Vargas Llosa, una reflexión desordenada

Mi afición a leer comenzó gracias al descubrimiento de la mejor novela de aventuras de todos los tiempos, La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson. Más tarde me inicié en otros territorios literarios pero la mayoría de los escritores que llegaban a mis manos eran anglosajones y franceses, lo que condicionó de alguna manera mi acercamiento a otras geografías de la novela y los cuentos. A medida que fui creciendo, cambié en muchas ocasiones de compañeros de juergas lectoras. Ora devorando a los rusos, ora devorando a los alemanes, ora devorando cualquier cosa que me garantizara un refugio ante la hostil realidad que me rodeaba.

En todo ese tiempo, sin embargo, admito que siempre vi con vacilante recelo la euforia que se produjo durante unos años en torno a la literatura hispanoamericana porque nunca he sido demasiado amigo de las modas. Ahora bien, que un escritor se convierta de moda no me obliga necesariamente a que lo exilie en mi peculiar bolsa de valores.

Contaba todo esto porque mi aproximación al boom latinoamericano llegó muchos años después de que sus efectos nocivos para la salud hubieran sido dispersados por el viento que todo lo arrastra. No llegaron sin embargo a conmoverme. Bueno, unos pocos de aquellos autores forman parte de mi particular santa sactorum como Jorge Luis Borges, a quien nunca consideré estrictamente un escritor sudamericano porque su obra trasciende fronteras, y Julio Cortázar, más por sus cuentos que por sus novelas, porque este argentino con pinta de actor existencialista era además de un excelente cuentista un gran aficionado al jazz. Y a uno de sus dioses: Charlie Parker.

Leí Cien años de soledad de Gabriel García Márquez por recomendación de un amigo que no prestaba libros. Y el hecho de que me prestara precisamente a mi Cien años de soledad fue un gesto que me desarmó por completo. Y claro que me gustó la novela del escritor colombiano pero tras leer otras ficciones suyas prefiero al Márquez articulista y periodista. Más tarde llegó Juan Rulfo y su Pedro Páramo y Mario Vargas Llosa, entre otros muchos latinoamericanos en esta relación donde he mezclado a unos y a otros con independencia fueran boom o pre boom o post boom. Y es que como dijo un amigo: ¡Salvemos al puchero!

Vargas Llosa, por si no lo sabían, ha obtenido el premio Nobel de Literatura. Felicidades, viejo.

En la larga nómina de escritores sudamericanos siempre me dio por gustarme los que consideraba raros. Y Borges quizá sea uno de los más raros aunque, reitero, no sea sudamericano sino universal. A mí hay un escritor uruguayo que me seduce llamado Horacio Quiroga del que poca gente se acuerda hoy. El señor Quiroga es autor de uno de los mejores relatos fantásticos que he leído en mi ya largo historial como lector del género: El almohadón de plumas.

Háganse un favor y léanlo.

En los últimos tiempos y gracias a que he tenido la oportunidad de conocerlos me ha dado por continuar leyendo a escritores de la América hispana encontrando una literatura potente y en ocasiones estremecedora. Desgraciadamente, la mayoría de estos escritores no llegan al mercado español ni los españoles al mercado latinoamericano por esa absurda decisión editorial que pone coto a que circulen una y otras obras a este y al otro lado del Atlántico. No sé si se romperá algún día esta maldición.

Hay una interesante nómina de escritores cubanos, comenzando por el agitador Pedro Juan Gutiérrez y continuando por los policíacos Leonardo Padura, Amir Valle o Lorenzo Lunar. Peruanos, con Alonso Cueto, Jorge Eduardo Benavides y Santiago Rocangliolo. Y colombianos como el excelente Mario Mendoza. O los mexicanos Jorge Moch, Élmer Mendoza, Yuri Herrara o Francisco Haghenbeck, por citar sólo los que se me vienen a la cabeza. Hay más escritores desparramados por el continente, entre ellos el argentino Ricard Piglia o el chileno Roberto Bolaño pero este post no pretende ser exhaustivo sino celebrar –a mi peculiar y desordenado modo– que Mario Vargas Llosa se haya hecho con el Nobel de Literatura.

