nunca me convertí en poeta”

Margara Russotto (Palerrmo, 1946) habla cuatro idiomas, portugués, inglés, italiano y español, aunque cuando escribe poesía solo utiliza una de estas lenguas: el español. Simultanea su creación con la de profesora de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Massachusetts /Amherst, donde también enseña Escritura Creativa.

En su producción literaria destacan títulos como Sustentación del enigma; Cuatro ensayos sobre Clarice Lispector (Madrid, 2013) y Laboratorio lombrosiano - poemas sobre esculturas de Román Hernández (Firenze, 2012). A raíz de este último título, conoció al escultor tinerfeño Román Hernández, y fue en el Desván Blanco, el espacio cultural que dirige en la capital tinerfeña, donde Margara Russotto presentó algunos de sus libros.

La poeta nació en Italia pero su formación es latinoamericanista (egresada de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela y con PhD de la Universidad de São Paulo) y es traductora de poesía y ensayo de autores italianos, venezolanos y brasileños. Su poesía ha sido parcialmente traducida al inglés, italiano, portugués y francés.

- ¿Cuándo siente por primera vez el impulso por escribir poesía?

“Me imagino que desde niña, cuando iba a la escuela. En aquellos primeros años ya escribía poesía y relatos. Textos de composición. Desde el primer momento me interesó la poesía pero en general la literatura. Recuerdo mis primeros años completamente fascinada por la poesía de Leopardi que leíamos en la escuela. Leopardi es el gran clásico de la poesía italiana. La llamada de la poesía me enseñó a verla incluso en manifestaciones ajenas al texto y a apreciar el nivel estético y poético de otras expresiones artísticas”.

- ¿Y cuándo se convierte oficialmente en poeta?

“Creo que uno no se convierte en poeta porque se trata de un aprendizaje continuo cuyo entusiasmo y esfuerzo puede desaparecer en cualquier momento. No, nunca me convertí en poeta. Mi primer libro publicado es un libro nefasto y pésimo que he querido borrar de mi vida. Se tratan de restos de un viaje. La obra se publicó en Venezuela a finales de los años setenta y es un poemario muy circunstancial, vinculado a la insatisfacción de la vida. Es un libro que a mucha gente le gusta pero que yo eliminaría porque son poemas primerizos en todos los sentidos”.

- Y desde aquel libro que prefiere olvidar al último ¿observa una evolución en sus creaciones poéticas?

“No hay nada que garantice que esta respuesta es más lúcida que la que podrían proporcionar otros lectores y ejerciendo ahora como otra lectora diría que hay constantes como la de la emigración, que reflejé en Épica mínima, que obtuvo el Premio Internacional de Poesía José Antonio Ramos Sucre en Venezuela, en 1995 o 1996, ahora no recuerdo con exactitud el año pero fue por esas fechas. La emigración se bifurca luego en otros temas: cómo vive la vida el emigrante porque todos lo somos en cierto modo. Otra constante de mi poesía podría ser la propia escritura y qué es la poesía. Y la condición de la mujer, mi propia condición. Hay más, pero son como diálogos de las artes a través de la poesía”.

- Y escribe Laboratorio lombrosiano - poemas sobre esculturas de Román Hernández

“Fue un proceso muy lindo, casi un cuento. En ese entonces no conocía a Román Hernández pero sí la existencia de sus cabezas que descubrí en un catálogo y que me impresionaron. Esto fue en Florencia. Aquellas cabezas me sacudían, presionaban y me irritaban. Sentí que las piezas querían decir cosas y a partir de ahí escribí varios poemas como si las cabezas hablaran, me hablaran como si formaran parte de mi. Una amiga común me puso en contacto con Román y cuando nos conocimos nació la idea en común de hacer algo juntos. La idea es que sin cabeza no hay poesía y sin poesía las cabezas flotan. Se trata de poesía ecfrástica, observar el arte en el sentido de ir a un museo y ver cosas que impresionan y a partir de ahí dejar que surja el discurso poético. El mismo título del libro lo dice: Laboratorio lombrosiano - poemas sobre esculturas de Román Hernández. Se trata de una reflexión sobre los límites de la inteligencia. Creo que se trata de un trabajo muy valioso ya que es una especie de comunión entre dos personas que producen una cosa nueva”.

- Escribe poesía, ensayo. Hace traducciones pero, sin embargo, no toca la novela, los cuentos… ¿Por qué?

“Me atrae mucho la novela y los cuentos pero si no los cultivo es porque me falta tiempo y, a veces, porque tengo en mente trabajar otras cosas, como un híbrido entre la poesía y el ensayo y que en mi caso va paralelo por cuestiones profesionales ya que mi trabajo en la universidad a veces se necesita escribir un comentario, un texto crítico. Esta actividad forma parte de la profesión académica. El crítico uruguayo Ángel Rama decía que no sabía porque amando tanto la poesía la vida lo había llevado a escribir sobre la novela… En mi caso, amo todos los géneros pero me he dedicado más a la poesía y no sé por qué”.

- Habla italiano, español, inglés y portugués. ¿En qué idioma escribe poesía?

