Para aprender a reírse de uno mismo…

Quizá sea porque cada día tengo más claro que los dioses existen.

Son un hatajo de campeones que viven en el Monte Olimpo o en el cráter del Teide que contemplan los actos humanos con cierta resignada benevolencia. No se parecen, claro está, a los que protagonizan (¿?) la nueva versión de Furia de titanes, con ese Zeus sacado más de un manga que de la tradición clásica, sino de un grupo de héroes pasados de rosca que son conscientes que nos legaron sus peores vicios pero también sus mayores virtudes.

Pensando en cosas tan abstractas se me pasó el capítulo de la Santa Semana Santa sin darme apenas cuenta. Aunque como les contaba sé que los dioses están ahí cuando la existencia me depara pequeñas pero deliciosas alegrías. Y una de ellas, por imprevista, me acarició esta misma mañana el alma. Es irremediable que me ponga cursi, ustedes perdonen.

Me encuentro en una librería donde todavía venden libros de saldo, manchándome de polvo las yemas de los dedos cuando mis ojos se topan con el nombre de un escritor de los que se cruzaron en mi vida apenas comenzaba a formar mi biblioteca.

¿Su nombre? Roald Dahl, autor que probablemente les diga muy poco a la mayoría pero que para este que les escribe forma parte de su amplia galería personal de amigos que nunca te dejarían en la estacada.

Llevaba tiempo sin tener noticias de su mundo en el que, reitero, me inicié siendo todavía un chaval con aspiraciones. Más tarde descubrí que el escritor además de ser un excelente fabulador de libros infantiles (Charlie y la fábrica de chocolate y Matilda, entre otras) y un cuentista de primera división, se casó en sagrado matrimonio con una de esas actrices de las que me enamoré siendo un renacuajo: Patricia Neal.

El volumen que hoy adquirí de Dahl al prohibitivo precio de dos euros es Alguien como tú, editado por Plaza y Janés en 1962 con una de esas deliciosas pero tan horrosas portadas que caracterizaron a la que fue una de las editoriales de referencia en este país que parece que se nos ha perdido definitivamente.

Alguien como tú se trata de una selección de relatos –la mayoría de ellos ya leídos en otras antologías– que sigue sorprendiendo por su compleja sencillez.

La serie Alfred Hitchcok presenta recurrió en más de una ocasión a sus cuentos para basar algunos de sus más inquietantes episodios. Así que les aseguro que esa fuerza tenebrosa aún se mantiene en la mayoría de sus historias. Historias perfectamente adaptables a cualquier realidad. De hecho, en esta relectura me imagino algunas de las situaciones que plantea en el venenoso universo provinciano en el que me muevo. 

Anagrama publicó en su momento bastante bien sus cuentos en compilaciones como El gran cambiazo, Relatos de lo inesperado e Historias extraordinarias, así como la novela Mi tío Oswald, uno de esos títulos que recomendaría a todo aquel que se encuentre (ahora mismo) al borde del abismo planteándose la posibilidad de dar el gran salto. Y lo escribo así porque esta ficción delirante en la que se nos cuenta las aventuras del “mayor fornicador de todos los tiempos” es de los pocos libros que me han hecho llorar no de pena sino de risa. Y soltar la carcajada cuando uno lee es una de las experiencias más extrañas que me han sucedido en mi ya larga vida como lector. 

No sé si se ha reeditado Mi tío Oswald, pero supongo que se puede encontrar buceando en Internet y con un poco de suerte y si lo acompañan los dioses en uno de esos rastros que, personalmente, en algunas ocasiones me han hecho tan feliz.  

Mi tío Oswald es la narración de un bon vivant y esteta multimillonario para el que la vida no es otra cosa que una fuente de inagotables placeres.

Así que guiado por los dioses y leyendo de nuevo los relatos que compila Alguien como tú, he vuelto a recobrar algo de esperanza con estos monos sin pelo que somos los que vamos de humanos por la vida. Asombrado, no obstante, de que todavía tengamos tanto miedo a alzar la voz en esta región desestructurada que es Canarias.

Así que he llegado a la conclusión que sólo seremos capaces de hacerlo el día que que aprendamos a reírnos de nosotros mismos. Y comenzar con Dahl es ir por el buen camino. Y como decía otro grande, Boris Vian: “sólo se pueden tomar las cosas en serio si sabemos reírnos de ellas”.

Y de risa, de saber reírse de uno mismo con desarmante franqueza es de lo que tratan algunos de los mejores relatos de ese autor imprescindible e inclasificable que fue, es y será siendo siempre Roald Dahl.

Saludos, con el tío Oswald cogido del brazo, desde este lado del ordenador.

6 Responses to “Para aprender a reírse de uno mismo…”

  1. X Says:

    A mí también me gusta Dahl, incluso su libro de memorias de guerra “Volando solo”. ¿Vio aquella película para TV en la que Dahl era Dirk Bogarde y Neal, Glenda Jackson? Pues si no la vio, no se perdió nada.
    Si es posible me gustaría saber cuál es esa librería que todavía tiene libros de saldo.
    Saludos.

  2. admin Says:

    Estimado señor X, no recuerdo esa película. Respecto a la librería tinerfeña donde tuve acceso a tan feliz milagro es La Isla, pero esa que ha dedicado un ala afortunada a vender volúmenes a buenos precios. Si busca y rebusca, a veces se lleva estas agradables sorpresas. Otra librería que ha puesto algunos de sus libros a mitad de precio es La Canaria… No está mal y con suerte se puede uno procurar mamotretos interesantes.
    Un abrazo.

  3. x Says:

    Muchas gracias señor administrador, conozco ambas librerías, las frecuento y felicito a los libreros por poner al alcance de todos libros descatalogados difíciles de encontrar. Está muy bien tener una “red” que informe de dónde se pueden encontrar libros como los que usted con tanto acierto comenta. Hubo una librería inglesa magnífica en el Puerto de la Cruz que desgraciadamente cerró, pero en cuanto conozca alguna otra librería con estas características prometo comunicarlo.
    Gracias otra vez y un fuerte abrazo.

  4. admin Says:

    En esa magnífica librería inglesa recuerdo haber comprado a precio de risa una antología de relatos del gran Frederick Brown (Ven y enloquece, qué título).

  5. x Says:

    Es curioso que las librerías se recuerden por los libros que se compraron en ellas, como sucede con los cines y las películas que vimos en ellos. Una reflexión arquitectónica…

  6. admin Says:

    Siempre y cuando sean de libros y películas que te conmovieron en lo más hondo. Independientemente fueran buenas o muy malas.

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