Un premio que si bien podría ponerse en cuarentena sirve la mayor parte de las veces para descubrir autores que por una u otra razón permanecían olvidados como es el caso del gigantesco Isaac Bashevis Singer.

 De Llosa he leído, creo, las novelas que debía leer: Los jefes, Los cachorros, La ciudad y los perros, La fiesta del chivo y Pantaleón y las visitadoras si no creo recordar mal. Sin embargo, me pasa lo mismo que con Gabriel García Márquez, prefiero más al Vargas Llosa periodista que al escritor de inquietantes ficciones. Su legión de seguidores me gritará que me estoy perdiendo lo mejor del escritor pero así son las cosas en mi tontorrona y desordenada cabeza.

No obstante, y porque debía hacerme eco del Nobel, espero que estas confesión apresurada sirva para sumarme al extraordinario alborozo que significa para las letras hispanas que uno de los nuestros se haya hecho con el galardón que lleva el apellido del inventor de la dinamita.

Saludos, mirando el calendario, desde este lado del ordenador.

13 Responses to “Vargas Llosa, una reflexión desordenada”

  1. Larsen Says:

    Bien por recordar a Bashevis Singer, Quiroga, Cortázar, Rulfo, García Márquez, Charlie Parker… pero echo de menos a Eduardo Galeano, Rubem Fonseca. En cuanto a quien ha recibido el máximo galardón, le apunto que en lo periodístico y político es un reaccionario químicamente puro. Le recuerdo que en un ensayo reciente acerca del gran Onetti coló, como quien no quiere, a Hugo Chávez y Evo Morales, demonizados desde España más que de ningún sitio. Tenemos vargallosismo hasta en la sopa.
    En fin, ¿quién se acuerda del nombre del premiado cuando le robaron el Nobel a Bentio Pérez Galdós?

  2. admin Says:

    No figura el maestro Fonseca porque no escribe en español sino en portugués. O brasileiro como dicen en Brasil. Gracias por su reflexión.

  3. Mario Domínguez Parra Says:

    No sé, yo pensé que el Nobel de literatura era solo por esa actividad artística. Personalmente, leo libros de autores-as que me parecen esenciales, no importa cuál sea su ideología. Ezra Pound (admirador de Mussolini y antisemita terrible, en alguno de sus Cantares se pueden leer terribles soflamas contra los judíos), Gottfried Benn (en algún momento afín al nazismo), Pierre Drieu La Rochelle (autor al que no he leído pero que he oído que es un excepcional novelista, afín a Vichy y a los nazis), Louis-Ferdinand Céline (también pro-nazi y pro-Vichy): excepto Drieu, al que, como dije, no he leído, grandísimos escritores, según mi opinión. No creo que nadie pueda decir que “Metrópolis” sea una mala película por el hecho de que Thea von Harbou, su guionista, fuera, si no me equivoco, pro-nazi, ni que “El triunfo de la voluntad” de Leni Riefenstahl sea un mal documental porque la directora estuviera tan cerca ideológicamente de Hitler que le filmó el cogote a muy poca distancia, como se puede ver en la película. Serán buenas o malas películas, buenos o malos libros, por otras cuestiones, cuestiones literarias. A Vargas Llosa le dan un premio literario. Personalmente, no he leído ninguno de sus libros, pero quiero, como mínimo, leer “La casa verde”. ES LITERATURA, NO POLÍTICA. Y se puede estar en absoluto desacuerdo con las ideas de la persona Vargas Llosa, como me pasa a mí, y a la vez admirarle como escritor (cosa que podré, o no, decir en el momento en que termine uno de sus libros).

  4. admin Says:

    Mario completamente de acuerdo contigo. Además, me has dado pie para reivinciar a Pierre Drieu de La Rochelle uno de cuyos libros, El fuego fatuo, me acompañó durante un buen pezado de mi despertar a eso que llaman juventud divino tesoro. Te informo, además, que un cineasta para nada sospechoso de ideas derechistas como Loui Mallé sentía especial aprecio por la obra de Drieu. Adaptó al cine El fuego fatuo y uno de los niños de Adiós, muchachos se llama, precisamente, Drieu de La Rochelle. Hay otro gran escritor francés de ideas “políticamente incorrectas” de nombre Paul Morand que merece también ser recordado como se merece. Y no, claro que no me olvido de Céline, Henry de Montherland y, sí señores, Robert Brasillach, entre otros tantos.