“En español. Elegí conscientemente el español. Y sí, puedo traducirme a mí misma al italiano pero prefiero no hacerlo aunque, obviamente, reviso esas traducciones. Elegí escribir poesía en español porque amo esta lengua y es la lengua de mis padres”.

– ¿Y qué siente cuando lee uno de sus libros traducido por otro?

“No me traduzco a mi mismo pero procuro controlar las traducciones siempre y cuando se traten de lenguas que conozco o que conozco más o menos. Esto significa que respeto lo que hace el otro, el traductor, porque es resultado de un trabajo conjunto. Lo hice recientemente con mi último libro, en el que trabajé con la traductora su versión al portugués y prácticamente hemos construido juntas el libro. En las traducciones no obstante el centro es otro, el traductor, y la otra lengua un estímulo al que inspira un texto original firmado por mi. La traducción es un proceso muy complejo que lo determina el hecho de cómo te manejes en esa lengua y la relación que mantienes con quien te traduce”.

- En su caso, usted traduce poesía, narrativa…

“Todos los géneros. He traducido a los italianos Giuseppe Ungaretti y Claudio Magris y del portugués al escritor brasieño Oswald de Andrade, un vanguardista y del español al italiano a la poeta venezolana Antonia Palacios y Enrique Bernardo Núñez. El proceso a la inversa. En fin, que es una agonía traducir”.

- Imparte clases como profesora titular de Literatura y Cultura Latinoamericana en la Universidad de Massachusetts/Amherst. ¿Cómo reciben los alumnos las literaturas del sur?

“Mi alumnos vienen de todas partes del mundo y muestran un interés muy grande por América latina porque ahora se tiene más conciencia y se implican mucho en los social. Es un colectivo además que se encuentra entre dos culturas, la latina y la norteamericana que a veces logra fundirse pese a que sean dos realidades distintas que, eso sí, están entrelazadas. La literatura de los latinos en inglés es muy distinta a pesar de que exista ese puente que relaciona pasado y presente porque Estados Unidos es un país bilingüe, ya casi lo es, y diverso donde lo latino está completamente integrado”.

- Pero parece que la anterior administración intentó reducir el impacto del español en los Estados Unidos.

“Es una realidad que no pudo contrarrestar ni se podrá contrarrestar en el futuro porque está ahí, profundamente imbricada en ambas culturas. Esa es la gran fuerza los Estados Unidos”.

-¿Qué escritores latinos que escriben en inglés destacaría?

”Junot Díaz aunque las mujeres son muy importantes en esta literatura. Cuando empiezas a estudiar a este grupo, grupo por llamarlo de alguna manera, te das cuenta de cuán antigua es la conexión latina con la estadounidense”.

- Parece cosa del sueño americano.

- El sueño pero también la pesadilla”.

- Comenta que en esta literatura destacan las escritoras latinas.

“Se percibe el cambio, la mujer está en todo. Hay obras escritas por ellas que hablan de una realidad que hay que cambiar”.

- ¿Qué primeras lecturas la animaron a escribir?

“Hay varios primeros libros, son etapas de la vida. Uno es Gran Sertón Veredas del escritor brasileño João Guimarães Rosa Es su gran novela un libro intraducible aunque esté traducido a muchas lenguas. Gran Sertón Veredas es como el Ulises de la cultura del Brasil y leerlo es entender las raíces de ese país. En poesía Emily Dickinson fue una revelación. Es una poesía deshilachada por intervenciones en la realidad. Una poesía única. En mis primeras lectura aparece también Hölderlin y Leopardi. Los libros, de todas formas, te marcan de manera distinta, Cubagua, de Enrique Bernardo Núñez, es una novela lírica que a mi me acompaña siempre y que cuenta la historia de la destrucción de una pequeña isla que fue saqueada por sus perlas. Está escrita por un historiador al que los intelectuales criticaron mucho pero es un libro que a mi me marcó”.

- ¿Y ahora?

“Ahora estoy trabajando en cosas nuevas, en muchos proyectos. Me gustaría, más adelante, dedicarme a otros géneros. Tengo en prensa una selección de poemas en edición bilingüe, español e inglés y por mi trabajo como profesora escribo bastantes ensayos y artículos. Entre otros proyectos tengo el objetivo de traducir la poesía de Ana Marques Gastão, una escritora y poeta portuguesa” .

LIBROS

Margara Russotto presentó en el Desván blanco, en la capital tinerfeña, algunos de sus libros además de ofrecer una lectura poética. Una de estas obras fue Las cuatro estaciones de la poesía, que data de 2019 y que se trata de una antología que su autora estructura en cuatro partes que en el libro alegoriza con las cuatro estaciones. Es una edición bilingüe, español/portugués. Ahora trabaja en una obra en la que vuelve a proponer un diálogo con el arte, “una experiencia muy satisfactoria”, concluye, sobre todo porque desde el principio trabajó codo con codo con la traductora y sintió por parte de la editorial “un deseo firme de sacar el libro adelante”.

Saludos, miro al horizonte y…, desde este lado del ordenador

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