  5. Mario Domínguez Parra Says:

    Brasillach, en él también pensaba, aunque no lo he leído todavía. Malle creo que fue de los primeros en denunciar el colaboracionismo francés unas décadas después de la guerra, no recuerdo en qué película. George Steiner, en su libro “Extraterritorial”, dedica un ensayo a Céline y al final de él escribe sobre Lucien Rebatet (1903-1972), furibundo antisemita y pro-nazi, autor de “Una historia de la música” (hay un ejemplar en la casa de la cultura, un libro con una pinta estupenda). Steiner considera que su novela “Les deux étendards”, “Los dos estandartes”, escrita durante su encarcelamiento tras la Segunda Guerra Mundial (esperando a que lo ejecutaran, cosa que no llegó a ocurrir), es una de las obras maestras ocultas de la narrativa del siglo XX. Albert Camus (hombre de ideas absolutamente opuestas a las de Rebatet) recomendó vivamente a Gallimard su publicación. Desgraciadamente, solo está traducia al alemán y al japonés. Yo tengo el primer volumen en francés, con ganas de leerlo, y también esperando que algún o alguna traductor-a se anime a traducirlo al español.

  6. Mario Domínguez Parra Says:

    ¿Y sabes quién admiraba a Lucien Rebatet en los años cincuenta, tras salir éste de la cárcel? François Truffaut, que lo conoció en el invierno de 1955-1956. Rebatet escribió críticas de cine durante los años 30 bajo el nombre de François Vinneuil, y en uno de sus libros, “Les tribus du cinéma et du théâtre”, de 1941, escribió que Francia tenía que expulsar a los judíos de toda actividad relacionada con el cine. El libro que estoy consultando ahora, “Truffaut” (de Antoine de Baecque y Serge Toubiana) no deja muy claro, por lo menos en el breve fragmento que he citado, cuál es la ideología de Truffaut o su respuesta ideológica ante la figura de Rebatet y el rechazo que éste provoca en algunos amigos del director. En google books se puede leer este libro, en inglés.

  7. Cautivo y Desarmado Says:

    Para Larsen, que tacha a Vargas LLosa de “reaccionario químicamente puro”, decirte que tú me pareces a mí un “totalitario químicamente puro”, un defensor del pensamiento único de la “progresía”, que no tolera que nadie no siga las cuatro consignas pasadas de moda del decadente pensamiento marxista, la gran tragedia de América. Para mí LLosa es un señor que, con argumentos sólidos, defiende la democracia y la libertad, con lo que ha estado en contra de la derecha antidemocratica de Fujimori o Pinochet tanto como lo ha estado de Castro o Chavez. Lo increíble es que todavía haya gente que defienda el totalitarismo de izquierdas como algo justificable, incluso irreprochable, obviando las trágicas consecuencias de su aplicación a lo largo y ancho del mundo. Viva la libertad de pensamiento, la libertad de expresión y la democracia liberal (la única que no es una farsa de sistema). En definitiva, Viva Vargas LLosa, químicamente puro.

  8. Lar Says:

    Cautivo y desarmado, seguirás en las redes de globalización (bobalización), confundes literatura y política, como Vargitas, el pensamiento único siempre ha sido y será el de los poderosos. Lee un poco a Galeano y tal vez aprendas. Dudo que entiendas algo de economía. Los tópicos de la presunta progresía caducaron hace decenios. Totalitario es todo aquel que no está de acuerdo con Vargitas, que salió en defensa de un españolito que había escrito una apología de la violación (“Todas putas”). Y tantas burradas y payasadas de ese buen escritor pero pésimo político que es Llosa. Tu discurso se asemeja al de un fanático; la liebertad tiene estas cosas.

    P.D. Derechos mundiales de prensa cedidos a El escobillóm.com

  9. Cautivo y Desarmado Says:

    Lars, querido, el que parece confundir literatura y política eres tú, que es quien empezó por tachar a Vargas de reaccionario sólo porque no está de acuerdo con tu pensamiento único antiglobalización. Y mis conocimientos de economía, aunque extensos, pueden reducirse en una frase: En los países donde hay libertad comercial, hay prosperidad; en donde hay una economía planificada y restricciones al comercio, hay miseria, una miseria que se va extendiendo -de abajo a arriba, naturalmente- hasta el colapso final. Partidarios de la economía planificada, el fascismo y el comunismo, las dos lacras de Latinoamérica, de Perón a Castro. Partidarios de la libre economía, las democracias liberales, todas las cuales ocupan los primeros puestos en desarrollo económico (y cultural, y social, y científico) en la historia de la Humanidad. Eso son hechos, no opiniones. Te recomiendo que amplies el círculo de tus autores con una visión menos sectaria, y tal vez no insultarías a Vargas con tu maniquea ignorancia. Por ejemplo, frente a “Las Venas Abiertas” y su catálogo de razones victimistas donde todos los errores se deben “al otro”; “El Manual del Perfecto Idiota”, donde se describe ese pensamiento victimista como la raiz misma que provoca el atraso y la falta de responsabilidad cívica en esas sociedades, aquejadas de un populismo antimperialista empobrecedor.

    Y sí, Lars, la libertad tiene “estas cosas”; que la gente te puede llevar la contraria sin que la metan en la cárcel. Ya sé que eso te disgusta. Quizá deberías ir a vivir a Cuba o Corea del Norte, donde sólo los “revolucionarios” pueden expresar su verdad cósmica sin que nadie les contradiga con opiniones fanáticas y reaccionarias.

  10. Larsen Says:

    Cuativo, ni milito ni voto a ningún partido. Sólo sé tu “Vargas químicamente puro” estuvo a favor de la inavasión y ocupación de Irak, no condenó las torturas y aberraciones de Guantánamo, ni de la cárcel de Abu, que se mofó del gran Günter Grass por una insignificancia, que pleiteó con Benedetti hasta la saciedad. Las consecuencias de lo de Irak (donde nunca hubo armas de destrucción masiva) las pagamos ahora todos mientras traficantes de armas y grandes medio de comunicación se frotan las manos. Por otra parte, he vivido en Cuba, donde conocí y traté a gente como Tomás Gutiérrez Alea, Mirtha Ibarra, Antón Arrufat, César López, Senel Paz, de gran calidad humana y artística. Cierto que hay escasez, pero no tanta miseria, hambre y muerte como en África, continente que presume conocer Vargitas. Por lo demás el ensayo “La verdad de las mentiras” (qué título tan apropiado) no está nada mal.
    No habrá más aclaraciones por mi parte, pero me permito recomendarte dos libros: “El espíritu de la Ilustración” (Todorov) y “Contra el fanatismo” (Amos Oz) y reconocer que me gustó “La guerra del fin mundo”. Nada más aconsejable que el silencio.

  11. Moch Says:

    Vargas Llosa. Un Nóbel, quizá el único premio que le faltaba. Un espléndido novelista, creador de obras que nos iniciaron a muchos y nos fascinaron desde los Jefes hasta su niña mala (la más reciente me falta). Pero como ensayista, en lo político –porque el ensayista literario es notable aunque no tan bueno como el narrador–, un señor más de derechas. Qué se le va a hacer. Y las derechas son así siempre, donde sea buscando orden y respeto. Curioso que lo insurreccional alimente tanto la obra de Vargas Llosa, su Lituma, su Mayta, su Hablador. En una más de esas paradojas que ya mencionan varios, el político no logró opacar, a veces ni con verdaderos rebuznos, al escritor. Enhorabuena.

  12. José Miguel Pueyo, psicoanalista Says:

    José Miguel Pueyo

    Todo invita a convenir que venía a cuento, al menos desde el punto de vista de lo inconsciente, del Otro que nos habita y que determina cuanto pensamos, hacemos y deseamos, tanto más si uno no se ha analizado, que Mario Vargas Llosa le espetara a Liv Ullmann, que su experiencia con ella en un jurado de cine de Berlín fue sencillamente aterradora.
    Los boletines se hacen eco de que ocurrió así en el conocido programa de la televisión estatal sueca Skavlan, nombre del apellido de su popular presentador Fredrik Skavlan. Los transparentes ojos azules de la musa del malogrado director sueco Ingmar Bergman, produjeron la inquietante impresión de salirse de unas fosas ya cuarteadas por la edad, a lo que la momentánea rigidez de un cuerpo voluminoso y contrario a las sinuosas formas de la juventud, no contribuyó a distender los efectos del sin duda atrevido comentario. No podía ser de otro modo, en realidad, en primer lugar en aquella dama de 72 años, mayor en dos que el osado contertulio, cuando el hispano escribidor apuntó, con voz profunda y clara, que siendo la actriz presidenta de aquel jurado, impuso reglas tan rígidas para evaluar los filmes, que por un tiempo desapareció para él el encanto de las películas, tanto como para pasar a ocuparse únicamente de la luz, de los efectos especiales, del sonido y de la vestimenta.
    Lo que a todas luces puede considerarse como un descomedimiento tuvo como desencadenante una pregunta de Skavlan al escritor que estaba a pocas horas de recibir el premio Nobel de Literatura, ¿por qué escribe usted acerca de las dictaduras? Permítame que le diga, sentenció Vargas Llosa, que la dictadura de Ullmann en aquel jurado berlinés fue llevadera, pero otras dictaduras me han perturbado siempre, a lo que agregó que por ese motivo escribía de ellas.
    Algo, pues, había perturbado la tranquilidad espiritual del renombrado escritor, un trauma, por consiguiente, funda-mental. ¿Inconfesable?, en modo alguno. Nos encontramos ante un escritor, no de los pequeños, ante esa especie de hombres que, a diferencia del común de los mortales, se caracterizan, como acertadamente advirtió Freud, por decir las cosas por su nombre, a alzarse, también, contra los diques de la represión psíquica que atenazan el decir de la mayoría de las personas. De ahí, cómo no, la aparición en escena, de modo simbólico y sintomático al mismo tiempo, del padre, del genitor de más conocido de los escritores de Arequipa. Dijo Vargas Llosa, y con ello recondujo sin duda la amistad con Liv Ullmann, que conoció a su padre cuando creía que estaba muerto. Y sin mediar lapsus alguno de tiempo añadió, ante la expresión atónica de quienes esperan un singular desenlace de una ficción verdadera, que su padre le había producido una experiencia realmente aterradora, incomparablemente peor a la que la que vivió en Berlín por parte de su amigable actriz. ¿Qué podía ser aquello tan terrible? Algunos quizá se llevaron las manos a la cabeza al imaginar que se trataba de las atrocidades sexuales perpetradas por curas católicos en niños indefensos de corta edad. No, nada de eso. Para asombro o desazón de algunos y alivio de otros, Vargas Llosa sacó a relucir a la madre, a su amantísima madre, y el dolor que le causó su padre al desterrarlo del paraíso en el que vivió diez años con la que le había dado a la luz.
    Como corresponde a la insistencia del Otro, insistencia que no es sino por la ausencia de análisis, el trauma de Mario Vargas Llosa no podía sino reiterarse en el discurso del escritor de aceptación del Nobel de Literatura, reiteración de aquel trauma infantil, de aquella terrorífica experiencia que le condujo, según él mismo subrayó, a la literatura, siendo este arte el que, también según él, le salvó de la opresión que significó la figura del padre.
    Me permito concluir señalando que la reiteración denuncia a las claras, y contrariamente a la opinión del ahora más nunca célebre escritor peruano, que la literatura es en muchos casos más bien un paliativo que una solución acorde con lo Real traumático, incluso el sinthome de James Joyce puede pensarse de ese modo; mientras que la separación que ejerce el padre en el alienante paraíso del niño como objeto de la falta que hace deseante al Otro que encarna la madre, lejos de ser patológica, constituye, como es conocido, la condición de la salud psíquica. Todo ello, acontecido, ciertamente, en un tiempo que es el temprano del complejo de Edipo, época en el que la función llamada del padre reclama para bien del sujeto su saludable intervención separadora.

  13. admin Says:

    Caray, gracias por tan exhaustiva reflexión.

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